El ministro de Cultura compareció ayer en el Congreso de los Diputados y expuso las líneas maestras de lo que será su gestión. Tras escucharle, me echo a temblar.

Llega Ernest Urtasun al ministerio con ánimo de marcar una etapa, de pasar a la historia. Hay políticos que no se conforman con menos, ya sea en Cultura, Exteriores o Igualdad. El resultado de ese interés en trascender puede ser, y en general lo es, desastroso. Ahí tenemos a Irene Montero y su ley de sólo sí es sí, que ha reducido condenas y excarcelado a más de un millar de violadores y abusadores sexuales.

Pero Urtasun, a primera vista, parecía sensato. Las apariencias engañan.

El ministro expuso ante los diputados un nuevo concepto de la cultura y del arte. Lo que él pretende es "superar el marco colonial o anclado en inercias de género y etnocentristas". Quiere que la pintura sea políticamente correcta y piensa imponer ese criterio en todos los museos públicos, empezando por El Prado.

Las obras de arte que representan alguno de los episodios del descubrimiento de América y de la obra de los descubridores son muchas. Pero, para el ministro, Cristóbal Colón no es el experimentado marino que convenció a los Reyes Católicos para financiar una aventura que cambió la Historia (esta sí con mayúscula), sino el capitán de los expoliadores españoles que llegaron al nuevo mundo con el único objetivo de llevarse sus riquezas y aniquilar a los indígenas que se les resistieron.

El ministro de Cultura pretende hacer una revisión del arte para convertirlo en políticamente correcto

En una emisora de radio Urtasun comparó lo que sucedió hace más de 500 en años en América con lo ocurrido en el Congo belga. ¿Sectarismo? ¿Incultura?. Tal vez ambas cosas.

Da Urtasun la razón a Andrés Manuel López Obrador (AMLO) cuando el presidente de México instó por carta al Rey de España a reconocer los atropellos que se cometieron durante la conquista y a pedir perdón por ello. O al presidente venezolano, Nicolás Maduro, que en una de sus homilías exigió a España "pedir perdón a toda América".

Es coherente, sin embargo, el ministro de Cultura con lo que piensa Ada Colau (gracias a la cual él es ministro). La ex alcaldesa de Barcelona y líder de los Comunes llegó a decir que España celebra en el 12 de octubre un "genocidio", y que deberíamos avergonzarnos por ser españoles.

El hecho de que el Reino de España considerase a los indígenas como súbditos de la Corona, con los mismos derechos y obligaciones que cualquier ciudadano nacido en Extremadura, no cuenta. Tampoco la fundación de universidades y la mezcla de los recién llegados con los habitantes del continente. Eso son minucias.

Naturalmente que hubo excesos en la misión evangelizadora. Pero tampoco había libertades ni Constitución en España, ni en ningún otro lugar del mundo y no por ello debemos arrancarnos la piel a tiras. Hay que juzgar aquellos tiempos con los criterios que regían en esos tiempos y no trasladar la visión política de una sociedad moderna a los usos y costumbres propios de las monarquías absolutistas.

En cualquier otro país, Urtasun habría sido destituido o corregido inmediatamente por el presidente o algún miembro del Gobierno. Pero no. Se asume con naturalidad que España fue una potencia colonizadora y genocida y se invita a los demagogos que lo proclaman a hacer una corrección histórica de todo aquello que no cuadre con la visión políticamente correcta de una izquierda que todo lo ve desde su particular perspectiva.

Hecha la presentación, ahora queda por ver cómo se va a llevar a cabo esa superación "del marco colonial anclado en las inercias de género o etnocentristas". Les aseguro que Urtasun, si se lo propone, también puede pasar a la historia, aunque para ello tengamos que convertir a Colón en un fascista con capa y peluca.