Seguirán ahí por mucho tiempo, llamando a su conciencia y su historia e interpelando a sus autores. Los fantasmas de ETA le harán casi indisoluble a su pesar. Primero, decidió, debilitada como nunca y repudiada como siempre, anunciar que lo dejaba. Seis años más tarde, escenificar que se desarmaba de un arsenal que casi ya no tenía. Y ahora, 59 años después de su nacimiento, sin militantes ni estructura que desactivar, ETA anuncia que se disuelve. Pero las ‘cunetas de ETA’ no lo harán. Continuarán. Cuando termine el último acto de su macabra función sólo habrá finalizado su historia activa, el eco de seis décadas de asesinatos, extorsiones y bombas seguirá interpelándole con fuerza. ETA se va con ‘cunetas’ semienterradas en forma de cientos de casos sin resolver, de fracturas sociales difíciles de recomponer y de militancias terroristas ahogadas en décadas de prisión. Una historia que no podrá cicatrizar por sus autocríticas pendientes y sus perdones insuficientes. Será el rastro de la última función de ETA, una larga y negra sombra que su entorno, su mundo social y político, arrastrará durante décadas.

Es en esencia el análisis que historiadores, expertos y víctimas del terrorismo etarra hacen de lo que quedará después de que la banda, tras hacer público un singular reconocimiento del daño causado y petición parcial de perdón, anuncie su disolución. El comunicado que este viernes dio a conocer la banda y en el que reconocía una parte del daño causado es reflejo de que ni siquiera en este momento en el que quiere cerrar su existencia ha sabido hacerlo. ETA dosifica sus peticiones de perdón, justifica sus crímenes si son agentes activos “del conflicto”, advierte del “relato” que se quiere hacer para condenar su historia y hace llamadas a esclarecer “toda la verdad” y determinar autorías de lo sucedido pero sin reconocer sus propios crímenes pendientes.

En cuestión de días todo apunta a que Bayona albergue el capítulo final de ETA. Ya lo hizo con su desarme. El acto se anuncia para el primer fin de semana de mayo. En su último comunicado –fechado el 8 de abril y hecho público ayer- la banda terrorista no se refirió a ello. Los detalles llegarán este lunes en una comparecencia pública de los mismos agentes que ya le llevaron de la mano a entregar su arsenal; el Foro Social, los ‘Artesanos de la Paz’ y el Grupo Internacional de Contacto de Brian Currin. Será sólo una escenificación que evite representar la derrota. Hace años que de la banda en realidad sólo quedan sus presos.

En ese instante ETA habrá desaparecido formalmente. Su legado continuará abierto en carne viva. “Si no entierras bien a tus muertos los fantasmas acaban apareciendo al cabo del tiempo”, asegura Antonio Rivera, Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad del País Vasco.

La sombra que le perseguirá

Y los cadáveres que en su opinión amontona en su ‘cuneta’ no son sólo las cientos de víctimas y sus familias que desconocen quién y cómo asesinaron o hirieron a su ser querido. Esos son sólo los más evidentes y graves. Rivera señala que el impacto que perdurará en la sociedad vasca, y en especial en el entorno de la izquierda abertzale, será el gran lastre del que no se recuperará ese mundo hasta que esté en manos de una nueva generación “que no haya conocido a ETA”: “Ha sido su alfa y omega, ETA es la organización que ha marcado su discurrir político, sus estrategias, y desmarcarse de eso supondría desmarcarse de su propia esencia, de su razón de ser. Esa contradicción les va a perseguir durante mucho tiempo”.

Es en ese contexto donde sitúa Rivera el modo en el que ese mundo ha ideado cómo debe ser el epílogo de la banda. Escenificaciones como las llevadas a cabo en Bayona para el desarme y que se repite ahora para anunciar su disolución, “tratan de hacer el ‘boca a boca’ al muerto para que tenga un entierro lo más digno posible para su propia gente”.

Escenifican su final, es hacerle el 'boca a boca' al muerto para que tenga un entierro lo más digno posible para su propia gente"

El ‘entierro’ de ETA no será silencioso y el duelo, quien lo haga, mucho menos. Sus víctimas no permitirán que lo sea. Antes de dejar morir a ETA definitivamente la banda deberá haber abonado sus deudas. Los colectivos de víctimas anuncian ya que no cejarán en recordarle su particular ‘cuneta’: “ETA podrá disolverse pero el sufrimiento no va a desaparecer. Los muertos y heridos sin culpables seguirán ahí, por eso continuaremos reivindicándolo, exigiendo que los huidos sean detenidos y que los culpables de los casos pendientes sean condenados. Esto no ha terminado”. Quien lanza la advertencia es Carmen Ladrón de Guevara, abogada de la principal Asociación de Víctimas del Terrorismo, la AVT. Asegura que el derecho a conocer la verdad “no prescribe” aunque ETA esté disuelta.

