La OMS define la salud como un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades. Por tanto, gobiernos, instituciones y organismos multilaterales deberían contemplar la preservación y fortalecimiento de la salud mental de forma integrada en sus planes de acción contra la pandemia del coronavirus. Es una emergencia global de salud pública. Por tanto, es una emergencia de salud mental.

El orden mundial que conocemos ya está severamente afectado. Necesitamos adelantarnos y tomar medidas a corto, medio y largo plazo para gestionar los efectos en nuestra sociedad, que, como el virus, también es global.

Esta sociedad global nuestra se ha visto arrojada de golpe, a la vez, por sorpresa, de forma sostenida y sin límite temporal previsto, a un territorio muy oscuro

Esta sociedad global nuestra se ha visto arrojada de golpe, a la vez, por sorpresa, de forma sostenida y sin límite temporal previsto, a un territorio muy oscuro. Y lo que está experimentando allí se llama incertidumbre, dolor, pérdida, duelo, inseguridad, vulnerabilidad, distanciamiento, soledad, alarma, desconfianza, ansiedad, nerviosismo, agitación… Y este territorio que transitamos ahora es el hábitat perfecto para que, además, se fortalezcan las campañas de desinformación con intenciones maliciosas de desestabilización y debilitamiento de estructuras políticas e institucionales. 

La durabilidad de la amenaza, con la que tendremos que convivir no sabemos cuánto, hace aún más esencial establecer fondos y recursos dedicados, y organizar a los profesionales, inscribiendo la salud mental en el corazón de los planes de emergencia nacionales e internacionales.

Proteger y mantener la salud mental es el desafío clave en esta emergencia. Lo es para la población general, para los confinados, para las víctimas y sus allegados. Lo es para los ancianos, protagonistas involuntarios de esta sacudida. Lo es para los niños y adolescentes, bloqueados de pronto en su desarrollo social y personal. Pero lo es, sobre todo y muy especialmente, para el personal sanitario, para los cuerpos de seguridad y emergencias, y para los gestores institucionales.

Todos estos colectivos están sometidos a la presión adicional de encararse día a día con la enfermedad y la muerte, con la ausencia de medios suficientes, con la frustración de los errores inevitables y las bajas incesantes.

Lamento constatar que en la Unión Europea no hay ningún tipo de acción estratégica coordinada en este momento. Y debería haberla, porque es su función complementar las políticas sanitarias nacionales, apoyando a los gobiernos de los países miembros para alcanzar objetivos comunes, compartir los recursos y superar los retos comunes, además de proporcionar financiación para proyectos sanitarios. Pero, una vez más, lo urgente se ha comido también lo importante. 

Una recomendación a nuestros países hermanos de Latinoamérica: tomen la iniciativa, organícense y decidan abordar de forma conjunta esta emergencia de salud pública

No dejaré de insistir para que España haga lo debido en este sentido, a pesar de lo descorazonador que resulta asistir a la gestión titilante de nuestro gobierno. En lo que a salud mental se refiere, no confío en que muestre demasiado entusiasmo ni competencia: sigue sin elaborarse la obligada Estrategia Nacional en Salud Mental. Aún sigue en vigor la (muy mejorable) del período 2009- 2013, desde la revisión parcial que se realizó en 2014. 

Pero permítanme hacer una recomendación a nuestros países hermanos de Latinoamérica: tomen la iniciativa, organícense y decidan abordar de forma conjunta e integral esta emergencia de salud pública, ahora que aún es manejable.

Establezcan un pacto regional y maximicen los recursos comunes, formalicen dentro de sus planes respectivos de emergencia el capítulo inseparable de la salud mental, con objetivos, actores y presupuestos.

Y vuelvan a darnos una lección.


Beatriz Becerra ha sido vicepresidenta de la subcomisión de Derechos Humanos en el Parlamento Europeo y eurodiputada del Grupo de la Alianza de Liberales y Demócratas por Europa (ALDE) en la legislatura 2014-2019. Es autora de Eres liberal y no lo sabes (Deusto).