Lo inimaginable es posible. Por primera vez en la Historia la Unión Europea va a separarse de uno de sus miembros. Al solicitar hoy miércoles 29 que se active el artículo 50, la primera ministra británica, Theresa May, pone en marcha la cuenta atrás para el Brexit, la salida del Reino Unido de la UE, que se aprobó en referéndum el 23 de junio de 2016 y que será efectiva en dos años, es decir, en la primavera de 2019. Comienza a negociarse el primer divorcio a la europea con una factura que la UE estima en 60.000 millones de euros, que deberían aportar los británicos, quienes no consideran justificada la cantidad.

El Tratado de Lisboa prevé en su artículo 50 el mecanismo para que se pueda activar la retirada voluntaria y unilateral de un país de la UE. “Todo Estado miembro podrá decidir, de conformidad con sus normas constitucionales, retirarse de la Unión», dice literalmente. Lo redactó el diplomático británico John Kerr, que ahora se sienta en la Cámara de los Lores y que mantiene que el proceso puede pararse en cualquier momento. Sin embargo, ya no se trabaja sobre una vuelta atrás sino sobre cómo seguir avanzando pese a todo.

Fue una novedad del Tratado esta cláusula de salida, que entró en vigor en diciembre de 2009, apenas cinco años después de su mayor ampliación, a diez países, la mayor parte de Europa del Este. Ha sido el Reino Unido, tras 40 años como miembro de la UE, que siempre ha mantenido una relación especial con el continente, el primer país en querer dejar la Unión Europea.

En el referéndum, un éxito de Nigel Farage, quien fuera líder del eurófobo Partido de la Independencia del Reino Unido (Ukip), y secundado por notables conservadores, la opción de la salida de la UE, conocida como Brexit, venció por un 51,9% frente a un 48,1% del remain (quedarse en la UE). En Escocia, Irlanda del Norte y Gibraltar ganaron los europeístas, y muchos lo esgrimen para ensayar otras vías, como los escoceses, que ahora pretenden celebrar un nuevo referéndum.

El Brexit supone un revés pero ya se da por descontado. Ahora interesa que la negociación sea rápida"

“El Brexit supone un revés para la Unión Europea, pero ya se da por descontado. Ahora lo que le interesa a Europa es que la negociación sea rápida. Durante las conversaciones puede haber discordancias, si se anteponen los intereses nacionales y no una posición común europea, pero ahora prevalece la unidad y los países se han colocado detrás de la Comisión”, afirma Ignacio Molina, investigador principal del Real Instituto Elcano de Madrid, que está convencido de que el Brexit “será un elemento que compactará a la Unión Europea”.

La prueba de fuego a la que se enfrentan tanto el Reino Unido como los Veintisiete tiene como eje precisamente el proceso de divorcio que empieza el miércoles 29 de marzo. El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, ha anunciado que la UE hará públicas sus directrices en breve, pero habrán de ser ratificadas por la cumbre de los Veintisiete del 29 de abril.

Luego encomendará a la Comisión hacerse cargo oficialmente y se tratará sobre los términos de la negociación durante unas semanas. Se calcula que el primer cara a cara no sería hasta finales de mayo. Al mismo tiempo, el Reino Unido habrá de adaptar la legislación comunitaria para acabar con la supremacía legal de la UE.

El jefe negociador de la UE, Michel Barnier, da prioridad a la factura del divorcio, por el que Bruselas va a exigir unos 60.000 millones de euros y a los derechos de los ciudadanos. Sin embargo, los británicos ven exagerada esta cantidad, y pretenden que se negocie a la vez cómo será la relación futura, el acuerdo comercial. Ahí es donde pueden jugar con los intereses particulares de cada una de las 27 naciones.

La UE pondrá sobre la mesa una factura de 60.000 millones pero los británicos no ven justificada esta cantidad

Ha sido el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, quien ha sugerido que el Reino Unido tendría que pagar unos 60.000 millones de euros en virtud de los compromisos presupuestarios adquiridos, una exigencia que el ministro británico para el Brexit, David Davis, cree que no tiene explicación, según declaró a la BBC. Dijo que el Reino Unido no pagará "nada parecido" a tal suma, pero aseguró que su país cumplirá con "sus compromisos internacionales, sean las que sean".

El dinero será un primer motivo de discrepancia, aunque, en opinión de Ignacio Molina, "al final no será lo más complicado, porque lo difícil es negociar sobre lo que no se puede dividir. La factura no es tanto el dinero en sí sino cómo se reflejará en el acuerdo global".

Para Matthew Bennett, editor de The Spain Report, "la cuestión del dinero es relativa, porque 60.000 millones quizá no sea tanto, pero como contribuyentes netos dirán que ya han aportado bastante".

Otro elemento muy relevante de discrepancia es si van a la par el divorcio y el acuerdo futuro, o primero se cierra el divorcio sin vincularlo a cómo será la relación tras el Brexit. Será este asunto sobre el que pivotará toda la estrategia de los británicos y de los Veintisiete. Según Pol Morillas, investigador sobre asuntos europeos en el CIDOB de Barcelona, “el Reino Unido va a intentar jugar al divide y vencerás a través de contactos con los estados, que tienen intereses diversos. A Londres le interesa que la relación sea con las capitales, no con la Comisión”.

