El chef británico Alberto Crisci ha explicado este lunes en San Sebastián cómo ha logrado aunar dos de sus pasiones, la cocina y la rehabilitación de personas que han pasado por la cárcel, en un proyecto que cuenta ya con cuatro restaurantes de éxito ubicados en otras tantas cárceles de Reino Unido.

Aunque en un principio las palabras prisión y restauración parece que no pueden ser más lejanas, este cocinero nacido en el sur de Inglaterra en el seno de una familia italiana ha demostrado que un local situado en una prisión, con menús modernos y de calidad elaborados y servidos por reclusos, además de cumplir una función social, son rentables y un buen negocio.

Crisci ha explicado el proceso de esta idea innovadora en el VI Foro Internacional de Emprendedores Culinary Action que organiza el Basque Culinary Center, considerado uno de los grandes eventos en el ámbito del emprendimiento en el sector de la gastronomía y la alimentación.

"El proyecto The Clic Charity me ha cambiado porque ahora puedo hablar de cómo me satisface mi trabajo y cómo ofrezco una segunda oportunidad a las personas que han estado presas mediante una formación durante su estancia en prisión y un acompañamiento cuando salen que les ayude a superar el estigma social", ha indicado.

En Reino Unido el 75 % de los delincuentes son reincidentes al cabo de dos años, pero "los que pasan por el proyecto The Clinc Charity no vuelven a la cárcel"

En Reino Unido el 75 % de los delincuentes son reincidentes al cabo de dos años, pero "los que pasan por el proyecto The Clinc Charity no vuelven a la cárcel", asegura orgulloso Crisci quien recuerda que mantener una persona en prisión cuesta en su país una media de 40.000 libras anuales.

Crisci ha recordado sus vacaciones infantiles en Italia donde, junto con otros niños, recogía tomates, higos y otros productos de la tierra, y donde comprobó el apego de los italianos por los productos de temporada. En Inglaterra llevar a cabo este principio, sobre todo durante el invierno "es difícil", pero este chef lo mantiene en sus restaurantes "carcelarios" que también tienen un compromiso con la sostenibilidad.

Durante su adolescencia fue amigo de dos chicos, también de origen italiano, que tras el divorcio de sus padres se quedaron a vivir solos en una casa grande y confortable en la que las fiestas eran habituales. Los dos hermanos acabaron adictos a la heroína y "entraban y salían" de las cárceles debido a pequeños delitos hasta que uno de ellos murió por una sobredosis y el otro se suicidó.  "Años más tarde creo que esta es la razón por la que creo en la posibilidad de reinserción de los delincuentes", ha remarcado.

Su primer contacto con un penal fue por casualidad, tras el fracaso de un negocio que le llevó a la ruina

Su primer contacto con un penal fue por casualidad, tras el fracaso de un negocio que le llevó a la ruina, por lo que decidió presentarse a un puesto de cocinero en una cárcel de Surrey donde sintió "empatía" hacia las personas que estaban allí encerradas a las que empezó a formar en el arte de los fogones.

Consiguió la financiación de 350.000 libras que necesitaba y su siguiente paso fue instalar en la propia cárcel un restaurante, su primer "clinc", en el penal HMP High Down de Surrey, que ofrece comidas y desayunos cinco días a la semana. "No hizo falta la publicidad porque el boca a boca ha hecho que el comedor esté siempre lleno", ha indicado.

Tras este establecimiento llegaron los ubicados en penales de Cardiff, Brixton y en la cárcel de mujeres de Styal. Crisci está sumergido además en otros proyectos, siempre relacionados con los presos, como la firma de catering que acaba de cerrar un contrato con una institución de Londres donde la reina Isabel de Inglaterra organiza banquetes para convidados de otros países.