Las citas electorales de carácter local, en su gran mayoría, suelen tener la característica de que, lo que se juega, no es tan sólo la renovación de los respectivos parlamentos autonómicos, la mera reválida de su presidente, o su sustitución forzada por una nueva mayoría. El momento político por el que atraviesa el país, siempre, acaba por definir un escenario que es interpretado, en la jerga periodística, en clave nacional. A nadie le cabe duda de que el actual es endiablado para España. Es en este contexto en el que los gallegos están llamados a las urnas el domingo, 18 de febrero. 

Galicia es un territorio político extraordinariamente particular. Una comunidad con especificidades que la convierten en difícilmente extrapolable a otras, con una ‘previsibilidad’ en cuanto a sus resultados electorales que la ha convertido en uno de los tradicionales feudos de la derecha conservadora. Salvo períodos muy cortos, como el gobierno bipartito del socialista Pérez Touriño, o el más lejano González Laxe, los gallegos no han conocido en democracia más presidentes que Fernández-Albor, Fraga Iribarne, Núñez Feijóo o Alfonso Rueda, todos ellos de derechas, todos ellos de Alianza Popular, y después del Partido Popular. 

Al PP se le atraganta, una vez más, la última semana de campaña...

Una de las notas de esta campaña ha sido la constatación de esa facilidad del Partido Popular para dispararse en el pie durante los últimos días, cuando más cerca se avistan las urnas y más obligados están, tanto los líderes como los aparatos de las distintas formaciones, a afinar sus mensajes y convencer a los indecisos. Galicia, ya se ha dicho, es un escenario en el que tradicionalmente arrasa la derecha más conservadora. Un ‘cacicato’ desde los tiempos en los que la presidía Manuel Fraga que, legislatura tras legislatura, trituraba con mayorías absolutas, una tras otra, a sus rivales socialistas y nacionalistas. La tradición fue mantenida por Alberto Núñez Feijóo, que guarda con el exministro franquista sólo alguna similitud: la de haber sido presidente de su comunidad durante casi dos décadas amén de líder nacional de la derecha española, sólo que el caso del primero, el tránsito fue de Madrid a Galicia, y en el del actual presidente del PP, el camino ha sido el inverso. 

El arranque de esta carrera electoral no fue por tanto diferente de los anteriores; el PP partía como máximo favorito en los sondeos y no parecía que Alfonso Rueda fuera a tener problemas para mantenerse en su despacho del Palacio de Raxoy. El cuento, sin embargo, ha ido cambiando con el transcurso de los días. Al PP sólo le vale para gobernar la obtención de la mayoría absoluta, que en el parlamento de Galicia son 38 escaños. Las últimas encuestas han ido recortando la intención de voto de los populares hasta llegar a la última, en la que el CIS de José Félix Tezanos  refleja una horquilla para Rueda que en su estimación más favorable le otorga esos 38 parlamentarios, y en la más desfavorable sólo 34. Ya sabemos que fiarse de las encuestas del CIS, en los últimos años, se ha convertido más en un acto de fe que en una valoración meramente. Sin embargo no hay que que olvidarse que en las últimas elecciones generales fue la encuesta que más se acercó a los resultados definitivos.

Un off the record’… ¡ay!

¿Qué ocurrió para que el horizonte se haya complicado tanto para los de Núñez Feijóo? ¿Cómo en un momento de franca debilidad del presidente del Gobierno y líder del PSOE, Pedro Sánchez, enormemente desgastado por las dificultades de amarrar una alianza sólida con Junts y ocupado en los ya cansinos ‘tiras y aflojas’ de la Ley de Amnistía? 

Durante la primera semana de campaña, ni la denuncia, incluso por parte de ministros de Sánchez, de los contaminantes pellets, estrategia que se demostró equivocada para la izquierda desde que inmediatamente aparecieron también en Asturias o en el País Vasco, ni las movilizaciones reiteradas contra las políticas de la Xunta, en materia social o sanitaria, parecían debilitar ni un ápice a Alfonso Rueda que por salir, salió incluso indemne de un debate en el que todos estaban contra él. He repetido hasta la saciedad que los debates electorales, salvo distinguidas excepciones, no sirven para demasiado; este no fue una excepción. 

¡Algo tenía que ocurrir… y ocurrió!