Morillas explica que el acuerdo de salida se vehicula por el artículo 50 mientras que la negociación posterior es como, por ejemplo, la que acaba de cerrar la UE con Canadá, con un tercer estado, y lleva más tiempo. “Lo máximo a lo que puede acceder la Unión es a un acuerdo transitorio, que se refiera, por ejemplo, a la protección de los ciudadanos europeos en el Reino Unido y británicos en la UE, pero no la totalidad de la discusión. También se puede fijar que todo siga igual mientras no haya un acuerdo”, añade el experto.

Theresa May confirmó que el Reino Unido opta por un Brexit duro, es decir, va a retomar el control aduanero y dejarán el mercado único. En el caso de la República de Irlanda, lo que prefiere, y también los irlandeses, es que "no se vuelva a las fronteras del pasado", como medida excepcional. Asegura que “desea garantizar los derechos de los ciudadanos europeos en el Reino Unido y de los británicos en la UE, tan pronto como podamos”.

En teoría, a todos les conviene un acuerdo rápido y práctico. Pero en la práctica puede suceder, como afirma Matthew Bennett, como en los divorcios entre parejas, “que se convierten en algo personal”. El proceso es muy complejo y el riesgo de descarrilar grande. “Va a ser un caos. Se ha tardado ocho meses en llegar hasta aquí. Ahora empieza a contar el reloj. Si no hay acuerdo de divorcio en dos años, el Reino Unido estará fuera, empresas, ciudadanos, el riesgo es monumental”, señala Bennett.

El caso de Gibraltar es un buen ejemplo de cómo el Reino Unido jugará con los intereses nacionales"

May mantiene que prefiere que “no haya acuerdo a un acuerdo malo”, pero no deja de ser un argumento para presionar a los Veintisiete, que representan intereses bilaterales con el Reino Unido muy diferentes. “El caso de Gibraltar es un buen ejemplo de cómo el Reino Unido jugará con los intereses nacionales. Dicen que todos se colocan detrás de Barnier pero si España ve la oportunidad de lograr un reclamo histórico con Gibraltar, ¿qué hará?”.

El ministro principal de Gibraltar, Fabián Picardo, ha expresado en el Parlamento británico su temor a que “España tome ventaja del Brexit para crear interrupciones en la frontera”, es decir, que se amenace con cerrarla, lo que perjudicaría a los trabajadores que la cruzan a diario.

En el camino del Brexit, la primera ministra británica también se ha encontrado una sorpresa inesperada con la reivindicación de los escoceses de un nuevo referéndum, la amenaza del Escoxit. Los escoceses querían mayoritariamente quedarse en la UE (62% frente al 38%) y ahora se ven obligados a salir.

"Escocia añade presión interna a la primera ministra británica, Theresa May, al poner sobre la mesa el referéndum de nuevo. Londres acepta el estatus especial con Irlanda del Norte porque Irlanda lo quiere también, pero el caso escocés es diferente. España tampoco lo querría”, señala Ignacio Molina.

En este caso, May se va a negar en rotundo a que haya un nuevo referéndum, cuyo resultado actualmente no favorece a los partidarios de la independencia de todas maneras. Escocia intenta presionar al Reino Unido y demanda, como se lo planteó la primera ministra, Nicola Sturgeon a Theresa May el lunes en Edimburgo que sea antes de que la primavera de 2019. El Parlamento de Edimburgo dio luz verde a ese segundo referéndum, secundado por nacionalistas y ecologistas, apenas horas antes de que May invocara el artículo 50.

“Esta vez Downing Street va a decir que no al referéndum en Escocia. Ha de contar con el gobierno y el Parlamento para celebrarlo y no va a conseguir su apoyo. Los nacionalistas escoceses intentarán conseguir más poder a cambio”, afirma Bennet.

El Brexit es un quebradero de cabeza porque las negociaciones restarán la atención que se requiere para repensar la UE"

Lo peor del Brexit no es el efecto contagio, que parece de  momento controlado, sino que va a requerir mucho esfuerzo y mucha dedicación en un momento crucial para la UE. Cuando el debate debería centrarse en cómo seguir avanzando, los Veintisiete estarán enmarañados en una prolija negociación.

“El Brexit es un quebradero de cabeza porque las negociaciones restarán la atención que se requiere en este momento para repensar la Unión Europea. Va a consumir energía y puede ser un freno en el proceso", señala Pol Morillas.

Sin embargo, Ignacio Molina es optimista, especialmente si se supera el escollo de las elecciones presidenciales francesas y vence el candidato europeísta, Emmanuel Macron. “A corto plazo el Brexit actúa más como una vacuna que como un factor de contagio. El temor es que países que dudan sobre la UE finalmente vean que el trato con el Reino Unido le resulta beneficioso. Eso sí podría provocar un contagio. A la UE no le interesa que al Reino Unido le vaya bien porque otros podrían querer seguir su camino. Si en Francia gana Macron tendrán el presidente más europeísta en décadas, y en Alemania con Angela Merkel o Martin Schulz, al frente, habrá ocasión de renovar el espíritu europeo en la Unión”.

De nuevo el camino de la vieja nueva Unión Europea, una vez asumido el escollo británico, pasa por París, sobre todo, y también por Berlín. El Brexit pondrá a prueba los resortes de esa unidad que han evocado los Veintisiete en el 60 cumpleaños de la Unión, pero podría ser un revulsivo. En inglés el artículo 50 ha causado un seísmo, pero si se invoca en francés será un tsunami y poco quedará en pie en el edificio europeo.