Utilicen guantes de nitrilo para hacer la compra. La mascarilla no hay que usarla. Saluden con el codo. Hay que desinfectar la suela de los zapatos. Mantengan la distancia de seguridad. La vacuna tardará años en llegar. Usted no puede ir de Madrid a Toledo en su coche, pero puede volar a México para unas vacaciones en un avión sin distancia de seguridad.

La mascarilla es obligatoria. No saluden con el codo. Mesas de máximo cuatro en terraza. Y para convivientes. No puede visitar a su madre, pero puede celebrar una boda. E invitar a su madre, claro.

El 14 de marzo de 2020, Pedro Sánchez declaró el Estado de Alarma en España por la epidemia de coronavirus SARS-CoV-2, un patógeno del que se conocía muy poco pero que estaba haciendo estragos. La gente empezó a hacer acopio de papel higiénico y semanas después había cola para entrar al supermercado: se tenía que ir con guantes, mascarilla y desinfectarse con gel al entrar. Y al llegar a casa las autoridades sanitarias recomendaban quitarse la ropa, meterla en una bolsa y hasta desinfectar el móvil.

Salvo la mascarilla, poco o nada queda ya de aquella etapa pseudoapocalíptica de los meses de marzo y abril de 2020. El desconocimiento de un virus nuevo y la urgencia que había para frenarlo con hospitales y morgues colapsados llevaron a numerosas contradicciones. A ese clima de enorme confusión contribuyeron enormemente las idas y venidas de organismos como la OMS (Organización Mundial de la Salud) y de portavoces sanitarios como Fernando Simón o Salvador Illa, sumando también la escasa transparencia a la hora de comunicar datos y decisiones. En el cóctel no faltaron las innumerables opiniones que se podían leer a diario en medios y redes sociales. Hablaban epidemiólogos, médicos y expertos en Salud Pública, pero también políticos y tertulianos.

A continuación, un repaso de las principales confusiones a las que nos hemos enfrentado en estos 12 meses.

"No es necesario que la población use mascarillas"

Esta frase la pronunció Fernando Simón, el portavoz sanitario, en febrero de 2020. "No es una opinión nuestra, es una opinión que ha expresado la OMS", explicó en aquella rueda de prensa. En mayo, apenas tres meses después, se anunció que el uso de mascarillas era obligatorio. Hoy el debate ya no es si hay que usar mascarilla, sino cuál ponerse, porque también ha habido enorme confusión sobre la idoneidad de las quirúrgicas, las FFP2, las de tela...

Los guantes nunca fueron obligatorios, pero su uso en lugares públicos pasó prácticamente a mejor vida después de la primera ola. También la moda de desinfectar hasta las ruedas del carrito de los hijos al llegar a casa, como la idea de que los exámenes en los colegios tuvieran que pasar una "cuarentena" en unos sobres antes de que el profesor los corrigiera.

El desconcierto de la movilidad

Ahora mismo uno no puede viajar de Madrid a Valencia en su propio coche, pero sí puede ir a Barajas y coger un avión, sentarse en una fila sin distancia de seguridad y aterrizar en unas horas en Nueva York. Desde el inicio de la desescalada, cuando había horarios y diámetros estipulados para moverse, ha habido muchísimos cambios de guión sobre la movilidad de los ciudadanos. Bajaba la incidencia, aumentaba la movilidad. Después subían los contagios y se reducían los movimientos.

En fechas marcadas, como la Navidad y la Semana Santa, se han establecido cierres perimetrales para evitar la dispersión del virus. Pero no ha habido una estrategia común: un toledano tenía indicaciones diferentes que un valenciano o un extremeño. A pesar de las reuniones del Consejo Interterritorial, en muchas ocasiones cada Comunidad Autónoma ha elegido un camino propio.

Las reuniones, las ZBS y las terrazas

Madrid ha sido la Comunidad que más se ha desmarcado de una estrategia común. En la capital hay todavía "fronteras invisibles" entre las Zonas Básicas de Salud que están confinadas y las que tienen libertad de movilidad. También hay restricciones para los aforos en las terrazas de la hostelería, aunque en otras comunidades directamente se llegaron a cerrar bares y restaurantes.

Los centros culturales no han vivido ningún cierre total desde la desescalada, aunque cada Comunidad decide los aforos que tiene en cada momento. Llama la atención, por ejemplo que se permitan conciertos de 5.000 personas en un espacio cerrado como el WiZink Center pero no pueda haber 15.000 aficionados en un estadio de fútbol como el Wanda Metropolitano.

La confusión con las reuniones ha sido tal que ha habido épocas incluso en las que uno no podía ir a visitar a su madre a casa, pero en cambio sí podía casarse invitar a decenas de personas. Un ejemplo fue el enlace que se celebró a principios de febrero en el Casino de Madrid, el mismo lugar donde muchos políticos acudieron sin mascarilla a una fiesta en octubre.

La vacuna y las manifestaciones

La llegada de varias vacunas en tiempo récord ha sido la gran sorpresa científica en este año pandémico. Desde el inicio, muchos expertos advirtieron que se tardarían años, quizás lustros o décadas, en tener una vacuna. Pero nunca se había invertido tantos millones en la investigación. De momento ya hay ocho vacunas aprobadas en el mundo y seguramente habrá varias más a lo largo de 2021.

Cuando llegaron las vacunas, siguió el lío de las dosis, de qué vacuna ponen a cada quién, qué inmunidad da cada una y si podemos seguir contagiando tras el pinchazo. Obviamente, hubo opiniones para todos los gustos.

También de los antivacunas y los negacionistas, que incluso convocaron una manifestación en Madrid en plena tercera ola con la curva de contagios disparada y los hospitales abarrotados. Se permitió esa concentración pese a la situación crítica que había, algo que no se repitió -y que muchos no comprenden- con las manifestaciones del 8M cuando la tercera ola ya estaba claramente en descenso.