No hay nada como salir de la capital.

No hay nada como salir de la capital e irse a un pueblo.

No hay nada como irse de la capital e ir a Valdemorillo y, cuando resuena el silencio de homenaje a los guardias civiles asesinados en las aguas revueltas de Barbate, no se escucha ni una mosca, ni un viva España, nada, silencio sepulcral y respetuoso en Valdemorillo.

Ejemplar. Inaudito, llegamos a pensar.

Es por eso que cuando Juan Ortega hace su primer paseíllo, da sus primeros lances, se expone en definitiva en público por primera vez tras su espantá de Jerez, en el tendido apenas se murmura por lo bajini un "cásate conmigo" o el más enigmático "viva el amor". Pero nada, murmullos imperceptibles de tendido.

Cuando le sale el mejor toro de la tarde y se pone a hacer lo que mejor sabe y por lo que cobra, dígase su profesión, Juan Ortega hace pompas en el aire, genuflexo, en pie, con la izquierda, a compás, rota la cintura hasta ahí detrás, andando con garbo, aprovechando incluso sin exprimir del todo -aparentemente- a su buen toro de Cuvillo. La plaza, entonces, satisfecha, le pide las orejas, y por qué no el rabo.

Juan Ortega da dichoso la vuelta al ruedo. Llega a ll0rar, dicen fuentes bien informadas. ¿Por qué? Porque ha cuajado un toro. Más bien, porque ha cuajado un toro dos meses y pico después de su espantá en Jerez, tiempo suficiente para el olvido en España.

La España que lo quiso escuchar en la Cope, hace un par de semanas, se percató de que Juan Ortega no era un monstruo que había perpetrado su venganza fría minutos antes del altar. Dio sus explicaciones a Carlos Herrera y la marejada pasó a marejadilla. Dos semanas después, si acaso un sarcástico "viva el amor" trepaba por los tendidos de Valdemorillo.

El olvido en España, digno de tesis.

Entonces va Juan Ortega, cita al de Cuvillo con la izquierda y el toro acaba allí detrás para acometer de nuevo, quebrado. Triunfo rotundo, lean las crónicas.

Dos orejas y, según fuentes bien informadas, más de cuarenta contratos a la vista.

España olvida y claro que no ahoga.