Son conocidas las dificultades en materia de comunicación política del centro-derecha en España, que contrastan, históricamente, con la habilidad que demuestra el PSOE. Algo tenía que pasar, y pasó. 

El ‘cisne negro’ fue una torpeza del líder popular en un ‘off the record’ con 16 periodistas dio a entender que llegó a considerar la concesión de una amnistía, bajo ciertas condiciones, a Carles Puigdemont

El ‘cisne negro’ fue, en este caso, una torpeza del líder popular en un ‘off the record’ con 16 periodistas, en el que pareció no ser capaz de explicarse bien, al dar a entender que en plena vorágine negociadora para resultar investido, llegó a considerar la concesión de una amnistía, bajo ciertas condiciones, a Carles Puigdemont. ¡Lo mismo por lo que critica a Pedro Sánchez! 

La especie fue difundida a la velocidad del rayo por casi todos los medios, no solo los tachados de ‘gubernamentales’… incluso por algunos de línea ultraderechista y simpatizantes de Vox, a los que Núñez Feijóo nunca ha caído demasiado bien. ¡El incendio quedaba declarado! 

La inesperada ‘tormenta perfecta’ obligó a Núñez Feijóo a ‘desmentir-rectificar-matizar-concretar’ la panoplia de argumentos que desgranó ante el grupo de informadores. La iniciativa pasó a ser para un líder socialista que no pasa, precisamente, por su mejor momento político. Lo era, además, en el mismo marco en el que sus rivales llevaban atacándole desde que las urnas del 23-J y su hábil negociación de los acuerdos de investidura posibilitaron que se mantuviera al frente del Ejecutivo.  

Al igual que ya ocurrió durante la segunda semana de aquella campaña, en la que se desfondaron inexplicablemente tras su éxito del 28 de mayo, en vísperas de este crucial 18-F, los populares vuelven a no tenerlas todas consigo y desean, fervientemente, que el partido acabe cuanto antes. La incógnita es ahora doble: hasta qué punto un crecimiento de la izquierda nacionalista, superior al estimado, y el trabajo de ‘zapa’ de Vox, cuyas estimaciones, independientemente de que consigan o no un escaño, puede llevarles a superar el 4 por ciento de los sufragios, serán suficientes para dejar a Alfonso Rueda en el banquillo durante los próximos cuatro años.  En este punto conviene aclarar que hace mucho más daño al PP perder un puñado de votos en favor de Vox que al bloque de izquierdas, BNG y PSOE, un hipotético desfondamiento de Sumar o la irrelevancia de Podemos.

¿El PSOE trabaja para Pontón? ¿Y qué, si así fuera?

El PSOE ha ejecutado, en paralelo, otra maniobra que a mi entender es magistral: poner toda la carne en el asador para elevar y apuntalar a la líder y candidata del BNG, Ana Pontón, aún a costa de ‘descuidar’ ligeramente a su candidato, José Ramón Gómez Besteiro. Si todas las encuestas coinciden en situar al PSOE gallego como tercera fuerza política, alcanzar 12 escaños o 14, a los de Sánchez le da absolutamente lo mismo. Lo que no les da igual, en absoluto, es acariciar el hito histórico de arrebatarle Galicia a la derecha. Si el PP no consigue un resultado superior al 45 por ciento de los votos y el BNG sobrepasa, siquiera ligeramente, el 30 por ciento, en virtud de la ya célebre Ley Electoral española, y el no menos célebre sistema de reparto de escaños inventado por aquel belga de apellido D’Hont, pondrían en bandeja al presidente del Gobierno lo que hasta hace apenas una semana parecía imposible. 

El espaldarazo para Pedro Sánchez sería de tamaño ‘XXL’. El puñetazo en las expectativas de Alberto Núñez Feijóo, también. Las cañas se han tornado lanzas para el PP. Ni siquiera parece una buena idea la presencia masiva, en las últimas jornadas de la campaña, de la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso, eterna aspirante a mudar su despacho desde la Puerta del Sol hasta la calle Génova. Si Alfonso Rueda revalida su cargo, Núñez Feijóo habrá salvado un difícil match-ball; si no, tendrá notables dificultades, porque las explicaciones le serán exigidas a él, no actual presidente de la Xunta de Galicia.