No se sabe cuánto tiempo más va a tardar Pablo Casado en dar la cara ante el enfrentamiento entre Génova y la Puerta del Sol, es decir, entre la dirección nacional del partido y la presidencia de la Comunidad de Madrid. Pero cuanto más tiempo tarde, más se irá deteriorando su reputación en lo que se refiere a su capacidad de liderazgo. Porque lo que ahora parece es que el presidente nacional del PP se sigue escondiendo detrás de su silencio mientras deja hacer a su número dos y a los integrantes de su equipo.

Lo que le es exigible a Pablo Casado es que dé un paso al frente y resuelva de una vez por todas este enfrentamiento que está minando a sus bases, haciendo perder militantes, reduciendo a marchas forzadas la ilusión del partido en su conjunto ante un futuro que se mostraba esperanzador y diluyendo su imagen como un auténtico líder.

Y eso sí que puede resultar mortal para las expectativas de un Partido Popular que a partir del 4 de mayo, con la espectacular victoria de Isabel Díaz Ayuso, dejó atrás la postración en que se había hundido tras el demoledor fracaso electoral en Cataluña en el mes de febrero.

Ni la militancia ni la “votancia” aciertan a explicarse los motivos reales de este pulso inoportuno por demás

Ni la militancia ni la “votancia” aciertan a explicarse los motivos reales de este pulso inoportuno por demás. Y si un líder y su equipo no son capaces de explicar a los suyos las razones de una determinada decisión y el objetivo que se persigue con ella, ese líder y ese equipo tienen un serio problema, el mayor de los cuales es que esa decisión constituye sin la menor duda una equivocación.

Y en ésas están quienes habitan los despachos de la calle de Génova, en que no pueden explicar abiertamente qué es lo que persiguen intentando sabotear la candidatura de la presidencia del PP de Madrid a la presidenta de la Comunidad. Han perdido el argumento, lo que ahora se llama el relato. Lo han perdido porque no se han atrevido a explicar sus razones, que son mayoritariamente sus temores, sus inseguridades, sus fantasmas.

En cambio, Isabel Díaz Ayuso ha mostrado abiertamente sus cartas: quiere recibir el mismo trato orgánico que los compañeros de partido que son a su vez presidentes de sus respectivas comunidades. Ha mostrado su compromiso por batallar para que Pablo Casado conquiste el poder en las próximas elecciones generales y ha formulado en todas las formas posibles que su ámbito de ambición política se circunscribe a Madrid, donde ella explica que lleva demasiado poco tiempo y donde aún le quedan muchas cosas por hacer. 

La claridad de Díaz Ayuso hace aún más ininteligible la oscuridad de los argumentos de la dirección nacional, que se limitan a repetir que ella “no puede ser la presidenta del PP de Madrid”. Pero no explican claramente por qué ni confiesan abiertamente qué riesgos, qué peligros tremendos, tan tremendos como para justificar este espectáculo que daña tan gravemente los apoyos ciudadanos conquistados, están intentando evitar.

El enfrentamiento entre Díaz Ayuso y el tándem Pablo Casado-Teodoro García Egea en Madrid va a mermar los apoyos de los electores en sus territorios

Todos los barones, sobre todo los que tienen relativamente próxima la convocatoria de elecciones en sus respectivas comunidades, cruzan los dedos para que esta crisis acabe cuanto antes porque están seguros, y tienen razón, de que el enfrentamiento entre Díaz Ayuso y el tándem Pablo Casado-Teodoro García Egea en Madrid va a mermar los apoyos de los electores en sus territorios.

Esto que está pasando no conviene ni favorece a nadie dentro del PP, y a quien menos favorece es a Pablo Casado que, cuanto más tiempo pasa, más aparece como un líder débil, incapaz de dar un puñetazo en la mesa y zanjar la discusión con una solución razonable y no injusta derivada de su autoridad como jefe de todos los equipos, los nacionales y los autonómicos.

No sabemos a qué está esperando el presidente del PP para ejercer plenamente de líder de su partido y poner por delante de cualquier pulso personalista los intereses de su partido.

Cuanto más tiempo pase en silencio sin abordar de frente un conflicto que ya se dirime también en los medios de comunicación con todas las malévolas filtraciones interesadas imaginables y que tiene perplejos y asustados a todos sus militantes, más se debilitará la imagen y el prestigio de Pablo Casado, no sólo como deseable líder del PP sino como posible presidente de un gobierno de España.

Tiene que sentarse mano a mano con Isabel Díaz Ayuso, cortar de raíz todas las maniobras que se están desarrollando en torno al conflicto, dejar las cosas meridianamente claras y buscar una fórmula que no humille a nadie y que resulte operativa y conveniente para ambas partes. 

Esa fórmula no es tan difícil de diseñar. Se trata en definitiva, de dejar que la señora Díaz Ayuso se presente a la presidencia regional de su partido y sea ratificada en ella -porque otra cosa no sería comprendida por las bases y crearía un agravio comparativo en los partidarios de la presidenta madrileña que tendría nefastas consecuencias sobre los votos- y pactar un segundo puesto para alguien en quien Génova tenga puestas todas sus complacencias.

El cuándo se celebre el Congreso de Madrid no es un tema tan relevante como en qué términos se va a celebrar esa convocatoria

Y que no debería ser otro que José Luis Martínez Almeida, portavoz nacional del PP, hombre de prestigio indudable entre los suyos y entre los madrileños y que tiene la ventaja añadida de que se entiende bien con la presidenta con quien ambos insisten que forma un tándem de éxito.

El cuándo se celebre el Congreso de Madrid no es un tema tan relevante como en qué términos se va a celebrar esa convocatoria. Si se convocan unas primarias para cortarle la hierba debajo de los pies a Díaz Ayuso, será la guerra. Y puede que, si ella gana con más del 50% de los votos de los militantes y queda a más del 15% de distancia de su inmediato competidor, sea la humillante derrota por persona intermedia de Pablo Casado. Todos los dedos le señalarán a él como perdedor.

Y si ella no ganara, no tengan duda de que se abriría en el seno del partido de Madrid exactamente la batalla que desde la calle de Génova están intentando tan torpemente evitar: la de una presidenta del gobierno regional avalada por su éxito electoral y capaz de enfrentarse de cara al presidente de su partido, especialmente si éste no ganara las elecciones generales. Es que la estrategia diseñada por el equipo de la dirección tiene cegadas todas las salidas, esa es la verdad.

A Casado se le acaba el tiempo, que contra quien corre es sobre todo contra él.