El ministro de Seguridad Social presentó a bombo y platillo su reforma de pensiones tras un Consejo de Ministros extraordinario celebrado el pasado jueves. La euforia de José Luis Escrivá es difícil de entender, teniendo en cuenta que su proyecto no cuenta ni con el respaldo de los empresarios, ni tampoco con el del principal partido de la oposición, que ya ha anunciado que lo echará abajo si gana las elecciones.

Pero a Escrivá esos pequeños detalles parecen no importarle. Como tampoco tiene inconveniente en descalificar el informe de Fedea realizado por Ángel de la Fuente, o los datos aportados esta misma semana por Rafael Doménech (director del servicio de estudios de BBVA donde, por cierto, el ministro trabajó hace años), que cuestionan el optimismo oficial respecto a la evolución del gasto y el déficit de las pensiones.

Llama la atención que, mientras que en Francia los sindicatos han convocado masivas movilizaciones y paros (los próximos serán el día 23 de marzo) contra una reforma que pretende subir la edad de jubilación de 62 a 64 años, aquí en España CCOO y UGT celebran la reforma Escrivá como si fuera una victoria. No les falta razón.

La lectura que hace el ministro es que los jubilados, a partir de ahora, no sólo no van a ver recortada su pensión, sino, muy al contrario, la van a ver subir de manera significativa. La reforma, recordemos, garantiza la revalorización todos los años conforme al IPC, y además mantiene el periodo de cálculo en 25 años, o, si sale mejor para el pensionista, le da opción de computar los últimos 29 años pero restando los dos peores. En la escasa documentación distribuida por el Ministerio de la Seguridad Social para explicar un cambio tan relevante que lleva años pergeñándose se afirma lo siguiente: "Un individuo de 25 años que se jubila en 2062 recibirá casi 25.000 euros más con la reforma". Un chollo.

¿Cómo ha conseguido el ministro llevar a cabo este nuevo milagro de los panes y los peces sin ser el Mesías? ¿Cómo ha sabido cuadrar la subida de las pensiones con el advenimiento a la jubilación de la generación del baby boom sin que eso provoque la quiebra del sistema? Por vías, en principio, indoloras... Desincentivando las jubilaciones anticipadas, destopando las cotizaciones máximas, con un recargo de solidaridad y el llamado Mecanismo de Equidad Intergeneracional (MEI). Es decir, haciendo recaer el coste del mayor gasto en los trabajadores y en las empresas pero sin hacerles sufrir demasiado.

De modo que la temida reforma de las pensiones, esa espada de Damocles de Bruselas para librar los pagos de los fondos Next Generation, sólo si el sistema se demostraba sostenible, al final será más beneficiosa para los pensionistas que el sistema anterior al decreto. ¿Pero cómo a nadie se le había ocurrido antes una idea tan brillante? Escrivá, reconozcámoslo, acaba de descubrir también para las pensiones la "excepción ibérica".

Al contrario que en Francia, aquí la reforma es celebrada por los sindicatos. Escrivá ha hecho el milagro de hacer sostenible el sistema subiendo las pensiones

Pero, vayamos a los números. Es más que dudoso que las medidas previstas para recaudar más alcancen una cifra equivalente al 3% del PIB (unos 39.000 millones de euros), como prevé el Ministerio. Sólo Escrivá cree que esto sea posible. Ningún servicio de estudios serios respalda esa tesis. Le pasa al ministro como a Tezanos, que es el único que ve subir al PSOE.

Pero incluso en el caso de que las previsiones se cumplieran, cosa poco menos que imposible, al final del periodo, allá por 2070, el Estado seguiría gastando en pensiones ¡el 12,4% del PIB! (dos décimas más de lo que gasta ahora). Esto es lo que se dice explícitamente en el documento entregado por el Ministerio a los periodistas.

Tampoco tiene lógica afirmar que el coste para las empresas y los trabajadores que más cobran será mínimo y, al mismo tiempo, sostener que el destope y los recargos (solidaridad y MEI) serán la fuente con la que se nutrirán las subidas de pensiones y el aumento de pensionistas que alcanzará su punto máximo en 2047. El ejemplo que figura en el documento del Ministerio para demostrar la levedad del castigo es tramposo. Se dice que el aumento del coste de las cotizaciones será de sólo 37 céntimos... por hora trabajada. Lo que significa casi 60 euros al mes y más de 700 euros al año. ¿Eso es mucho o es poco?

Todo depende. Los costes laborales de otros países como Alemania o Francia son más altos, sí, pero no por sus cotizaciones sociales, sino porque los salarios allí son más altos.

Pero lo peor de esta reforma es que no tiene en cuenta que se lleva a cabo en un país que tiene un índice de desempleo que supera el 13% (el más alto de la Zona Euro, cuya media de paro es del 6,5%). Si el empleo no crece y el paro no disminuye, es muy difícil que las pensiones sean sostenibles, incluso con la varita mágica del ministro Escrivá. Subir las cotizaciones a los trabajadores y, sobre todo, a las empresas es tanto como penalizar la creación de empleo en un país que lo que necesita es todo lo contrario.

Que un técnico como Escrivá se apunte a celebrar una reforma que incluye medidas como la subida de cotizaciones -no hace mucho criticada por él mismo- demuestra hasta qué punto la política ha terminado por convertir al ministro en un corista más de la orquesta de un Gobierno que sólo piensa en ganar las elecciones o en perderlas por la mínima.