España está a punto de entrar en la desescalada. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunciaba este lunes los detalles del plan con el que España irá poco a poco alcanzando una "nueva normalidad" que llegará en cuatro fases y un período mínimo de seis semanas.

Sin embargo, tras más de 40 días de confinamiento el Gobierno apela en los últimos días repetidamente a la prudencia en la parte "más difícil para mantener a raya al virus" y evitar dar pasos atrás. A ello se unía también este lunes la Organización Mundial de la Salud, al advertir del peligro de un desconfinamiento precipitado, que podría tener un "impacto mayor" también sobre la economía.

Esos temidos pasos atrás serían los rebrotes, que Occidente ya ha podido ver en Asia. Lugares como China, Singapur o Japón han visto ya cómo la enfermedad volvía a resurgir tras haber sido controlada y obligaba a restablecer medidas ya retiradas. "Estamos en un momento muy frágil, el virus no se ha ido ni se va a ir mientras no se consiga la vacuna o la inmunidad de rebaño, para la cuál tendría que haber pasado la enfermedad al menos la mitad de la población, una cifra que actualmente se estima muy lejana", explica desde Reino Unido Salvador Macip, médico e investigador en la Universidad de Leicester y la Universidad Oberta de Catalunya (UOC).

Este científico, autor del libro Las grandes epidemias modernas, cree necesario "hacernos a la idea de que va a haber rebrotes" puesto que las medidas que se van a ir tomando para la apertura del confinamiento no pueden ser espaciadas en el tiempo tanto como para observar sus consecuencias reales, puesto que la traslación del impacto de una medida en casos en UCI tardaría entre tres y cuatro semanas". "La clave del éxito en la desescalada no será que no haya rebrotes sino que estos se puedan controlar, que sean menores que la primera oleada que hemos sufrido", explica Macip.

Cree Macip que los rebrotes se darán "en zonas muy concretas donde para volver al control habrá que cortar de raíz con la imposición de nuevas medidas" y que eso debe ser comunicado de forma clara. "Por ello es tan necesario en esta fase la responsabilidad individual y el sentido común. Con ellos el riesgo se minimizará, pero hay que tener en cuenta que el riesgo cero no existe", añade.

Conseguir minimizar esos rebrotes tiene, para el investigador, una vía fundamental además de la observación de las normas que se vayan implantando, la de "hacer cuantos más test, mejor" para averiguar el porcentaje real de la población inmunizado contra el virus.

El pasaporte inmunológico, buena idea pero no implementable

Una de las medidas que se han puesto sobre la mesa en la transición a la nueva normalidad tras la crisis del coronavirus figura el llamado "pasaporte inmunológico", la idea alemana de expedir un documento que identificaría a las personas que ya se han recuperado del COVID-19 y que, por tanto, podrían realizar actividades con más libertad por no suponer un riesgo de contagio para sí mismos o para los demás. Una propuesta que, según Macip, "es muy buena sobre el papel pero que en la práctica acarrea más problemas que beneficios, al menos en un país como España".

El investigador asegura que el pasaporte inmunológico acarrea "problemas éticos, porque estigmatizaría a parte de la población, además de las dificultades para garantizar esa inmunización puesto que no hay aún suficientes datos para garantizar que no se van a producir reinfecciones", explica. Por último y según Macip, este pasaporte requeriría "una disponibilidad de test serológicos de los que aún no se dispone".