Vox llegó a las elecciones de este domingo rodeado de incertidumbre, entre la euforia que trasladaban los líderes del partido y la irrelevancia a la que le condenaba el CIS, con una estimación por debajo del 0,5% en provincias como Jaén. Un error histórico del instituto sociológico, que cerró los ojos ante el avance de un movimiento más transversal de lo que al PSOE y a Adelante Andalucía les habría gustado. Ambos partidos perdieron votos hacia la derecha, aunque la mayor parte de los electores que abandonaron la izquierda la cambiaron por el sofá.

De las 10.038 mesas electorales que se constituyeron ayer en Andalucía, en 10.021 se contaron votos de la formación derechista. Sólo 17 mesas resistieron el envite: 13 en Sevilla, tres en Jaén y una en Granada. Una de ellas constituye el ejemplo más significativo del fenómeno de la desmovilización y la crisis de representatividad: la mesa 5-050-A, situada en Las Letanías, una de las zonas que integran el Polígono Sur de Sevilla, popularmente conocido como Las Tres Mil Viviendas, cuyos datos ha desgranado este lunes el politólogo Manuel Buñuel.

El retrato de la mesa en la que nadie votó a Vox es el de una con una abstención del 65%, en la que el PSOE y Podemos suman más de tres cuartas partes de las papeletas. Las mesas de los sectores más deprimidos del Polígono -Murillo y Las Vegas- aportan más datos todavía, relevantes en todo el espectro político: Ciudadanos se acerca mucho a Podemos y Vox supera al Partido Popular. Eso entre los que votan, que apenas llegan a un dramático 10% en algunas mesas.

Es cierto, sin embargo, que Vox recabó votos procedentes de antiguos votantes de izquierda. Lo dicen los datos del escrutinio y el análisis de los sociólogos que sí se acercaron a la realidad. Al PSOE se le escaparon votos en todas direcciones, también en esta. Y el retrato robot es claro: varón adulto indignado por el manejo de la situación en Cataluña y, especialmente, con el creciente peso feminista en el programa político de izquierdas, percibido en algunos sectores como un ataque contra el hombre del que Vox ha hecho bandera y argumento recurrente.

La fotografía general, sin embargo, supera el detalle y muestra a un partido que triunfa en las ciudades, que mejora con la renta y cuyo principal factor movilizador es el rechazo a la inmigración ilegal. Esto último se demuestra de manera evidente echando un vistazo a los municipios en los que Vox ha conseguido un mayor porcentaje de voto: los siete primeros pertenecen a la provincia de Almería y, por lo general, se corresponden con las localidades en las que se concentra un mayor porcentaje de población inmigrante procedente de fuera de la Unión Europea.

Vox triunfa en el corazón de la inmigración en España

El fenómeno de Vox creció en los invernaderos, como ilustra el gráfico que acompaña a este artículo. Balanegra, El Ejido, Vícar, Roquetas de Mar y La Mojonera, desde el cielo, son manchas urbanizadas que rompen el homogéneo blanco de plástico que rodea a Almería. En todos estos municipios Vox superó el 20 e incluso el 30%, llegó a ser primera fuerza por delante del PP y construyó el germen de su éxito electoral, contagiado después por toda Andalucía. Que Almería sería su pulmón fue lo único en lo que el CIS de Tezanos, siquiera remotamente, se acercó a la realidad social de la comunidad.

Todos estos municipios acumulan las mayores tasas de población inmigrante procedente de fuera de la Unión Europea de Andalucía. Y de toda España, con permiso de Alicante. En La Mojonera, un municipio de 8.717 habitantes, representan más del 30%. Un 23% en El Ejido -88.752 habitantes-, mismo ratio que en Vícar -24.957- y por encima del 17% de Roquetas -91.965 habitantes-, aún así en el 10º puesto de la inmigración en la comunidad autónoma. El duro discurso de Vox contra este fenómeno ha calado en una zona acostumbrada a las tensiones de la convivencia y la falta de ella.

La inmigración ha marcado el voto de Vox en todas partes: mientras en Cádiz se quedó en el 7%, en Algeciras se acercó al 20%

En este sentido, ningún ejemplo mejor que el de febrero del año 2000, cuando la zona estalló después de tres asesinatos cometidos en menos de dos semanas por inmigrantes que trabajaban en los invernaderos. El de Encarnación López, de 26 años y apuñalada por un marroquí que recibía tratamiento psiquiátrico, terminó por convertir El Ejido en un polvorín: las concentraciones pacíficas se transformaron en pocas horas en una ola violenta que incendió coches y destrozó locutorios, carnicerías halal y mezquitas. Hubo 22 heridos y el ministerio del Interior del Gobierno de Aznar tuvo que enviar hasta a 650 agentes de refuerzo a la localidad. A menor escala, en los últimos años se han repetido episodios similares mientras la tensión sigue latente.

La inmigración ha levantado los resultados de Vox no sólo en Almería, donde se daba por hecho. El partido de Abascal rindió bien en las ciudades, pero en unas mejor que en otras, dentro incluso de las mismas provincias. En Cádiz, por ejemplo, se quedó en un 7,1% en la capital pero se acercó al 20% en Algeciras, especialmente golpeada en los últimos meses por el drama de las pateras y de los barcos acogidos en su puerto, con su alcalde pidiendo ayuda a voces en los medios de comunicación al Gobierno de Pedro Sánchez.

Vox celebra haber roto la hegemonía socialista en Andalucía, aunque ese mérito le corresponde principalmente a la abstención. Su principal aportación electoral ha sido redefinir por completo el espacio político de la derecha, con una paradoja para el Partido Popular: la irrupción de otro partido por su derecha le ha llevado a los peores resultados de su historia, pero a la vez ha impedido el temido sorpasso de Ciudadanos.