Ser ministra de Economía en este Gobierno no tiene que ser fácil. Nadia Calviño, que es de lo más presentable que tiene el equipo de Pedro Sánchez, no sólo debe cuidar que las cuentas que presenta sean del gusto de Bruselas, sino que, además, tiene que bregar con unos compañeros que, en cuanto pueden, le ponen la zancadilla.

El primer paso para la elaboración del Presupuesto es el techo de gasto, que este martes presentaron al alimón Calviño y María Jesús Montero, que ha quedado fijado para 2021 en 196.000 millones. Eso incluye transferencias a la Seguridad Social (18.400 millones) para reducir su déficit; a las Comunidades Autónomas (13.500) para que puedan hacer frente a gastos extraordinarios consecuencia del Covid, y ,además, 27.400 millones que proceden de ayudas europeas.

El Gobierno apuesta por un presupuesto claramente expansivo para hacer frente a una recesión económica de proporciones casi bíblicas. No sabemos, y eso es lo que va a tener más morbo, de dónde van a salir los ingresos para cubrir el enorme incremento del gasto (que, sobre lo previsto este año, supondrá un 54%).

En ello estarán ahora Calviño, Montero y Sánchez. Una negociación contrarreloj a varias bandas: con Ciudadanos, con el PNV, con ERC y, naturalmente, con Unidas Podemos, probablemente el hueso más duro de roer.

Que subirán los impuestos parece evidente. Cuánto y cuáles, eso es lo que se está dirimiendo.

El cuadro presentado ayer es, cuando menos, optimista. Prevé una caída del PIB (11,2%) menor de lo que estiman el Banco de España, Funcas o el FMI. Lo mismo se puede decir del déficit (que algunas fuentes estiman que se disparará este año a cerca del 15%) y del desempleo.

La Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIREF) ha dado su visto bueno a los número presentados ayer, aunque advierte que Calviño ha contemplado un escenario bastante optimista para 2021. En primer lugar da por hecho que en primavera habrá una vacuna contra el coronavirus y, por tanto, que podrá salvarse la temporada turística (lo que supone recuperar más de 30.000 millones de PIB).

El cuadro macro es menos dramático que la previsión del Banco de España o del FMI. Pero Merkel ve la evolución de España con seria preocupación

La economía siempre se sustenta sobre expectativas y no está mal que Calviño vea un poco de luz al final del túnel. Lo que ocurre es que esas expectativas tienen siempre un sustento político. Sin una perspectiva de estabilidad es muy difícil que las previsiones se cumplan, que sean "creíbles", como pidió el gobernador del Banco de España, Hernández de Cos, al Gobierno en su plan de reducción del déficit.

Pues bien, la inestabilidad política es lo que más preocupa de España a nuestros socios europeos. Sobre todo, a Alemania. Les recomiendo que lean un interesante artículo publicado el pasado domingo en Bloomberg (Spain´s Toxic Politics, Health Woes Have Got Merkel Worried). Lo que viene a retratar el reportaje es la dificultad para ganar la batalla contra el Covid cuando hay una guerra abierta entre el Gobierno central y la Comunidad de Madrid; cuando la situación de Cataluña amenaza con romper la unidad de España en un próximo futuro; cuando incluso algunos miembros del Gobierno han puesto en cuestión la figura del Rey, etc. Nada nuevo para los que vivimos ese desbarajuste día a día. Lo nuevo es que Merkel mire a España no sólo como al peor alumno de la UE, sino como a un revoltoso que no tiene visos de mejorar a corto plazo.

Probablemente, si Calviño tuviera más poder las cosas serían distintas. Pero el presidente tiene que contentar a mucha gente al mismo tiempo y eso supone un coste para la ortodoxia. Los periodistas María Llapart y José Enrique Monrosi, en su reciente libro La coalición frente a la pandemia, cuentan que en un tenso Consejo de Ministros, celebrado el sábado 28 de marzo, cuando la ministra de Economía advirtió en tono airado que la economía no se podía dejar caer, el presidente la llamó al orden de forma brusca: "No me hables en ese tono". Me imagino la cara de satisfacción de Pablo Iglesias en ese momento.

En fin, como decía al principio de esta crónica, ser ministra de Economía en este Gobierno no debe de ser cosa fácil. Esperemos que Calviño no termine escaldada como le ocurrió a Pedro Solbes.

Ser ministra de Economía en este Gobierno no tiene que ser fácil. Nadia Calviño, que es de lo más presentable que tiene el equipo de Pedro Sánchez, no sólo debe cuidar que las cuentas que presenta sean del gusto de Bruselas, sino que, además, tiene que bregar con unos compañeros que, en cuanto pueden, le ponen la zancadilla.

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