Es evidente que el foco ya no alumbra a las víctimas como lo hacía en los años más duros del terrorismo. También los micrófonos son ahora menos numerosos.

Pero en la AVT insisten en que quedan demasiadas cuestiones por resolver. Ladrón de Guevara se sorprende de lo rápido que en determinadas partes de la sociedad española se ha comenzado a olvidar: “Cuando digo que soy abogada y que me dedico a temas de terrorismo me dicen que ya no tendré trabajo, que no tendré juicios. Pues sí, sí los tengo, y muchos. Hace dos semanas logramos la condena para el autor de un atentado de 1995 que estaba sin resolver. Ese sigue siendo nuestro día a día”.

Sobre la mesa quedan demasiados casos por esclarecer, 311 según la contabilidad de la AVT. Las posibilidades de resolverlos disminuyen cada día que pasa. Los 20 años que la ley establece para que prescriban, -si no se ha llevado ninguna nueva actuación judicial sobre ellos-, pesan como una losa para cientos de familias. Y el reloj no deja de correr. El año en el que ETA escenificará su defunción, 2018, es de los buenos. Los que ahora deberían pasar al cajón de prescritos, los correspondientes a 1998, están todos resueltos. Los seis asesinatos que cometió la banda ese año tienen condenados, no así muchos de los 784 que protagonizó antes de ese año y que o están prescritos o siguen sin avances judiciales significativos.

Cerrar la herida, la aportación pendiente

Gaizka Fernández Soldevilla lleva años investigando la historia de ETA. Es el responsable del área de Archivo, Investigación y Documentación del Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo y por sus manos han pasado todo tipo de casos. Advierte de que lo más importante en estos momentos es cerrar bien el final de ETA, evitar que nos arrepintamos en el futuro por no haberlo sabido hacer. Incluso insta a la banda terrorista a que colabore sin titubeos a ello: “Esa puede ser la gran aportación final de ETA para cerrar bien la herida que ha provocado, colaborar”.

La historia de la banda no son sólo sus víctimas mortales, también sus más de 2.500 heridos, los más de 80 secuestrados, los cientos de exiliados que se marcharon de Euskadi y los alrededor de 10.000 extorsionados a los que amargó la existencia. “A todos ellos se les debe verdad y justicia sobre lo que ocurrió”, apunta. Fernández Soldevilla cree acertado hacer un paralelismo entre el final del franqusimo y el de ETA. En la Transición los perdedores de la guerra siguieron sin respuestas sobre sus víctimas, enterradas en cunetas y fosas, y 40 años después continúan sin ellas: “Aquella herida se cerró mal. Con ETA también hay cuerpos que no han aparecido, que no se sabe dónde están, y crímenes sin esclarecer. Tenemos la oportunidad histórica para hacerlo bien, para curarlo bien. Las víctimas tienen derecho a saber quién mató a su familiar, a saber dónde está su cuerpo y que se haga justicia”.

Esto no ha terminado. Seguiremos exigiendo que los huidos sea detenidos y los culpables de los casos pendientes condenados"

La herida no sólo sangra en casa de las víctimas. Supura también en la sociedad vasca y navarra en forma de fractura, temores y odios. El clima social alimentado durante décadas ha modelado bajo la sombra de la amenaza de ETA a la sociedad actual, a las relaciones entre vascos y navarros y entre estos y el resto de España. Generaciones enteras de vascos aprenden desde 2011 a vivir sin ETA, sin sobresaltarse ante el último atentado, el enésimo comunicado o decepcionarse con la nueva ruptura de una tregua. Tampoco eso se disolverá cuando en 15 días ETA diga que lo deja. Rivera afirma que la distorsión que ha supuesto el terrorismo es tan profunda como la de una dictadura, “es una anormalidad extraordinaria”. El historiador de la UPV añade que la existencia de ETA ha definido de modo sustancial la convivencia en Euskadi: “ETA infectó toda nuestra vida, particular y colectiva”.

