A Ayuso le perrea la cantante Anitta pero sobre todo le perrea Pedro Sánchez, nuestro presidente caribeño con cadera de chocolate. El perreo es una provocación y es una declaración, y eso de que el PSOE esté volviendo a Ayuso como al amor primero y verdadero a mí me parece el equivalente político al tirón de coletas escolar. Feijóo yo creo que no le sirve a Sánchez, no da espectáculo ni morbo, no da para carreritas ni para aguadillas. Se diría que a Feijóo todo le resbala, es como un señor con impermeable que espera el autobús para gobernar. Sánchez lo provoca pero Feijóo vuelve a su mapa mojado, a sus números un poco romanos, a su economía con cadencias machadianas, de tabla de multiplicar con compás de compasillo. Feijóo es como un tocón de madera vestido con jersey de nudos, lo contrario a Ayuso, que es toda carne de redondilla, de serranilla, de barroco y de perreo. Pero entre este poli bueno y esta poli mala yo creo que a Sánchez lo van a pillar como a un robaperas.

Sánchez se había enfocado completamente en Feijóo, en llamarle insolvente o cateto, en citarlo en el Senado como si citara a Cantinflas en el Palace (un Palace de Ikea), o en acusarlo de hacer trampas al parchís, como un niño de El chavo del 8. Eso sí, cuanto más se centraba en Feijóo, más se hacía Sánchez oposición y más se hacía Feijóo presidente, allí en la parada del autobús de línea, con su cesta de quesos y chorizos. Lo de llamar al rival insolvente no es munición política para los tiempos del sanchismo, parece una riña de contables, una guerra entre reaseguradoras. Eso sólo daba pie para que Feijóo volviera a sacar sus pizarrines de números y sus manos lentas con manguitos, llenas de tinta y de precios como las de un pescadero. Lo de acusar a Feijóo de no respetar la Constitución, teniendo Sánchez de socios a los indepes, ya era más sarcasmo que otra cosa, por eso lo del CGPJ ha dolido más en las tertulias que en el electorado. A Sánchez, Feijóo se le agotaba o se le escurría, y es cuando recupera para los tirones a Ayuso, con sus coletas de regaliz y sus ojos de gominola verde.

A Ayuso pretendían convertirla en caricatura, pero se convirtió en un mito que echó a Pablo Iglesias de la política

A Sánchez siempre le ha ido mejor Ayuso, o eso cree él, claro. Ayuso, la bruja de encaje negro con el infierno en los ojos y el veneno en los labios como en un anillo con púa, la reina de la derechona como la reina del keroseno de Miguel Ríos, con cuero, tatuajes y habitación llena grilletes; la Gilda con botellín en la mano, como una alegoría del liberalismo haciendo estriptis; la fantasía de las izquierdas, de las derechas, de los seguratas, de los curritos y del fandom de Hombres G… A Ayuso la encumbraron las izquierdas fetichistas y la coronó el mismo Sánchez, llenándola de banderas como se llena de flores el camerino de una starlette, aquella vez que vino a verla como si fuera a ver a Cleopatra. Pretendían convertirla en caricatura, pero se convirtió en un mito que echó a Pablo Iglesias de la política, acabó con la baraka de Sánchez e incluso finiquitó el multipartidismo, haciendo que el PP volviera a vislumbrar las mayorías absolutas de otros tiempos que ya parecían como de Romanones. Pero el mito que construyó Sánchez con Ayuso puede ser nada al lado del mito que construya con Feijóo.

A uno lo que le maravilla es que Sánchez prefiera volver a Ayuso, que le endosa revolcones de banderillero o de chachachá, antes que insistir con Feijóo. Cuando Feijóo se suponía que estaba tocado con lo de la insolvencia, el parchís del CGPJ (por lo menos, Sánchez admite que se juega los jueces al parchís) y las encuestas que lo desinflan, de repente nos vuelve a salir Ayuso en el teletipo y en el Nodo. Ayuso ya casi parecía una solterona de Lorca, atareada y olvidada, tejiendo sus pañuelos o sus rizos negros entre negras rejas de su casa de reloj, y de repente vemos que regresa a la actualidad, a las tertulias, que Ferreras le vuelve a dedicar ese kárate como de albañil o de panda que practica él ante las cámaras y que los sindicatos vuelven a extenderle pancartas entre piropo de rondalla y manta de bombero. No va a ponerse uno a mirar si la sanidad de Ayuso se diferencia mucho de la sanidad, un poner, de Susana Díaz, que seguramente no tanto, sino que me interesa más el cuándo y el porqué de este regreso a la fantasía de Ayuso, este recurrir a Ayuso como cuando se recurre, tras todos los fracasos y todas las melancolías, a la ex. 

A Ayuso le perrea una cantante brasileña que en realidad no sabía quién era Ayuso, que la tomó por influencer de botas y chupas o algo así, pero que la vio perreable, marchosa, encuerada y sexy para la provocación. Lo que no entiende uno es por qué Sánchez, el sanchismo, su búnker lleno de aromaterapia y meninas, le perrea a Ayuso mejor que a Feijóo, por qué ha buscado ahora a Ayuso para la provocación, que ya sabe que ella siempre le termina zurrando y dejándolo molido con un beso de carmín en el espejo o en la clavícula. Sí, yo creo que a Sánchez no le sirve Feijóo, le viene mal Feijóo, como les viene mal a los fotógrafos de revistas y a los tertulianos de la santa izquierdona y de la santa derechona, que ninguno sabe muy bien qué hacer con él, con ese tronco vestido de señor que está en el sofá o en la buhardilla de Génova.

Uno sigue teniendo muchas dudas con Feijóo, que ha renunciado muy pronto a esa batalla que no es “cultural”, como se dice, sino intelectual, para hacer sólo cuentas de labriego, de granos y solanáceas, también con los votos. Pero ahora ya me estoy planteando que hay algo ahí, bajo ese jersey de ardilla con jersey o ese trapillo de la cesta del pueblo, algo que da pavor a Sánchez, tanto como para ponerse a perrear ante los ojos rizados y astifinos de Ayuso antes que insistir con el hombre triste del paraguas y el bus de línea. Feijóo puede ser el segundo mito que construya el sanchismo queriendo hacer burlas de tontos y catetos. Ni siquiera se da cuenta Sánchez de que, mientras él perrea con su cintura de piña colada, el poli bueno o sólo soso y la poli mala o sólo lista van consiguiendo votos cada uno por su lado llovido o salvaje de la calle.