Nunca antes, desde que ejerce como presidente del Gobierno, Pedro Sánchez se había quedado tan solo en el Congreso. Desde Jon Iñarritu (BIldu) a Iván Espinosa de los Monteros (Vox), todos los grupos de la Cámara, a excepción, como es natural, del PSOE, criticaron con dureza el cambio de posición del presidente respecto al Sáhara. Uno de los más duros en su ataque fue precisamente Gerardo Pisarello, representante del grupo que forma coalición con el PSOE en el Gobierno.

Las coincidencias, a pesar de las enormes diferencias ideológicas entre los distintos partidos, se pueden resumir en este decálogo:

Se ha cambiado una política de Estado sin consenso con la oposición. Por tanto, no se puede decir que la nueva posición respecto al Sáhara sea una "política de Estado"

Aunque el Gobierno lo niegue, la carta de Sánchez a Mohamed VI supone un giro en la política tradicional respecto al Sáhara, ya que se considera la propuesta marroquí como "la más seria, creíble y realista para la resolución de este diferendo". Como le recordaron en su comparecencia de este miércoles en el Congreso a José Manuel Albares varios portavoces, la propia ex ministra de Exteriores, Arancha González Laya, criticó el tuit de Donald Trump en el que el presidente de EEUU anunciaba una posición similar a la que ahora adopta el Gobierno español.

Es humillante que el cambio de postura se haya conocido por un comunicado del rey de Marruecos.

Es lamentable que la carta de Pedro Sánchez haya sido conocida cinco días después del comunicado de Mohamed VI, no por una comparecencia del presidente, sino a través de una filtración a un periódico.

No es de recibo que el presidente se haya negado a comparecer específicamente sobre este asunto y limite sus explicaciones a la comparecencia que tendrá lugar el próximo día 30 en la que mezclará temas tan distintos como la Cumbre Europea, la invasión de Ucrania o el plan para afrontar la crisis por la subida de los carburantes.

La posición de España respecto al Sáhara no se puede comparar con la de EEUU, Alemania o Francia. España es potencia administradora de dicho territorio. Ninguno de esos países fue colonizador y, por tanto, sus responsabilidades son bien distintas.

El cambio se ha hecho a espaldas no sólo de la oposición y del Congreso, sino también del Frente Polisario, representante del pueblo saharaui, que la ha calificado de "traición". También, sin informar a Argelia, que ha decidido retirar a su embajador en España como muestra de su rechazo.

No es cierto que la nueva posición de España sea la misma que la que expresa la resolución 2602 de la ONU, ya que en ésta se habla de la autonomía (propuesta de Marruecos de 2007) como una vía "seria y creíble", pero no como la vía "más seria y creíble", que es lo que dice la carta de Sánchez.

El Gobierno no ha aclarado cuál es el compromiso de Marruecos respecto a la integridad del territorio español. Es decir, si Mohamed VI se compromete a asumir la españolidad de Ceuta y Melilla.

10º El Gobierno tampoco ha aclarado en qué está amenazada la seguridad de España para que se produzca ese cambio de posición en aras precisamente a garantizarla.

El presidente del Gobierno pretende resolver el "diferendo" con Marruecos a costa del divorcio con todos los grupos de la Cámara

Sin embargo, lo más importante, la pregunta que ayer el ministro de Exteriores no supo o no quiso contestar es: ¿a cambio de qué Sánchez se arriesga a un divorcio con la sociedad española por resolver el "diferendo" con Marruecos? Ni siquiera dentro del Partidos Socialista hay unanimidad a este respecto. Destacados dirigentes del PSOE han mostrado públicamente sus discrepancias. Hasta el propio programa del PSOE, aprobado en el Congreso celebrado el mes de octubre, es contradictorio con lo que ahora acaba de decir el presidente del Gobierno.

Lo único que Albares pudo concretar es que, a partir de ahora, se resolverá la crisis migratoria. Es decir, que ya no habrá más saltos a las vallas de Ceuta y Melilla. Lo cual, es tanto como asumir que Marruecos ha utilizado a la parte más débil y vulnerable de su población como arma de política exterior.

Me temo que detrás de este giro, que se hace contra el pueblo saharaui, sin contar con el respaldo de la inmensa mayoría de los grupos de la Cámara, y que ha creado ya un conflicto con Argelia en un momento especialmente delicado para el suministro de gas a España, no hay nada más que lo que dijo ayer el ministro: "Una hoja de ruta". Una voluntad de llegar a acuerdos concretos que tendrá su capítulo primero en la visita que hará el ministro a Rabat el próximo 1 de abril.

Si el presidente del Gobierno pretendía con su cambio de postura mejorar las relaciones con Marruecos, la forma chapucera y oscurantista de hacerlo le va a complicar mucho la segunda mitad de la legislatura, sobre todo con sus socios. Porque ya ni los más allegados se fían de él. Como dijo Espinosa de los Monteros: "Hasta los hermanos Bardem están contra usted". Y eso es para preocuparse.