Los ex consellers condenados por el 1-O, como antes los senadores y poco después los actuales consejeros de Presidencia, Interior, Territorio, y Políticas Digitales han seguido la senda marcada por Carles Puigdemont y han abandonado el PDeCat para integrarse en el nuevo Junts. Se consuma así la primera fase de la opa hostil lanzada por Carles Puigdemont al partido heredero de Convergencia. Un pulso que empezó con la candidatura a la Generalitat de 2017, tras la declaración de independencia y la aplicación del 155, y que Puigdemont confía en completar en las próximas elecciones autonómicas con el trasvase de votos y militantes a sus siglas que lo confirme como el único auténtico ganador del proceso independentista.

La actual dirección del PDeCat que lidera David Bonvehí exhibe sus teóricos 12.000 militantes heredados de CDC, frente a los 3.000 que atesora de momento el nuevo Junts, y los alcaldes que siguen fieles a las siglas para defender sus posibilidades de presentarse a las próximas elecciones autonómicas. Pero ha perdido a sus principales referentes.

Sin los condenados por el 1-O, la mayoría de los consellers, líderes parlamentarios y alcaldías de peso como la de Girona, el partido que comanda David Bonvehí ya sólo cuenta con Àngels Chacon en el Palau de la Generalitat, a la espera de que Artur Mas salga del silencio en el que se sumió cuando Puigdemont anunció la creación de un nuevo partido.

"Las últimas dinámicas, decisiones y pronunciamientos de la dirección que diriges y presides hacen muy complicado en conciencia mantener la doble militancia" advertía Jordi Turull a Bonvehí en la misiva en la que anunciaba la baja del partido heredero de CDC, donde inició su militancia política hace décadas. Turull apuntaba en su misiva, hecha pública en twitter, el argumentario en el que se basará a partir de ahora el "vaciado" del PDeCat para engrosar las filas de Junts: la dirección de Bonvehí ha recurrido, al "judicializar el conflicto" al recurso habitual de los gobiernos de PP y PSOE para frenar al independentismo.

Pese a los intentos conciliadores de Marc Solsona este lunes, tras la reunión de la ejecutiva del PDeCat, la demanda civil planteada contra la apropiación de la marca Junts por parte del partido de Puigdemont ha brindado al ex president fugado el argumento perfecto para dar la estocada a su ex partido. Un argumentario que avanzó en primer lugar el ex conseller fugado Lluís Puig, convencido de que algunos tienen "ganas de cerrar la carpeta Puigdemont".

La "traición" de Bonvehí: recurrir a la justicia

"Al ver esta jugada de ir a los tribunales estallé" aseguró Puig en Catalunya Ràdio. "No sé que tribunal quieren que resuelva este tema, si el tribunal que ha mantenido diez meses en prisión a Dani Gallardo o el que suspende al presidente de la Generalitat, o el que condena a cien años de prisión y a nosotros al exilio, o el que la próxima semana llamará a declarar a centenares de personas por el corte en la Jonquera". Todos los "agravios" que nutren el discurso independentista utilizados ahora contra la dirección del PDeCat.

En este contexto, solo la consejera de Empresa, Àngels Chacon sigue fiel al PDeCat con el cartel de futura candidata del partido a la presidencia de la Generalitat. Sus compañeros Meritxell Budó, Miquel Buch, Jordi Puigneró y Damià Calvet -hasta ahora con más peso orgánico en el PDeCat- han abandona la formación el bloque. También lo ha hecho el grueso del Grupo Parlamentario con carné encabezado por su presidente Albert Batet, y diputados históricos como Lluís Guinó o Ferran Roquer. De hecho, solo Solsona, portavoz del PDecat, y Lluís Font, siguen fieles a las siglas herederas de CDC.

División en el Congreso

En el Congreso las fuerzas están dividas al 50%. Laura Borràs, Miriam Nogueras y Jaume Alonso Cuevillas forman parte del núcleo duro de Puigdemont, pero Ferran Bel, Genís Boadella, Sergi Miquel y Concepció Cañadell forman parte de los fieles a la dirección del PDeCat. Al menos de momento. Bel, secretario de organización del partido, o Miquel siempre fueron partidarios de impedir la disolución del Partido Demócrata en el nuevo proyecto de Puigdemont, ya se llamara Crida o Junts, pero su objetivo era forzar la negociación para conseguir la deseada coalición que defendía Artur Mas como solución.

La ruptura, en los términos en los que se ha producido, y con Puigdemont dispuesto a purgar a todo aquel que se haya opuesto a su proyecto, podría llevar a algunos de estos diputados a engrosar las filas del ex president fugado.

La batalla por los alcaldes

Aunque la batalla definitiva será, sin duda, la del poder territorial. Puigdemont ha sumado a sus filas a las dos principales alcaldesas de la ex Convergencia: Marta Madrenas (Girona) y Anna Erra (Vic). Pero el PDeCat confía en mantener la extensa red territorial en la que se sustenta el poder del partido y que nutren sus alcaldes, aunque una cincuentena de regidores metropolitanos anunciaran el fin de semana que se cambiaban de siglas.

Bonvehí sigue conservando las alcaldías de Mollerusa, Igualada, Marc Castells, Lloret de Mar, Tortosa o Vilafranca del Penedés. Pero otros alcaldes, como Xavier Fonollosa, de Martorell, saben que no pueden implicarse en la batalla porque parte de sus regidores se ha pasado a Junts y arriesgan la alcaldía en esa batalla. Se trata, en todo caso, del segmento en el que menos influencia ha conseguido Puigdemont, que no pudo intervenir en las listas de las municipales -excepción hecha de Barcelona y Girona- y el sustento del poder territorial convergente. De conservar esa red depende la supervivencia del PDeCat o su desintegración definitiva entre fugas a Junts y el nuevo Partido Nacionalista Catalán (PNC) de Marta Pascal.