El Independiente ofrece en exclusiva extractos de "Sissi. La verdadera historia de Elisabeth, emperatriz de Austria y reina de Hungría", la nueva y revolucionaria biografía escrita por Ana Polo Alonso en donde se descubren algunos de los secretos mejor guardados de de la mítica Sissi: amores, pasiones, enfermedades desconocidas y una vida sexual más excitante de lo que se creía hasta ahora....
Esta es la biografía que rescata al personaje del mito y a la mujer de la leyenda. Porque, aunque su vida se ha contado muchas veces, la verdadera historia de Sissi no siempre ha salido a relucir. En realidad, la auténtica Elisabeth de Wittelsbach ni amó a su marido, ni se instaló en Madeira por un problema de pulmones, ni acabó yéndose a destinos lejanos tan sólo para huir de la asfixiante corte de Viena...
¿Qué misteriosa enfermedad llevó a Sissi en realidad a abandonar Viena en cuestión de días y dejar a su marido y a sus hijos atrás? ¿Por qué se pasaba realmente los días en Madeira junto a una dama de compañía de quien luego nadie ha hablado en exceso? ¿Por qué Sissi coleccionaba obsesivamente fotografías de mujeres, algunas claramente eróticas y consideradas pornográficas para la época?
Aquí os dejamos algunas respuestas:
Los malos augurios en el nacimiento de Sissi
El nacimiento de Elisabeth de Wittelsbach, la mítica Sissi, el 24 de diciembre de 1837, estuvo rodeado de malos augurios, comenzando porque vino al mundo en la víspera de Navidad, señal de mal fario, y encima tenía ya un diente fuera, como también le había ocurrido a Napoleón, lo que podía ser un presagio de que aquella chiquilla tendría un porvenir ilustre que los siglos venideros recordaría o, por el contrario, vaticinaba muchas desdichas y un final catastrófico, lo mismo que había sufrido aquel general que disfrutó de la gloria y se coronó emperador de Francia, pero acabó derrotado y en el exilio.
Sin embargo, dado que la pequeña duquesa también había nacido en domingo, día del Señor, símbolo de luz y de vida eterna, muchos quisieron creer que los malos auspicios podrían ser contrarrestados. Pero, como demostrarían los años, ni siquiera semejante poder de protección serviría para que los astros le tenían preparado. Su devenir sería tan excelso como trágico y, aunque el destino le reservaba un lugar privilegiado, también le deparaba lágrimas, muchas desgracias y una muerte cruel a manos de un asesino, el anarquista italiano Luigi Lucheni, quien le clavó un puñal en el pecho mientras la emperatriz estaba de incógnito en Suiza.
La creación de un mito
Inmediatamente después de su muerte, el 10 de septiembre de 1898, Sissi se convirtió en un mito y su vida, en una leyenda que con los años no haría más que acrecentarse. Sin embargo, conforme pasó el tiempo, la leyenda adoptó tintes de mito, luego de fábula, más tarde se convirtió en un cuento de hadas y cuando, en 1953, salió la primera de las películas de Sissi protagonizada por Romy Schneider, la emperatriz de Austria quedó sepultada entre estereotipos que aún hoy en día perduran.
Pero más allá de que existió una tal Sisi --lo de Sissi, con dos eses, también fue por las películas-- y de que se casó con el emperador Francisco José, la versión que se vendió de ella en las películas fue un divertimiento fabricado para unas masas que acababan de dejar atrás la Segunda Guerra Mundial y querían distraerse con cuentos de hadas. Aquella Sissi era un bonito pero vulgar mito. La auténtica no tenía nada que ver con aquella versión romántica y almibarada.
Francisco José le contagió la gonorrea
Aunque su vida se ha contado muchas veces, su verdadera historia no siempre ha salido a relucir. Sissi era, en verdad, una chiquilla enfermizamente tímida a la que obligaron a casarse contra su voluntad cuando tenía dieciséis años con un hombre al que apenas había visto unos días seguidos. Ni estaba enamorada de él ni lo estaría nunca, aunque con el tiempo le tomó cierto cariño. Su vida en la corte de Viena fue tal pesadilla que acabó con depresiones agudas y problemas de anorexia, probablemente también bulimia y vigorexia. Los ataques de ansiedad fueron constantes y, con los años, furibundos.
