Lo primero que hay que decir es que los resultados abrumadores de Andalucía donde el Partido Popular obtuvo un éxito indiscutible han herido en lo más profundo a Pedro Sánchez porque ha demostrado que la población desdeñaba todas las medidas “en favor de los más vulnerables” que ha venido tomando el Gobierno y lo ha hecho en favor de un gobierno autonómico que ha puesto en valor la moderación además de las bajadas de impuestos, esos que según el Gobierno no se pueden reducir sin amenazar seriamente a las clases más desfavorecidas.
Lo segundo que hay que decir es que Alberto Núñez Feijóo está acertando con su estrategia de poner el foco casi exclusivamente, aunque no siempre pero sí de una manera muy mayoritaria, en la situación económica y en las contradicciones que acompañan a las abundantísimas medidas que está adoptando el Gobierno.
Sánchez está nervioso por todo ello y por eso no ha querido esperar hasta la vuelta de las vacaciones para remodelar la cúpula de Ferraz, al portavoz del grupo parlamentario del Congreso y para montar una especie de Ejecutiva paralela, llamada Comité Estratégico presidido por el propio Sánchez en el que se sentará lo más granado de la nueva dirección junto a Santos Cerdán, el único superviviente de aquellos viejos sanchistas que le ayudaron en los momentos más duros y que han sido laminados al completo por el propio Sánchez.
Es evidente que Sánchez le está viendo las orejas al lobo pero tan evidente como eso es que no tiene banquillo. Se está rodeando de los viejos socialistas como Patxi López, María Jesús Montero u Óscar López, que también formará parte de ese Comité Estratégico. O incluso de Antonio Hernando que ejerce ahora mismo como director adjunto del Gabinete de la Presidencia del Gobierno y que es el más inteligente y el más preparado de todos los que van a formar parte del núcleo director.
Pero tiene un problema, y es que no es diputado porque cuando se confeccionaron las listas de 2018 Hernando no formaba parte de los bien queridos por Sánchez. Ahora ya sí forma parte de ellos, pero ahora es demasiado tarde para según qué cosas.
El caso es que, salvo Pilar Alegría y en mucha menor medida Isabel Rodríguez, lo que se ve ahí es que el recambio generacional no está funcionando.
Vuelven los veteranos porque no hay recambios en el PSOE. Y no hay recambios porque Pedro Sánchez ha laminado a su partido y lo ha convertido en una cáscara hueca
Y en eso ha tenido mucho que ver el diseño de partido que puso en marcha el propio Pedro Sánchez después de haber comprobado que la dimisión de la mitad de la Ejecutiva era suficiente para poner en la puerta de la calle al secretario general y que el Comité Federal podía hacer lo propio.
A partir de esa experiencia traumática para él, Sánchez ha creado un partido inane y absolutamente carente de controles y de contrapesos, donde lo que abunda es el culto al líder pero no las personalidades con carácter, capacidad de arrastre y de liderazgo.
Por eso en estas circunstancias en las que, como siempre pasa en absolutamente todos los gobiernos, el Ejecutivo siente que no se comunican adecuadamente los logros alcanzados, Pedro Sánchez tiene que tirar de María Jesús Montero para la vicesecretaría general, en sustitución de Adriana Lastra, se supone que para que tenga al partido literalmente cosido a la acción del Gobierno y a Patxi López para que venda en el Congreso toda iniciativa que plantee el Gobierno y el PSOE en el Congreso de los Diputados.
Patxi López será un alma agradecida pero es obligado subrayar que nunca en sus distintas funciones ha conseguido tener éxito. Hay que recordar que llegó a ser lehendakari, gracias al apoyo que le prestó el dirigente del PP Antonio Basagoiti al que nunca agradeció su respaldo, y que no fue capaz de mantener la lehendakaritza más allá de una legislatura, que recuperó el PNV en las siguientes elecciones.
También fue presidente del Congreso en la XI legislatura, una presidencia breve puesto que no duró más de seis meses, cuando fue sustituido por Ana Pastor. Pero su paso por la presidencia de la Cámara dejó la impresión generalizada de que aquel cargo le venía muy grande.
Ahora le servirá a Pedro Sánchez para vender cualquier cosa que se pueda plantear en el Congreso: él ha sido uno de los grandes defensores de los acuerdos con Bildu en torno a la política general y en concreto en torno a la ley de Memoria Democrática, cuya defensa pasará ahora a manos de Miquel Iceta, otro de los veteranos con los que el presidente del Gobierno ha decidido contar para que haga la apología de una ley que cuenta desde el inicio con el rechazo radical de una buena parte de la población interesada en estos asuntos, que no es toda.
En definitiva, vuelven los veteranos porque no hay recambios en el PSOE. Y no hay recambios porque Pedro Sánchez ha laminado a su partido y lo ha convertido en una cáscara hueca.
Y ahora que lo necesita no tiene dónde acudir que no sea lo que queda de esa vieja guardia que ha logrado sobrevivir a una política devastadora.
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