El año acaba de empezar, tiempo de presentaciones, de renovar, de arriesgar. También en teatro. Y si pensamos en una programación que "se la ha jugado", más allá de lo estrictamente artístico, esa es la del Teatro de la Abadía que dirige Juan Mayorga. Este peculiar e icónico teatro del centro de Madrid lleva en el punto de mira desde que se anunció que sobre estas tablas se representaría Altsasu (del 18 al 28 de enero), la obra que escenifica de forma ficcionada los sucesos, de sobra conocidos, ocurridos el 15 de octubre de 2016 en la localidad navarra de Alsasua.

La expectación y el recelo que rodea la llegada a Madrid de esta obra de teatro es directamente proporcional al interés político y mediático que han generado estos acontecimientos desde el primer momento. Un seguimiento influenciado por una politización muy marcada, en el que una pelea de ámbito local termina por alcanzar un interés de magnitud nacional. Se habló de que la representación de Altsasu en la capital venía como una forma de apología del terrorismo, provocando, por otro lado, denuncias por la censura y cancelación que parece amenazar la creatividad en los últimos tiempos.

Y es que en política no existen los grises, ni tampoco hay espacio para la duda entre el sí y el no, entre el a favor o en contra. Precisamente para eso sirve el arte, y eso es lo que tratan de explicar los responsables de que la obra esté en Madrid. "Todas las críticas me parecen buenas siempre que tengan una mirada constructiva, el teatro sirve para eso. El teatro en el que yo creo tiene que generar debate y opiniones diferentes", argumenta su directora, María Goiricelaya.

Sin embargo, esta obra llega a Madrid con un amplio rodaje de 70 representaciones por toda España y también en Latinoamérica, desde su estreno en el Teatro Arriaga en 2021. Por lo que cabe preguntarse si la expectación que se ha generado en torno a su estreno en las tablas madrileñas responde más a los últimos coletazos de la politización del caso Alsasua, o a una polémica real.

El montaje de Goiricelaya parte, en palabras de su autora, de "la necesidad de cicatrizar heridas, pero también del papel desinformativo que han jugado los medios". En la misma línea, el actor Egoitz Sánchez incide en el objetivo de la obra para "ahondar en el dolor particular de cada uno de los implicados, sin prejuicios". Precisamente el espectáculo nació dentro del proyecto Cicatrizar: dramaturgias para nunca más. En ese sentido, defiende la directora que se trata de una ficción documental donde se mezcla el teatro verbatim (se limita a reproducir palabra por palabra textos reales), que toma como referencia los documentos legales del caso, con un teatro más poético y creativo, como puede ser la representación de las relaciones humanas, incluyendo la experiencia en la cárcel de los acusados. De hecho, en esta ficción se encuentra gran parte del conflicto en cuanto al tratamiento del tema, pues muchos ven ella una victimización de los agresores.

Al ser preguntados por toda la polémica que ha envuelto la presentación de Altsasu en la Abadía, Juan Mayorga, como director artístico y responsable de la programación insiste en que es el suyo un teatro independiente y que nadie le ha dicho cómo debe gestionar la programación. "El Teatro de la Abadía responde a un patronato de personalidades independientes y de las tres instituciones: INAEM, la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento de Madrid, y en ningún caso he recibido ningún tipo de presión". En el caso de la autora, Goiricelaya también niega que haya habido un intento de censura por parte de las autoridades. "El debate forma parte del proceso democrático, la prohibición no. A mí me parece que lo más sanador es el hecho de que se pueda venir y después charlar sobre los puntos en los que estamos de acuerdo y en los que no", asegura. "Por supuesto respeto el derecho de cualquier espectador a criticar un espectáculo, incluso a criticar la pertinencia de la programación", añade Mayorga en respuesta a aquellos que la obra no se debería representar.

Representación de la obra 'Altsasu', que se representará a partir del 8 de enero en el Teatro de la Abadía.

Aun así, ambos creadores muestran una preocupación latente por culpa de los nuevos aires censores y la batalla cultural, muy presente en el ámbito político. Para el dramaturgo madrileño es importante mantener una "actitud vigilante" y se ha permitido leer una cita suya de 1999: "Antes que por el intelectual, la censura debería ser combatida por el ciudadano, este es el más interesado en que a la inteligencia crítica no se responda con censura sino a su vez con crítica, porque la autonomía del ciudadano depende de una cultura crítica".

En la misma línea Goiricelaya insiste en que "cuando se intenta censurar una obra artística, no solo se censura una mirada diferente sobre un tema en concreto, lo que se hace es privar al publico de esa nueva mirada y se atenta contra su capacidad de discernimiento. La capacidad que tiene el público de venir, disfrutar de un espectáculo y sacar sus propias conclusiones, algo que a título individual nos humaniza mucho y trasciende de la política".

Moríos, otra polémica obra basada en hechos reales sobre cómo tratamos a nuestros mayores

A pesar de que la expectación por Altsasu ha monopolizado gran parte de la conversación, el Teatro de la Abadía también ha presentado su otra apuesta para este mes de enero (del 11 al 21), Moríos, escrita por Anna Maria Ricart Codina, dirigida por Joan Arqué y con coreografía de Sol Picó, de la plataforma Cultura i Conflicte y Teatro de l'Aurora, que viene después de haber girado en Cataluña de la mano de Temporada Alta y el Teatre Nacional de Catalunya.

Una propuesta igualmente arriesgada que pone el foco en cómo nos tratamos "cuando dejamos de ser productivos y reproductivos", explica Arqué. Otra obra basada en hechos reales, en este caso en lo ocurrido en el municipio de Igualada durante la pandemia, para afrontar "la pobreza de espíritu" que quedó de relieve en aquellos momentos en los que la vida de los más mayores pasó a un segundo plano.

'Moríos' © 2022 Marta Garcia Cardellach

"Dos espectáculos desafiantes, que no provocadores", en palabras de Mayorga. "Porque la sociedad española está muy preparada para asumir las propuestas de conversación que obras como estas, lo contrario es mirar a la sociedad con una mirada infantilizadora y pensar que los ciudadanos son como niños que no pueden o escuchar ciertas cosas", sentencia.

Ambas obras llegan a Madrid después de haber rodado fuera, con la premisa de suscitar diálogo en torno a temas controvertidos de nuestro presente más reciente. Una programación que juega con sus propios riesgos para promover un debate abierto a todo tipo de ideas e interpretaciones.