Albert Rivera ha anunciado un giro radical en su estrategia de cara a las elecciones del 10-N. Algo que ya apuntó cuando vencía el plazo para evitar los nuevos comicios y de lo que se arrepintió en 24 horas. El veto a Sánchez ha desaparecido, aunque el socio prioritario siga siendo el PP.

Rectificar es de sabios. Otra cosa es que sirva para ganar elecciones o, como es el caso, para evitar un desplome como el que apuntan todas las encuestas para Ciudadanos.

Lo que ha anunciado Rivera es lo que le pidieron algunos de los dirigentes de Ciudadanos, como Toni Roldán, que ya no están en el partido; lo que le reclamaron algunos de sus fundadores, como Francesc de Carreras, y ciertos medios de comunicación, como El Independiente.

Pero Rivera se empeñó, tras las elecciones del 28 de abril, en las que Ciudadanos obtuvo un resultado sobresaliente (57 diputados), en superar al PP y convertirse en líder del centro derecha español. No entendió el valor que tenían sus escaños para condicionar la política del partido que había ganado las elecciones y que se veía obligado o bien a pactar con su izquierda (Unidas Podemos), o bien a buscar apoyos en el centro derecha. Su obcecación fue uno de los factores que llevó a la repetición de las elecciones y que provocó la crisis interna en Ciudadanos y el encontronazo con Manuel Valls.

Aunque rectificar es de sabios, es dudoso que sirva para ganar elecciones o para evitar una debacle electoral

Eran aquellas semanas en las que, de forma machacona, Rivera repetía una y otra vez aquello de que “Sánchez tiene una banda y tiene un plan”. Pero el líder de Ciudadanos erró en su diagnóstico. El presidente en funciones no deseaba ni por asomo pactar con Pablo Iglesias, como ha resultado evidente. Así que, ni tenía banda, ni tenía ningún plan, salvo conseguir los apoyos suficientes como para que el PSOE siguiera gobernando en solitario, como ha hecho desde la moción de censura.

Bienvenida sea la rectificación. Ahora bien, Rivera tendrá que explicar bien a sus votantes por qué ha dado ese giro copernicano en su estrategia. No sólo eso, tendrá que demostrar que no se trata de un subterfugio para salir del paso. Es decir, que sus condiciones para apoyar a Sánchez (absteniéndose en la investidura) no son imposibles de cumplir.

Rivera le ha visto las orejas al lobo en forma de debacle electoral. Si el desplome se producía manteniendo el veto a Sánchez era muy probable que alguien le pidiera cuentas por ello, aunque la dirección de Ciudadanos es totalmente fiel a su jefe de filas.

Rivera tendrá que demostrar que su giro no se trata de un subterfugio para salir del paso"

Cambiando de estrategia puede salvar ese escollo. Entonces, si se produce un revés electoral, el culpable será otro: los medios de comunicación, el maldito Ibex, o lo que sea.

Además, Rivera, con ese movimiento, se anticipa a una eventualidad perfectamente factible: que sea el PP el que, atendiendo a la estabilidad del país, le de su apoyo a Sánchez, como en su día hizo el PSOE con Rajoy (bien es cierto que con la oposición de Sánchez).

El zigzagueo en política nunca suele ser rentable. Y eso es lo que ha hecho Rivera, cambiar sobre la marcha en algo que era esencial en su línea política.

Dudo que la jugada le salga bien. Sobre todo, porque parece más fruto del oportunismo que del reconocimiento sincero de un error que le puede costar muy caro a Ciudadanos.

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