Es un título con cada vez menos atributos: “socio preferente”. La preferencia se ha ido devaluando hasta casi desaparecer. Así al menos lo siente el PNV, que hace semanas que ha elevado el tono crítico contra Pedro Sánchez y su Gobierno. El discurso medido y comprensivo con el Ejecutivo hace tiempo que se arrinconó. La formación nacionalista fue un apoyo esencial en los primeros meses del Gobierno que derrocó a Rajoy, se convirtió en un aliado acrítico del PSOE hasta hace apenas unos meses y en una voz más de oposición reiterada hacia “las derechas” que osaban cuestionar al Ejecutivo que Sabin Etxea, junto a un rosario de partidos, apoyó.

Ese PNV ya no existe, se lo llevó el virus y la crisis económica. Ahora los nacionalistas vascos ya no ven con tan buenos ojos al Ejecutivo PSOE-Unidas Podemos, ni miden tanto sus reproches. Incluso han dejado de elevar tanto la voz contra Casado para sumarse al coro ‘antiderechas’ de los otros aliados de Sánchez. Es cierto que el PNV no ha roto con el presidente ni con el PSOE y que parece que está lejos de hacerlo. Pero ahora su apoyo es más frágil y más exigente, sabedor de que la toma de decisiones a la que obligará la crisis económica abre un laberinto demasiado incierto en el que ciertos apoyos pueden provocar heridas políticas graves.

La situación económica requiere un liderazgo más sólido, más eficiente y sobre todo, más coherente del que está demostrando Pedro Sánchez, reconocen en el PNV. Los nacionalistas primero cuestionaron el modo de liderar la pandemia, después pusieron en duda el liderazgo del presidente del Gobierno y ahora le recriminan que no cumpla la palabra dada, los pactos y los compromisos adquiridos con quien aún considera “socio preferente”. Tampoco gustan en Sabin Etxea los acercamientos que el Gobierno hace con Ciudadanos, una formación con la que el PNV difícilmente se entenderá.

Alejarse en Madrid, acercarse en Euskadi

El enfriamiento en Madrid, el tensionamiento de su relación, en la que ya no se evitan criticas gruesas contra el Gobierno, contrasta con la relación que socialistas y nacionalistas mantienen en Euskadi. En el primero, los de Andoni Ortuzar son el socio menor del binomio, en el segundo, el PNV es el miembro fuerte de la pareja, el que tiene potestad para elegir socio. Estos días, delegaciones de ambos partidos trabajan para ultimar a la mayor brevedad un acuerdo de Gobierno que permita revalidar la coalición de PNV y PSE. Es precisamente esa alianza en el País Vasco, replicada en diputaciones y ayuntamientos, la mayor garantía de no ruptura plena en Madrid.

El último encontronazo entre socialistas y nacionalistas lo ha provocado el anuncio del lehendakari de no acudir a la conferencia de presidentes. Urkullu aseguró que sin la celebración de la Comisión Mixta del Concierto no tiene sentido acudir a un foro en el que no se reconoce la bilateralidad en la relación entre Euskadi y el Estado en materia fiscal y económica. El plantón de Urkullu al foro en el que se debatirá el reparto de los 140.000 millones de ayudas europeas no ha gustado el PSE, que lo considera un “gesto vacío” e irresponsable en un momento como el actual, “es el momento de defender los intereses de Euskadi en un clima en el que debe prevalecer la colaboración institucional”, ha asegurado la líder de los socialistas vascos, Idoia Mendia.

El siguiente gesto de reprobación del ‘socio preferente’ ha sido advertir a Sánchez con no respaldar sus presupuestos: “Que no se moleste en llamar a nuestra puerta”, aseguró Ortuzar. Y ayer, el propio Aitor Esteban reprobó a Sánchez, asegurando que “sólo vive mirando la próxima curva” pero sin tener en cuenta “el coche, la ruta, la velocidad… la libra justito y ya está”. El portavoz del PNV en el Congreso, incluso ha mostrado su perplejidad por la “euforia” con la que el Gobierno ha recibido el acuerdo con Europa para recibir las ayudas millonarias, sin valorar que en realidad acarreará un filtro “proyecto a proyecto” de toda la acción del Gobierno de los próximos años.

El País Vasco debería contar para estas fechas con una cifra clave en un momento como el actual, el límite de endeudamiento con el que podrá operar. El pacto cerrado el 20 de mayo, y que el PNV mantenía en silencio y reprochó a Sánchez que lo hiciera público en plena sesión de control parlamentaria, establecía que el Estado autorizaría a la Administración vasca a endeudarse en la misma proporción en la que se redujera la recaudación. Cerca de iniciar el mes de agosto, el País Vasco continúa sin tener fecha para esa Comisión Mixta y eso ha disparado las alarmas en el PNV.

Acortar plazos

Urkullu tiene prisa por encarrilar su nuevo Ejecutivo y poder aprobar unos presupuestos de reconstrucción que, sin el límite de déficit al que le autorice el Estado no podrá ni siquiera esbozar. La próxima semana el Parlamento Vasco se constituirá oficialmente una vez acreditados todos los diputados de la Cámara, y se espera que para finales de agosto o comienzos de septiembre el tercer Gobierno de Urkullu pueda tomar posesión y comenzar a trabajar.

La mayoría absoluta de la que goza el Ejecutivo facilitará y acelerará la aprobación de las cuentas en las que el PNV ya ha avanzado que se deberán reforzar partidas y relegar otras. Los ingresos se hundirán, en torno a un 18%, y es en esa proporción en la que espera que se le pueda permitir emitir deuda. Sólo en el segundo trimestre de este año la economía vasca, que se encontraba en una situación sólida y con los niveles de desempleo más bajos de los últimos años, se ha desplomado un 20%. El consejero de Economía, Pedro Azpiazu, aseguró que “nunca en tiempos de paz se había visto algo semejante”. Los técnicos del Gobierno vasco esperan que la estimulación de la actividad económica iniciada a finales de mayo alivie parcialmente la caída.

Sin embargo, las noticias económicas no son positivas. Los anuncios de recortes de plantillas en algunas de las grandes empresas vascas, como Tubacex o Aernnova, y la previsión pesimista hecha por la consejera de Desarrollo Económico, Arantza Tapia de que este tipo de noticias no serán “ni una ni dos” inquietan en el Ejecutivo

Tensionar antes de acordar ha sido una vieja estrategia seguida por el PNV. Sucede que en esta ocasión la crítica va mucho más allá del reproche puntual y se repite cada vez con mayor frecuencia en la relación entre el Gobierno y el aún “socio preferente”. A ello se suma la fragilidad que engorda el otro socio del Gobierno, Unidas Podemos, situándole en una debilidad creciente. Tampoco ayuda a la relación el cada vez mayor entendimiento del PSOE con Ciudadanos o la distancia que empiezan a marcar otros socios de investidura como ERC o EH Bildu.

Una combinación de variables que sumada a la pérdida de ‘preferencia’ como aliado que empieza a percibir el PNV, sitúan al partido de Ortuzar en una posición incómoda. El futuro tan incierto y el devenir del propio Gobierno, ha forzado a los nacionalistas a marcar distancia y prepararse para cualquier nuevo escenario que depare el panorama postCovid que comenzará a dibujarse a la vuelta del verano.