La gran mayoría de los enfermos mentales ocultan su enfermedad por miedo al rechazo. El estigma que rodea a la esquizofrenia, el trastorno bipolar o la depresión hace que los enfermos que consiguen llevar vida normal - y que son muchos de ellos - mantengan el tabú y, con él, los perjuicios que éste supone para los ellos.

Klaus Gauger, un alemán de madre española, ha dado un paso adelante con Mi esquizofrenia (Herder) en el que relata una durísima experiencia con su esquizofrenia paranoide, que le dejó fuera de juego durante 20 años, para dar a conocer su enfermedad y que los enfermos "salgan del armario" y reivindiquen sus derechos.

Gauger tiene ahora 54 años pero su vida hay una laguna de 20 años. Las dos décadas que tardó en controlar su esquizofrenia paranoide y que ahora ha querido contar con detalle en un profundo y directo relato. "No quiero hablar en positivo de la enfermedad, porque ninguna enfermedad es positiva, pero sí entender que los tratamientos han mejorado en los últimos 50 años y que es necesario hablar de ella para reivindicar nuestros derechos y conseguir que la gente nos conozca y confíe en nosotros", explica.

Sobre el nido del cuco

Una noche, a los 19 años, Gauger perdió por completo el control. Entró en pánico porque pensaba que había micrófonos tras las paredes de su cuarto y sus padres no pudieron hacer otra cosa que llamar a Urgencias. Dentro de su estado de psicosis, recuerda en el libro, le recitó a uno de los médicos que le atendió "alguien voló sobre el nido del cuco", en referencia al libro y película interpretada por Jack Nicholson. Fue su primer ingreso forzoso y asegura, el momento en que su vida se partió en dos.

Porque desde ese momento y hasta 2014, el alemán no consiguió retomar el control de su vida. Apenas pudo trabajar y los episodios de delirio y psicosis se sucedían sin que ninguna terapia ni fármaco consiguiera estabilizarle. Se interesó por el satanismo y se creyó "bloguero mental" con una misión trascendente "para el futuro de la política mundial". A quienes trataban de sacarle de sus ensoñaciones, les creía marionetas de uno de los médicos que le trataba y a quien creía su enemigo. Durante otra etapa, creyó que Ángela Merkel le perseguía y quería eliminarle por los textos que publicaba en su blog.

Entre 2010 y 2014 hizo varios viajes por Estados Unidos y Europa hasta que España marcaría, en 2014, el final de una etapa. Sus padres llegaron a solicitar su búsqueda a la Interpol y fue en un pequeño pueblo de Huesca donde consiguió dar con un tratamiento efectivo. En su caso fue Xeplion el neuroléptico que marcó un punto de inflexión para su recuperación.

Cuando recuerda esos 20 años, Gauger no puede evitar subrayar que tres veces fue sometido a un tratamiento forzoso y que entre 2010 y 2014 le consideraron un caso crónico sin posibilidad de mejoría considerable. "La esquizofrenia es una enfermedad como otra cualquiera, el cerebro es un órgano complicado pero con la medicación adecuada se puede controlar", insiste Gauger.

El 1% de la población

Gauger representa, aproximadamente, al 1% de la población que se estima padece esquizofrenia. Esta enfemedad mental grave que provoca una distorsión del pensamiento y que tiene consecuencias graves para quien la padece. Según Gauger, más de la mitad de los pacientes pueden hacer vida normal aunque se encuentren dificultades en su entorno, tanto laboral como social.

En España, se estima que hay más de 400.000 personas que padecen esquizofrenia en algún momento de su vida y que la mitad no está recibiendo el tratamiento adecuado. De ahí la importancia de establecer confianza y extender el conocimiento de la enfermedad. "Yo he perdido 20 años de mi vida hasta que di con el tratamiento adecuado. No he podido hacer carrera profesional, ni formar una familia. No tengo pensión ni ahorros, y trabajo con un minijob [tipo de trabajo alemán con poco sueldo y pocas horas semanales] de ayudante en un centro de convalencencia de enfermos de esquizofrenia", confiesa Gauger, quien sin embargo asegura ver el vaso "medio lleno". "Desde hace cinco años no tengo síntomas, estoy bastante integrado. Tengo buenos amigos, no solo esquizofrénicos, tengo buena perspectiva", afirma.

Gauger busca también eliminar la imagen que hay de los esquizofrénicos. "La mayoría no comete atrocidades. No hay que tener miedo, tienen que confiar en nosotros. Es mucho más probable ser atacado por una persona sana que por un esquizofrénico", concluye.