Su matrimonio con Francisco José fue bastante peor de lo que nos creíamos. A pesar de que, al principio, ambos intentaron que aquello funcionara, cuando Sissi descubrió su valor, se puso al mismo nivel que su marido y empezó a aconsejarlo sobre cómo reformar el imperio para adaptarlo a los nuevos tiempos, él la rechazó y acabó alejándola de su lado. Hay pocas dudas de que la primera huida de Sissi a Madeira no se debió a una afección en los pulmones, como siempre se ha afirmado, sino al resultado de la gonorrea que él le contagio.
Una bisexualidad más que probable
La vida sexual de Sissi también fue mucho más intensa de lo que se ha publicado hasta ahora. Siempre se ha presentado a Sissi como una mujer romántica pero poco sensual, más coqueta que pasional, sin instintos físicos. Es cierto que cuando llegó a Viena era una chiquilla cándida de dieciséis años, virgen y sin ninguna experiencia más allá de un par de enamoramientos juveniles. Pero luego todo cambió: en Madeira empezó a darse cuenta de que era muy atractiva y resultaba irresistible a los hombres.
Una lectura detenida y menos remilgada de las cartas a sus damas y una visión más moderna de su relación con varios hombres permite afirmar que debió de tener varios amantes, además del conde Gyula Andrássy e incluso relaciones amorosas con mujeres. No hay duda de que estableció lo que los franceses llaman una amitié amoureuse con varias damas de su séquito, una serie de relaciones que no se debieron consumar sexualmente pero que traspasaron los límites de la amistad para entrar en el terrero de la atracción. La primera de ellas fue una de las damas de compañía que la acompañó a Madeira: una jovencísima y bellísima húngara con la que Sissi se mostró muy unida.
De patito feo a uno de los primeros fenómenos mediáticos de masas
La de Sissi fue una vida de fuertes contrastes. Pasó de ser una adolescente sin especial donaire, un verdadero patito feo —de pequeña, su propia madre aseguraba que no era muy agraciada—, a una musa de belleza y elegancia que provocó ya en vida la histeria entre las masas. Muchas décadas antes de los fenómenos de Jackie Kennedy o la malograda Diana de Gales, ella ya se convirtió en una figura de culto mediático, el precedente directo de una fama a raudales que hoy solo despiertan algunas estrellas de Hollywood.
La emperatriz vivió en la época en que nació la fotografía y aparecieron los primeros periódicos y revistas repletos de instantáneas. La expansión del ferrocarril y el telégrafo permitieron que la prensa llegase a más gente más rápido y provocaron una revolución en las comunicaciones sólo comparable a lo que más tarde tendría la radio, la televisión o Internet. Sissi fue de las primeras en entender el poder revolucionario que tendrían las fotografías en el futuro y se esforzó por fabricar una imagen perfecta de sí misma. Pero el saberse bajo la atenta mirada del público le hizo obsesionarse por su imagen hasta niveles extremos.
Aunque atrajo la atención del público y despertaba suspiros de admiración por donde pasaba, Sissi nunca superó su inseguridad profunda. Vivió bajo la mirada de miles de personas, pero ella siempre fue increíblemente solitaria y tímida. Encandiló a dignatarios extranjeros --el mismísimo sah de Persia quedó obnubilado en su presencia--. pero ella tenía tanta pena adentro y tantos complejos que acabó con severos trastornos de alimentación.
De la alta costura a mascarillas de ternera cruda
La gran creadora de estilo de aquella época era Eugenia de Montijo, la emperatriz de los franceses. Fue ella, en realidad, quien popularizó a Charles Worth, el modisto que está considerado el padre de la alta costura. También puso de moda llevar los hombros muy al aire, llevar abanicos y ponerse esos sombreros de paja de ala ancha. Sissi, en verdad, se inspiró mucho en Eugenia, a la que llegó a conocer y con la que se llevó bastante bien a pesar de que Austria y Francia eran enemigas.
