A seis días para las elecciones del 21-D, mirar las encuestas no sirve para saber quién gobernará Cataluña la próxima legislatura. No permite atisbar pactos de gobierno. No deja entrever mayorías claras de ninguna clase. No permite hablar de vencedores, aunque acaso sí de vencidos. Las encuestas de cara al 21-D sólo sirven para subrayar una evidencia: de las urnas saldrá, otra vez, una Cataluña dividida en dos mitades casi perfectas.

Desde que Junts per Catalunya, y por lo tanto Carles Puigdemont, anunció que concurriría a las elecciones autonómicas, se han publicado 21 sondeos de opinión. Tanto privados como públicos, con el CIS a la cabeza. La evolución de las encuestas ha dibujado la caída de ERC, el crecimiento de JxCat y la ventaja que Ciudadanos obtiene de la división del bloque independentista. Hasta el punto de que un tercio de las encuestas pronostican que la lista que encabeza Inés Arrimadas será la candidatura más votada. Seis de las últimas diez, incluidas las encuestas internas de Junts per Catalunya y Catalunya En Comú, confirman esa tendencia.

Ni una sola encuesta pone al independentismo por encima de la barrera del 50% en votos

El independentismo ha vuelto a plantear el 21-D, como ya hizo el 27-S de 2015, en términos de plebiscito. Entonces lo ganó en escaños, con mayoría absoluta de 72 diputados, pero lo perdió en votos: 47,8%. En esta ocasión, referentes como Joan Tardà han puesto condiciones a la victoria: la autoproclamada República también necesita un mínimo del 50% de votos para legitimarse de cara al pulso o negociación con el Estado. Las encuestas dicen que se quedarán cortos.

Ni una sola de las encuestas publicadas en estos últimos meses le da al independentismo un 50% en votos. La que más se acerca es el tracking realizado por Junts per Catalunya el pasado 11 de diciembre, que coloca a la suma de su partido, ERC y la CUP entre el 46,3 y el 49,3%. Es el único sondeo que coloca al partido de Puigdemont, casualmente, por delante de ERC. Y también el que más ventaja da a Ciudadanos como primera fuerza.

La media de todos los sondeos publicados deja al independentismo muy lejos de ese ansiado 50%. Concretamente, en el 44,17%, un resultado que empeoraría en 3,6 puntos al cosechado en 2015. Un varapalo sonoro, que sería estruendoso si la derrota se produce también en escaños: a día de hoy, todas las encuestas dan a los tres partidos partidarios de la secesión una horquilla que baila por encima y por debajo de los 68 diputados que marcan la mayoría absoluta.

Ese 44,17% que las encuestas le pronostican al independentismo difiere en muy poco del 43,5% en el que sitúan a la suma de las fuerzas constitucionalistas: Ciudadanos, PSC y PP. Las tendencias se cruzan, pero la media las iguala. Junts per Catalunya, que empezó por debajo del 15% en las encuestas, ya se ha asentado cerca del 20. El camino opuesto al de ERC, que arrancó la campaña por encima del 25%.

El crecimiento más sostenido es el de Ciudadanos, que les roba a todos: especialmente al PP, pero también a PSC, comunes e incluso ex moderados de Junts pel Sí. Esa fuga se compensa con los que transitan de Podemos a CUP o ERC, y con los que abandonan al socialismo para votar a Oriol Junqueras.

El papel de llave, como el propio Xavier Domènech subraya siempre que tiene ocasión, le correspondería a Catalunya En Comú, el partido con opiniones más transversales sobre la independencia, y al que los sondeos colocan en un decepcionante 7,9%, que empeoraría en un punto el resultado de Catalunya Sí Que Es Pot en 2015.

Dicen los números que Cataluña seguirá siendo el día 22 lo mismo que el 20: una sociedad dividida en dos millones de firmes partidarios de la independencia, dos millones de firmes detractores, medio millón de equidistantes y algo más de abstencionistas. Una sociedad partida en dos.