La centenaria profesión de las geishas atraviesa tiempos difíciles y se ha visto más amenazada que nunca por la expansión del coronavirus. Aunque el número de geishas, famosas por sus habilidades de conversación ingeniosa, belleza y dominio de las artes tradicionales, ha ido disminuyendo a lo largo de los años, su oficio atravesó la peor crisis durante el estado de emergencia en Japón.

Aun cuando el confinamiento se estableció de manera voluntaria, las geishas se quedaron sin trabajo durante meses y la crisis económica sólo agravó su situación. Entre abril y junio el PIB nipón se contrajo un 7,8% respecto al trimestre anterior, su mayor caída desde 1980.  

"Nuestros ingresos se han reducido a cero", dijo Ikuko, de 80 años y conocida como la hermana mayor del distrito de geishas del barrio de Akasaka en Tokio, en una entrevista a Reuters. "Tengo algunos ahorros, pero ha sido muy difícil para las más jóvenes", sostuvo.  

El número de clientes se redujo drásticamente y los compromisos de las geishas disminuyeron un 95% para animar o servir bebidas en eventos. Además, las artistas de esta profesión se vieron obligadas a adaptarse a las nuevas medidas sanitarias: no servir bebidas a los huéspedes; no tocarlos ni siquiera para darles la mano; y sentarse al menos a dos metros de distancia. Las mascarillas se convirtieron en otro inconveniente para las profesionales del entretenimiento por interferir con los maquillajes y las pelucas que lucen y en los que se emplean horas de trabajo.   

Estas medidas marcaron un antes y después en la profesión de las geishas. "Cuando te sientas cerca de un cliente, puedes hablar con sentimiento, mostrar pasión", dijo Ikuko, vistiendo un kimono de seda negro con estampado de flores. "Pero cuando estás a 2 metros de distancia, toda la magia de la comunicación desaparece y el diálogo se interrumpe. Nunca había experimentado algo tan difícil", explicó la artista.

Como resultado de la crisis sanitaria y la dedicación que exige la profesión, la cantidad de geishas también decreció. "Cuando llegué a Akasaka, había más de 400 geishas en el barrio, así que no podía recordar sus nombres. Pero los tiempos han cambiado", aseguró Ikuko. La dureza del entrenamiento, la ausencia de ingresos, la obligación de sacrificar toda la juventud, de renunciar a la familia y de casarse, ha llevado al abandono del oficio.  

Hace 30 años, sólo en el barrio de Akasaka había 120 geishas. Hoy, en este distrito quedan 20, y apenas 230 en Tokio. Los pocos distritos donde la tradición del mundo de las geishas sigue viva son Gion Kobu, Gion Higashi, Pontocho, Miyagawacho y Kamishichiken.

Negocio online

El distanciamiento social también ha provocado que las geishas busquen nuevas formas de supervivencia. Algunas de estas artistas han decidido trasladar su negocio a internet, donde organizan fiestas virtuales para los seguidores de todo el mundo. Este es el caso de una agrupación de geishas de Hakone, que empezó a ofrecer sesiones online desde el pasado mes mayo.

"Hay quien dice que esto no es ser verdaderas geishas porque no se sigue la tradición... Pero quienes trabajan con nosotros creen que, si hay un momento para cambiar la concepción de las geishas, es ahora", dijo a Efe Tamaki Nishimura, responsable de la plataforma Meet Geisha. "Quizás es la única forma que tenemos de sobrevivir", añadió.

Estos espectáculos en vivo son muy diferentes a las fiestas tradicionales de las artistas. "La audiencia online no siempre está tranquila y a veces me ignoran durante la conversación", lamentó Yumiko, una de las geishas de Hakone. "No volverá a ser lo mismo", aseguró sobre su profesión después de la pandemia.

La ancestral tradición japonesa

Una geisha es una persona del arte. Este término comenzó a emplearse en el siglo XVII, pero fue en el año 1751 cuando apareció la primera mujer geisha. Durante el periodo Edo, las profesionales del entretenimiento se confundían a menudo con las cortesanas de alto rango llamadas oiran, que se dedicaban a la prostitución y destacaban en la danza y en el canto. Algunas similitudes en su forma de vestir y el maquillaje contribuyeron a esta confusión.

Sin embargo, las geishas tenían prohibido legalmente brindar servicios amorosos. En 1779, su oficio fue reconocido como profesión y sus actividades comenzaron a ser controladas a nivel estatal. "Una esposa es para la casa, una prostituta es para el sexo, una geisha es para el alma", dice un proverbio japonés.

En este sentido, las geishas fueron educadas para entretener a personas adineradas y miembros de la nobleza. Tenían que conducir perfectamente la ceremonia del té, poder hablar con afecto, moverse con gracia, tocar bien varios instrumentos, cantar y bailar. Su tarea consistía en escuchar a su interlocutor y hacerle sentir relajado durante la conversación.

No obstante, durante años el número de las geishas fue disminuyendo y, en estos momentos, su profesión vive una gran incertidumbre. En las escasas citas que todavía mantienen, siguen actuando como anfitrionas, pero temen más que nunca por su futuro.