Donde sí que fue clave Sissi fue en la promoción de una nueva silueta en los vestidos, más rectos y entallados. Con treinta años y, sobre todo, con cuarenta, Sissi no se vestía con faldas anchas: todo lo contrario.
También hay que decir que estaba obsesionada con su imagen. Sobre todo su larga cabellera requería una especial dedicación: tan sólo lavárselo requería de un día entero. Su obsesión por mantenerse joven —llegó a dormir con máscaras recubiertas de filetes de ternera crudos para hidratar la piel— y su afición desmedida al deporte —había días en que practicaba más de seis horas seguidas— han hecho que algunos biógrafos la presenten como una pionera, como una mujer muy avanzada a su tiempo. Pero es un error verla así: el culto a su imagen fue más el resultado de una enfermedad que de una voluntad sana de mantenerse en forma. Sissi no fue una precursora del fervor por los gimnasios y los cosméticos; fue una mujer con problemas de salud mental cuyas dolencias no eran ni conocidas y mucho menos entendidas en su tiempo.
Muchas virtudes y también defectos
En las últimas décadas a Sissi se la ha intentado rescatar de los mitos en que estaba sepultada, pero no siempre se ha conseguido: ha pasado de ser el icono de la superficialidad a un símbolo del feminismo más vanguardista, sin que ninguna de estas categorías se ajuste a la realidad. Es verdad que fue una mujer muy liberal en sus ideas políticas que consideraba que el absolutismo recalcitrante que representaba su marido era pernicioso y estaba condenado al fracaso, pero no era ni de lejos la anarquista anticlerical que muchos han querido ver. También fue una mujer convencida de que el futuro estaba en las repúblicas y en valores burgueses y no aristocráticos, pero tampoco fue nunca una defensora de las clases obreras —de las cuales nunca se preocupó— y ella misma disfrutó de un tren de vida lujoso y, en sus últimos años, incluso hedonista.
Defendió a algunas minorías dentro del imperio —a los húngaros, básicamente—, pero no hizo nada por otras —los checos, por ejemplo—. Se rebeló contra la corte y su absurdo protocolo, pero en vez de desarrollar una labor eficaz a favor de los más desfavorecidos, se embarcó en viajes interminables, se compró castillos fastuosos y dilapidó verdaderas fortunas en cacerías en Inglaterra y en comprar los mejores caballos del continente.
Aunque fue un personaje fascinante, es un error mitificarla. Muchas biografías hasta ahora, sobre todo las más recientes, solo se han centrado en sus múltiples virtudes, cuando en realidad también tenía bastantes defectos. En el libro he intentado ser ecuánime y presentar todas las aristas de su carácter, todas sus luces y sus sombras. Porque su personalidad fue tan carismática como errática, volátil y bastante caprichosa. Era tan perspicaz como narcisista, tan irresistible como frívola.
Vivió en una Europa que ya se preparaba para la Primera Guerra Mundial
La obra también rastrea toda una época de la historia europea especialmente convulsa, pero repleta de personajes fascinantes: la Europa de las revoluciones frente a monarquías empeñadas en perpetuar el absolutismo; la Europa de la Revolución Industrial y de avances tecnológicos donde la burguesía quería suplantar a la aristocracia; la Europa de los primeros trenes, los primeros periodistas profesionales y las primeras revistas con fotografías; la Europa del anarquismo; la Europa de la terrible guerra de Crimea y de la batalla de Solferino, cuya violencia fue tan descarnada que impulsó a Henri Dunant a crear la Cruz Roja.
Los principales protagonistas del siglo XIX discurren por las páginas del libro: además de los Habsburgo, aparecen Napoleón III y la inigualable Eugenia de Montijo (de quien Sissi aprendió mucho más de lo que se ha querido reconocer), Bismarck y la reina Victoria, el sanguinario zar Nicolás I y las catastróficas aventuras del emperador Maximiliano y la emperatriz Carlota en México. También la enfermera Florence Nightingale y los primeros reporteros de guerra.
- El libro "Sissi. La verdadera historia de Elizabeth, emperatriz de Austria y reina de Hungría", de Ana Polo Alonso (Esfera de los Libros), estará disponible en librerías a partir del miércoles 25 de mayo.
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