Es el lado más oscuro, el lugar en el que las preguntas incomodan y las respuestas no encajan. Para adentrarse en él se debe cruzar la línea que dicen que es roja. Nadie la ha pintado, pero todos sabe que está ahí, como una frontera entre el bien y el mal. Para rebasarla hay que convencerse diciendo que lo haces por el bien de todos, respaldado por quienes aseguran que entre las tinieblas se puede hacer el bien, que los fines rectos se pueden alcanzar por caminos torcidos. Es la ‘guerra sucia’, la que empaña la ley bajo un manto de justicia en forma de cobro  de ‘ojos’ o ‘dientes’ vengadores. En España se libró con crudeza en los años 80, con la lucha contra ETA como argumento del Estado… de sus cloacas.

“En estas cuestiones son los peones, y no tanto los que validan y autorizan las decisiones, quienes se manchan las manos”

lorenzo silva

Tiempos lejanos sobre los que aún sobrevuela una nebulosa en forma de secretos oficiales y transparencia pendiente. Asesinatos, torturas y secuestros vestidos de defensa de la sociedad, la patria o de una legalidad constitucional. “Creo que los archivos secretos de nuestro país seguirán siendo secreto hasta el final de los tiempos. Es un problema. Sería útil, en términos de catarsis democrática, que aquellas informaciones de las que disponga el Estado, sobre todo aquello que ya está prescrito, saliera a la luz, que hubiera una cierta comisión de la verdad”, asegura el escritor Lorenzo Silva. El autor madrileño acaba de publicar Púa (Ediciones Destino), una novela en la que aborda las consecuencias de la ‘guerra sucia’ practicada por los Estados.

Con una larga trayectoria en la que ha tratado con detalle fenómenos como el terrorismo o las guerras, Silva se adentra en un campo que le rondaba por la cabeza desde hace una década. Una cuestión que engordaba su inquietud a medida que las conversaciones, entrevistas y documentos relacionados con la violencia se cruzaban en su camino. “Por eso he decidido ahora viajar al corazón de esta historia", "una cuestión intemporal, universal. ¿Por qué alguien que es una autoridad legítima en un Estado de Derecho contempla como posibilidad defender ese Estado saltándose sus propias normas? Ese cortocircuito de derechos es la base de Púa”.

Un thriller en la que dos antiguos compañeros que un día cruzaron la línea roja vuelven a reencontrarse y a revivir aquella lucha al margen de la ley en la que no cabían ni medallas ni honores y en la que se les negaba “hasta la propia existencia”: “En estas cuestiones siempre son los peones los que se manchan las manos, no tanto los que deciden, validan y autorizan”.

Falsas 'balanzas' justificadoras

Silva afirma que Púa no está necesariamente inspirada en la ‘guerra sucia’ española sino en estas prácticas presentes en multitud de países y épocas. Asegura que lo que ocurrió en España durante los años 80 en la lucha contra ETA no es un fenómeno singular. Cita a Yuval Noah Harari en su último libro, Operaciones especiales en la Edad de la Caballería: “Él recuerda cómo entonces no todo eran grandes batallas caballerescas sino que se recurría a traidores y asesinos para resolver algunas batallas militares”.

Una guerra oscura con el poder del Estado como impulsor que, recuerda Silva, representa “la gama baja de la vileza” en forma de acciones como el asesinato, la tortura o el secuestro. Hechos al margen de la ley y la moral que suelen contar con una cobertura disfrazada de grandes valores “como la patria, la Justicia, la defensa de los inocentes frente al terror…”, señala. En el caso de España, el rastro aún está demasiado presente y vivo, según Silva.

Fue un fracaso del Estado de Derecho que, lejos de contribuir a la lucha contra ETA, complicó aún más las cosas: “Después de todo aquello ETA estaba más fuerte que nunca y hubo que seguir desmantelándola por procedimientos amparados en el Estado de Derecho”.

Silva considera que aún persiste cierto manto de oscuridad, silencio y falta de transparencia pese a haber transcurrido casi cuatro décadas desde los años de los GAL. Una carencia que permite que aún hoy se pueda dar pábulo desde algunos sectores a “buscar el empate de la balanza con el terrorismo de ETA”: “Un solo asesinato es de una gravedad moral máxima, pero pretender que una cosa contrapese la otra es forzar demasiado la realidad. Una realidad que no hay que maquillarla, aquí se ha torturado, hay gente condenada. Otra cosa es decir que se torturaba hasta anteayer”.

Entre verdades y mentiras

A lo largo de la novela sus personajes viajan a través de sus sentimientos, de ese juego de mentiras y verdades difícil de gestionar: “En la novela hay un infiltrado que se enamora. ¿Cómo debe gestionar esos sentimientos? Es algo que mejora su plan de infiltración pero que al mismo tiempo puede ponerlo en peligro. Es un encaje de bolillos muy complicado”.

Silva también cuestiona la utilización partidista de las víctimas, “la doble vara de medir”. Es otro de los lastres que aún pesan en la sociedad y política española cuando se recurre a el uso de la violencia y la vulneración de la ley por parte del Estado. “Deberíamos dejar esto tan recurrente de que las víctimas de los míos pesan más que las víctimas que no nos gustan tanto. Por ejemplo, olvidar las del franquismo y no dejar de recordar las de ETA o viceversa. Es algo que no se debería permitir una sociedad civilizada y culta”.

"Son violencias que siguen corrompiendo la conversación de generaciones que no las conocieron"

lorenzo silva

En Púa, Silva ha buscado ponerse en el pellejo de aquellas personas que en muchos casos optaron por luchar vulnerando la ley, sus contradicciones, sus motivaciones y el modo en el que fueron utilizadas por quienes les ordenaban sin marcharse las manos. En su larga trayectoria ha conocido a funcionarios públicos que emprendieron esa batalla, pero sin necesidad de cruzar la línea, optando por respetar la ley a costa de jugarse la vida. “La figura del infiltrado siempre me ha llamado la atención. Creo además que hoy quienes defienden la legalidad corren riesgos importantes. La cobertura legal de la figura del infiltrado policial, por ejemplo, es muy mejorable y pese a ello muchos corren esos riesgos”.

A su juicio, muchos de los episodios que aún hoy repican en la sociedad y política españolas son, de algún modo, reflejos de aquellos años oscuros: “Aquí ha habido tiranías y vilezas políticas, y eso no lo vamos a hacer desaparecer tan rápido”. Muestra de ello es la polémica sobre las listas de Bildu vivida en plena campaña electoral, que Silva sitúa como un resto de aquel tiempo y que continúa influyendo en la vida de generaciones futuras. “Son violencias que siguen corrompiendo la conversación de generaciones que no las conocieron”.