La decisión es compleja. Se basará en proyecciones, no en certezas y con ella se corre el riesgo de echar al traste parte del esfuerzo social e institucional hecho hasta ahora. Euskadi tiene pendiente unas elecciones, pero también, como el resto del país, aplacar una pandemia. La moneda la lanzará hoy al aire el lehendakari Iñigo Urkullu ante el resto de formaciones en la Mesa de Partidos ante la que defenderá la celebración de elecciones autonómicas la primera quincena de julio. El lehendakari quiere que la llamada a las urnas sea el primer gran acto multitudinario de la llamada “nueva normalidad”.

A la cita de esta mañana acude con dos informes, uno sanitario y otro jurídico, que avalan su tesis. Los expertos le aseguran que julio será el mes con menor incidencia del Covid-19 y que retrasar la convocatoria más allá es asumir mayor riesgo de rebrote. Urkullu planteará todas las opciones; antes de agosto o agotar las posibilidades hasta el 25 de septiembre, fecha en la que oficialmente se cumplen los 4 años de legislatura. La decisión puede que no se adopte hoy sino en una segunda reunión de la mesa de partidos a celebrar en dos semanas.

Lo que parece evidente es que la opción prioritaria para el lehendakari requerirá dar pasos en una fase delicada de lucha contra la epidemia. Cuando Urkullu firmó el decreto que dejaba en suspenso las elecciones del 5 de abril, también estableció que la decisión de una nueva fecha se adoptaría en común acuerdo con los partidos políticos y de manera inmediatamente posterior al levantamiento de la declaración de emergencia sanitaria que dictó el 13 de marzo.

El lunes comienza la fase 0 del plan de desescalada que tan poco ha gustado al lehendakari. Urkullu no perdona a Sánchez haberse convertido en el adalid del “Estado pluriprovincial” y en un mando único “ineficaz” que no cuenta con las Comunidades Autónomas en la toma de decisiones. Optar por comicios en Euskadi el 5 de julio, el primer domingo del mes, conllevaría convocar las elecciones el 12 de mayo, 54 días antes de su celebración, tal y como establece la ley. Antes de hacerlo, Urkullu debería dejar en suspenso la declaración de emergencia sanitaria que rige en el País Vasco desde hace casi mes y medio.

De esta forma, el País Vasco comenzaría a desactivar una parte de sus medidas de excepción. Lo haría casi al mismo tiempo que se inicia el plan de desescalada diseñado por el Ejecutivo Sánchez. Si el domingo elegido es el 12 de julio, Euskadi aún estaría en la Fase I de la desescalada en el momento de convocar a las urnas -19 de mayo-.

En plena desescalada

En cualquiera de los dos escenarios, la convocatoria electoral sería absolutamente excepcional por su procedimiento y llevaría a la sociedad vasca a una precampaña electoral en plena desescalada y de retorno a una cierta normalidad con la jornada electoral como colofón. En la mejor de las opciones, en la que Euskadi cumpliera todos los parámetros y fases en los plazos mínimos, no sería hasta el 25 de junio cuando finalizaría la tercera y última etapa de regreso a la normalidad relativa.

La incidencia de la abstención por temor al Covid-19, una de las incógnitas sobre el electorado de mayor edad

En ese caso, la campaña electoral para unas elecciones el 5 de julio debería contemplar -si se mantuviera el formato de 15 días- su inicio en plena desescalada. En la última fase los aforos máximos previstos contemplan limitaciones al 50%. En caso de optar por retrasar las elecciones una semana más tarde, el día 12 de julio, el País Vasco estaría estrenando –en el mejor de los escenarios- el retorno a la ‘nueva normalidad’.

Los partidos políticos reconocen que la situación es absolutamente excepcional. En algunos casos incluso defienden que no es aún momento de abordar la fecha electoral y que es recomendable esperar a que la crisis sanitaria esté plenamente resuelta. EH Bildu y Elkarrekin Podemos han sido los más críticos con la urgencia con la que Urkullu quiere convocar a los vascos a las urnas.

Las dudas sobre el impacto que las medidas de restricción de movimientos, de aforos, de garantía sanitaria o de miedo social que pueda condicionar el comportamiento electoral están hoy presentes en el debate. Con este calendario la celebración de las urnas, a las que estarían llamados casi 1,8 millones de vascos, se convertiría en el primer gran acto multitudinario.

¿Podrían celebrarse mítines políticos con normalidad? ¿Cómo se aseguraría la movilidad para acudir a votar? ¿Deberían habilitarse cabinas de votación? ¿Qué incidencia tendría el voto por correo? ¿A qué perfil de votante podría retraer más acudir a votar el miedo al Covid-19? Estas son sólo algunas de las dudas que está suscitando en las formaciones políticas el horizonte electoral que comienza a asomar tras el tsunami del coronavirus. Lo hace con la incógnita de poder volver a conectar en clave electoral con una ciudadanía a la que lucha contra el virus ha centrado todas las inquietudes desde hace dos meses.

La incógnita de la abstención

Fuentes del PSE aseguran que la situación es complicada pero que es imprescindible poder contar con un Gobierno electo y un parlamento constituido cuanto antes, “no podemos seguir mucho más tiempo funcionando a través de la Diputación Permanente”. Desde la formación de Mendia no ven con malos ojos la opción que hoy propondrá Urkullu pero prefieren esperar a conocer los detalles de su propuesta antes de pronunciarse. De igual modo, en el PNV defienden que la necesidad de dotarse de un Gobierno y una Cámara antes del inicio del próximo curso es una urgencia irrenunciable para afrontar con mayores garantías el inicio del próximo curso político. Un año que se prevé especialmente complicado por la crisis económica y social y por la amenaza de un rebrote de la epidemia que se anuncia.

Optar por el 5 de julio obligaría a celebrar la primera semana de campaña en la última fase de retorno a la normalidad

En el PP también desconocen cuáles son las opciones y medidas que planteará el lehendakari. “Para nosotros lo prioritario es que se asegure la garantía sanitaria de la ciudadanía”. El portavoz de los populares en el Parlamento Vasco afea al lehendakari que active ya la clave electoral cuando la situación epidémica está lejos de quedar controlada. También en Podemos creen aventurado plantear las elecciones cuando existe “mucha incertidumbre” sobre el devenir de la crisis. La izquierda abertzale no oculta su sorpresa por el anuncio de Urkullu y considera que lo urgente es, hoy por hoy, el control del coronavirus y no las elecciones.   

En un contexto de estreno de la ‘nueva normalidad’, en el que parece difícil que los contagios por Covid-19 hayan desaparecido, el temor en algunos sectores sociales a desenvolverse con normalidad aún persistirá. No es aventurado afirmar que, en la población de mayor edad, la de más riesgo en esta epidemia, las tasas de temor a acudir a un colegio electoral sean elevadas. Para las bolsas de votantes de mayor edad, que engordan principalmente el electoral de PNV, PSE y PP, podría incluso tener una incidencia en forma de abstención.

Corresponderá a la Junta Electoral determinar cómo sería el proceso electoral. Incluso decidir si se podrían adoptar medidas excepcionales como la reducción de la campaña electoral, la ampliación de los plazos para el voto por correo, el diseño de los colegios electorales, la limitación de aforo en los puntos de votación o la adecuación de los actos electorales de acuerdo a las medidas de seguridad e higiene establecidas.