Agua y aceite. La presidenta de la Comunidad de Madrid y su número dos se hablan lo justo y, si pudieran, se cruzarían de acera con tal de no saludarse. Más allá de que Ayuso sea del PP y Aguado de Ciudadanos, entre los dos existe una animadversión que trasciende su filiación política. "Se llevan a matar, y eso no es de ahora...", reconoce un miembro de la dirección popular.

Que los dos máximos responsables del gobierno regional no se entiendan ya es un problema, pero si esa falta total de sintonía afecta a la gestión de la terrible pandemia que estamos sufriendo, entonces la cosa es muy grave.

A los madrileños ya no nos espanta casi nada, pero lo que hemos vivido este miércoles superó todo lo imaginable. El vicepresidente madrileño anunció un acuerdo con el Gobierno de España, que implicaba el cierre de Madrid, y, horas después, su jefa le desautorizaba diciendo que no había ningún acuerdo.

Insisto: estamos hablando de la salud, de la limitación de la movilidad, de restricciones horarias en bares y restaurantes, de reducción de aforos, etc. La pregunta que se hacía todo el mundo el jueves en las calles del foro era unánime: "¿Qué va a pasar ahora?"

Lo peor que puede hacer un gobierno es confundir a los ciudadanos, no decirles con claridad qué es lo que hay que hacer, cómo se va a frenar el segundo asalto del Covid y cómo se puede hacer eso sin llevar a la ruina a decenas de miles de familias.

En el PP acusan al vicepresidente de anunciar un pacto que no existía. "Quería jugar el papel de bueno, para que luego Ayuso diera la cara y se enfrentara al Gobierno", aseguran fuentes cercanas a la presidenta.

Así estamos. Mientras que Pedro Sánchez lanza a su acorazada contra la presidenta de Madrid, como primer asalto para, finalmente, desestabilizar al PP de Casado, Aguado juega al quintacolumnismo, a la espera de que le caiga el premio prometido: ser él quien, con otros socios, asuma la dirección de la Comunidad más poderosa de España.

En el PP se tiene la convicción de que Aguado apoyará la moción de censura contra Ayuso cuando Arrimadas le dé luz verde

Si pudiera, Ayuso convocaría elecciones, en lugar de esperar a que un buen día Ángel Gabilondo le presente una moción de censura con el visto bueno de Ciudadanos. Pero no puede. Unas elecciones ahora no le darían la mayoría que necesitaría para gobernar. Así que no le queda más remedio que apretar los dientes y aguantar.

Si pudiera, Aguado avalaría la moción de censura que le auparía a la presidencia -que es lo que le ha prometido el secretario general del PSM- , lo que, por añadidura, le evitaría tener que convivir con una persona a la que no traga ni en pintura. Pero no puede. Romper el pacto de Madrid significaría un cambio radical en la política de Ciudadanos ¿Qué pasaría en Andalucía, en Murcia, en Castilla León...?

Arrimadas, todavía, no está en eso. No se puede permitir el lujo de romper todos los puentes con Casado cuando todavía no sabe si Sánchez va a aceptar sus condiciones para aprobar los Presupuestos. Dinamitar Madrid es una cosa muy seria y la presidenta de Ciudadanos no se fía del presidente. Hay que esperar y ver. Por eso, cada vez que Aguado estalla, Arrimadas le pide calma. "Tranquilo, Nacho, tranquilo..."

Sánchez ha logrado romper la foto de Colón. Ha engatusado a Arrimadas ofreciéndole unos arreglillos en los Presupuestos y la presidencia de Madrid para Aguado, para empezar. Eso y, de vez en cuando, una caramelito electoral de la mano de Tezanos.

A Ayuso y a Aguado nadie les pide que se hagan arrumacos o que se vayan de cañas, lo que les reclaman los madrileños es que sean coherentes, que no se contradigan, que actúen pensando en los ciudadanos. Vamos, que gobiernen como si fueran un solo gobierno.

Agua y aceite. La presidenta de la Comunidad de Madrid y su número dos se hablan lo justo y, si pudieran, se cruzarían de acera con tal de no saludarse. Más allá de que Ayuso sea del PP y Aguado de Ciudadanos, entre los dos existe una animadversión que trasciende su filiación política. "Se llevan a matar, y eso no es de ahora...", reconoce un miembro de la dirección popular.

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