Corresponderá a las nuevas generaciones ‘post ETA’ recomponer el escenario, construir una nueva sociedad. Antes habrá que abordar de frente lo vivido y eso no será sencillo de hacer. “Aquí nadie pide cuentas, aún preferimos, en favor de la paz y la libertad, tener a la ‘bicha’ disuelta y que no dé más de sí. La siguiente generación, que no tendrá esta preocupación será la de nuestros nietos. Sucedió con los nietos de las víctimas de la Guerra Civil. Ellos no sentían el ruido de sables y comenzaron a demandar que los ‘fantasmas’ de aquel periodo comenzaran a salir de los armarios, de las cunetas. Con ETA ocurrirá lo mismo”, asegura Rivera.

La batalla del relato

La abogada de la AVT cree que será una tarea compleja recomponer una convivencia real si antes no se cierra bien el legado de dolor de ETA. “Es evidente que quedará construir una sociedad en libertad, que en Euskadi y Navarra se pueda vivir en libertad. Pero las víctimas nos dicen que a día de hoy aún tienen miedo a hablar en alto sobre los atentados. El ejemplo de lo que ha sucedido en Alsasua es claro de lo que aún nos queda por hacer y de lo que ETA nos ha dejado. Ese clima de odio y miedo no desaparecerá de la noche a la mañana”.

El primer peldaño se libra ya en forma de pulso; la construcción de un relato sobre lo sucedido. Acordar una verdad en el que se identifiquen las víctimas y los verdugos se antoja reto imposible, ni siquiera con un mínimo de “bases éticas” como se lleva años intentando en el País Vasco. La izquierda abertzale y su entorno lo han impedido, argumentando siempre que la violencia de ETA fue una reacción a “otras violencias”, equiparando las víctimas de la banda con las del terrorismo de Estado y negándose a repudiar el pasado de ETA. Ese mundo cercano al entorno etarra que también ha dado pasos, como su presencia en actos de recuerdo a víctimas de ETA. Pero se mueve despacio, cual paquidermo político, entre equilibrios y sensibilidades de todo tipo en su seno: arrepentidos, justificadores y ortodoxos.

"La herida del franquismo se cerró mal. Con ETA también hay cuerpos sin aparecer y crímenes sin aclarar. Tenemos la oportunidad de hacerlo bien"

Es ahí donde la Historia deberá consensuar un relato veraz aceptado por todos en el País Vasco, algo por ahora imposible. “Aquí es más sencillo seguir hablando de las guerras carlistas que de una cosa que está aún caliente, reciente”, asegura Rivera. Como historiador apela a la necesidad de que la historiografía sea el modo de lograrlo, aplicando metodología científica, “métodos historiográficos, acudiendo al rigor, a las fuentes y con un pensamiento cabal” para confrontar “relatos”: “En la historia nunca hay una única verdad. Lo que me preocupa es que tengamos que enfrentarnos, buscarla entre propagandistas o inventores del pasado, falsificadores o negacionistas. Por todo ello es necesario un análisis intelectual de lo ocurrido”.

Quizá habrá que esperar, dejar pasar el tiempo. Este catedrático de Historia Contemporáneoa cree que dentro de 20 ó 30 años los historiadores tendrán mayor libertad y acceso a recursos documentales y testimonios para cumplir con su función. “Las nuevas generaciones ya no estarán tan marcadas por las vivencias directas de los hechos. Entonces habrá vascos que levantaran la mano para preguntar cómo fue posible que en los 80 y 90 se asesinara por pensar diferente”. Rivera cree que ha llegado el momento de dejar de hacer “una historia del País Vasco por un lado y otra de ETA por otro”: “El País Vasco lo ha sido con ETA dentro. Hemos sido minoría los que hemos procurado escribir nuestra historia de este modo”.

Fernández Soldevilla también subraya que será complicado definir un relato común en el que todos se reconozcan. La propaganda ha comenzado a pulular, apunta, “ya tenemos a propagandistas elaborando un relato a posterior de lo que ha sido ETA”. Para este representante del Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo la amenaza de la manipulación del pasado “es uno de los grandes peligros”: “Por mucho que ETA desaparezca, ese es el caldo de cultivo del discurso del odio y si eso no se desactiva siempre permanecerá por debajo. Quién sabe si el día de mañana no tengamos un nuevo ‘caso Alsasua’. Por eso necesitamos un relato que permita a las futuras generaciones escapar de esa radicalización”.

Una esperanza en un tiempo mejor que las víctimas ven en la educación de las nuevas generaciones. Trasladar en las aulas un relato de lo sucedido para que no vuelva a repetirse: “Los jóvenes quieren saber. En algunas ocasiones, después de dar charlas en colegios los padres nos dicen que sus hijos les reprochan que no hayan contado nada de lo sucedido. Eso no puede suceder, tenemos que contarlo para que no se repita”, asegura Ladrón de Guevara.