Samuel Enrique Méndez, de 24 años, protestaba este martes junto a miles de personas en el municipio de La Victoria, estado de Aragua, pidiendo el cese de la usurpación y la caída del régimen de Nicolás Maduro. De entre miles fue elegido él: grupos armados progubernamentales, denominados popularmente colectivos, lo secuestraron y lo llevaron a uno de sus bastiones en el norte del municipio: la Ciudad Socialista La Mora. Horas después, cuentan sus familiares, lo devolvieron a la concentración ya como un cadáver. Con numerosos traumatismos y el tórax cosido a tiros. Como último homenaje, los concentrados en La Victoria pasearon su cuerpo sin vida durante dos kilómetros, envuelto en una bandera de Venezuela.

Samuel fue la primera víctima de la salvaje represión que el régimen chavista ha empleado en las últimas 72 horas para contener a las multitudes que han salido a las calles en todo el país para exigir su salida y el cumplimiento de la Constitución, que reconoce como presidente interino a Juan Guaidó. Maduro se perpetúa en el poder en base a unas elecciones ilegítimas, convocadas por una Asamblea Constituyente monocolor, creada exclusivamente para puentear a la Asamblea Nacional, democráticamente elegida en el año 2015 y controlada por la oposición, que obtuvo 112 de los 167 escaños de la Cámara.

Guaidó tiene la Constitución pero Maduro y sus acólitos tienen las armas. Samuel Enrique Méndez fue uno más, la víctima 54 en lo que va de 2019 en las protestas contra el régimen. 53 de ellas han muerto por balas procedentes de la Policía, el Ejército o los colectivos terroristas. Más de 270 personas han perdido la vida en protestas desde que Maduro llegó al poder, denuncia el Programa Venezolano de Educación y Acción en Derechos Humanos.

El siniestro marcador no para de crecer. Al mismo tiempo que a Samuel lo asesinaban a golpes y balazos en la Ciudad Socialista La Mora, a unos metros de allí caía herido Josnel Peralta -inicialmente identificado como Yosner Graterol-. 16 años. Ingresaba horas después al hospital central de Maracay sin que pudieran hacer nada por salvarle la vida: la represión chavista le había metido una bala en el brazo y otra en el hemitorax izquierdo.

La ONU reaccionó a las primeras horas de la represión mostrándose "extremadamente preocupada" por el "uso excesivo de la fuerza letal" contra los manifestantes. Para entonces ya se había visto en directo por televisión en todo el mundo como las tanquetas militares del régimen de Maduro atropellaban deliberadamente a los manifestantes que se concentraban en la Avenida Francisco Fajardo, junto a la base militar de La Carlota, que se convirtió en el punto caliente de las protestas el martes.

Las advertencias de la ONU le entraron por un oído y le salieron por el otro al régimen chavista. Mientras las tanquetas atropellaban a la gente en la Francisco Fajardo, policía y colectivos trataban de detener la marcha multitudinaria que avanzaba hacia el oeste de Caracas, liderada por el propio Juan Guaidó y por Leopoldo López, liberado horas antes. Fueron escenas de caos, violencia y surrealismo, en las que el fotorreportero Román Camacho captó una de las imágenes más icónicas de la semana: pistoleros vestidos de civiles disparando contra la población desde la sede del Ministerio del Poder Popular para el Transporte.

Una dinámica de represión violenta que se reprodujo este miércoles durante la jornada del Primero de Mayo, en la que miles de venezolanos volvieron a tomar las calles de la capital y el resto de principales ciudades de Venezuela. El día volvió a dejar más de 100 heridos y dos muertos en Caracas.

A Yoifre Jesús Hernández Vásquez, de 14 años, lo mataron con una bala en el costado que le atravesó todo el cuerpo en Chacao, cerca de la sede del ministerio desde el que operaban los colectivos la noche anterior. Murió este jueves.

Horas antes había fallecido Jurubith Rausseo, una joven de 27 años del barrio de Petare a la que metieron un tiro en la cabeza en mitad de las protestas. Dejó dos niños huérfanos, de cuatro y dos años, y la fotografía de un marido descompuesto mientras le comunicaban que no habían podido hacer nada para extraer la bala del cráneo de su esposa. Otras 16 personas siguen en estado crítico con heridas similares.

Unos mueren y otros sobreviven a la brutalidad. La Policía Nacional Bolivariana y los colectivos armados disparan indiscriminadamente ante cualquier avance, sin preguntas. Perdigones de gran calibre contra manifestantes, periodistas y personal sanitario que se emplea a fondo en las protestas. La organización Médicos por la Salud denunciaba en las últimas horas los disparos "a quemarropa a personal paramédico debidamente identificado". "Estamos documentando estos casos para llevarlos a instancias internacionales", escribía la asociación.

Las fuerzas de choque chavistas se emplean duro contra los periodistas, varios de ellos gravemente heridos en las últimas horas. Gregory Jaimes, que informaba en directo este miércoles para la cadena VPI, fue alcanzado por un mortero que le hirió el rostro y obligó a su evacuación por parte de la Cruz Roja, presente en el lugar. "Nos atacaron a toda la prensa a quemarropa", denunció el periodista Rafael Hernández, de NTN24.

La impunidad con la que se maneja la represión es absoluta. Se produce desde tanquetas, a pie o desde motos, en las que la policía se desplaza en parejas. Uno conduce y el paquete dispara. Los vehículos no tienen porqué ser suyos: también los roban. Este miércoles, Román Camacho documentó en vídeo como la PNB detenía a un ciudadano, le robaba la moto y posteriormente le agredía a puñetazos y patadas, antes de rematarlo con una salva de perdigonazos.

Balas, perdigones, ballenas y gas, el arsenal completo de un régimen en guerra contra su pueblo y decidido a bunkerizarse, mientras los afectos minimizan la represión o directamente se burlan de ella. "Están tragando gas como locos los escuálidos", decía, mientras se grababa en vídeo tras la linea policial que reprimía en La Carlota, un periodista afín al chavismo en el vídeo que más ha indignado a Venezuela en las últimas horas.