La lucha global contra el Covid es una carrera contrarreloj. El único remedio eficaz hasta la fecha es la vacuna y cada dosis salva vidas. Sin embargo, mientras los países desarrollados ya piensan en revacunar el próximo invierno -España ha adquirido 90 millones de dosis a Pfizer para los próximos dos años-, los países pobres prevén inmunizar al 10% de su población antes de que acabe el año.

En este contexto se hace aún más relevante el artículo que acaba de publicar Nature que abre la puerta a que quienes han pasado la infección queden protegidos durante toda su vida, aunque la enfermedad fuera leve o moderada. Los inmunólogos creen que este mismo mecanismo puede ocurrir en los que han recibido la vacuna. Un hallazgo que abre la puerta a que infectados no necesiten la vacuna o que no haga falta revacunarse para estar protegido de por vida.

"El hallazgo corrobora una hipótesis que los inmunólogos manteníamos y es que la presencia de estas células, que sabemos pueden persistir décadas en el organismo, generen anticuerpos en el momento en que el virus pueda volver a aparecer", afirma Manel Juan, jefe del servicio de Inmunología en el Hospital Clínic de Barcelona.

Las encontradas son las llamadas "células plasmáticas de larga vida" que se "acantonan en la médula ósea y, ante un nuevo contacto con el virus, producen anticuerpos". Así lo explica el presidente de la Sociedad Española de Inmunología, Marcos López Hoyos, que subraya la importancia de este artículo: "Pone de relieve que la inmunidad natural es efectiva y duradera durante muchos años y, aunque no se ha podido comprobar hasta ahora, asumimos que con la vacunación ocurra de forma similar".

Lo que el estudio ha comprobado es que personas que habían pasado la infección de forma leve y moderada presentan este tipo de células, así como linfocitos B, otro tipo de células circulantes que también producen anticuerpos en caso de contacto con el virus. El artículo concluye que "la infección por SARS-CoV-2 induce una respuesta inmune humoral robusta, específica de antígeno y de larga duración en humanos".

"Hasta ahora las noticias sobre este asunto se han centrado en si la persona presentaba o no anticuerpos, y se veía que decaían a los pocos meses. Pero estos son sólo una parte de la capacidad de control del sistema inmunitario. Nos habíamos fijado en ellos porque es lo más sencillo de analizar, pero en este caso han ido más allá, uno de los méritos de esta investigación ha sido conseguir biopsias de gente sana para comprobar la persistencia de estas células", apunta Juan. El inmunólogo del Clínic afirma, además, que esto es especialmente relevante "porque se ha visto que pacientes sin capacidad de generar anticuerpos logran defenderse del Covid. Lo que no es posible es defenderse sin linfocitos T".

¿Su presencia garantiza inmunidad?

En la línea de los demostrado ahora por Nature habían ido otras investigaciones como la del pasado octubre en Cell que apuntaba a que los linfocitos T podían favorecer la protección frente a episodios de Covid grave. Sin embargo, la evidencia sobre la presencia de este tipo de células no permite concluir que haya una protección real. "No hay evidencias sobre qué nivel de anticuerpos, de linfocitos T, o en este caso en concreto, qué nivel de células plasmáticas de médula ósea hay que alcanzar para determinar si alguien está protegido o no y por ese motivo, lo único que este trabajo nos indica es que uno de los mecanismos que colaborarían en la protección (las células plasmáticas de médula ósea de larga duración) están activas en las personas que han pasado la infección hasta 11 meses después. No hay datos posteriores", afirma el investigador del Programa de Inmunología e Inmunoterapia del Cima Universidad de Navarra, Pablo Sarobe.

Las mismas dudas se plantea el genetista e investigador Salvador Macip, que considera que "una cosa es tener anticuerpos y otra estar protegido. La respuesta del sistema inmunitario es heterogénea, los anticuerpos no son blanco o negro, su cantidad y calidad puede variar y ser más o menos eficientes. Ya se han visto reinfecciones y lo que ocurre con otros coronavirus incita a pensar lo mismo".

Para el jefe de inmunología del Clínic lo que se puede inferir de la presencia de estas células "es que se garantiza una mejor capacidad de respuesta. Y lo que hemos aprendido en esta pandemia es que esa respuesta no bloquea la entrada del virus, pero sí que protege frente a la enfermedad grave o la muerte. Esto cuadra además con lo que hemos visto en las reinfecciones, que son raras y si se producen son leves".

La inmunóloga y profesora de la UNIR, Carmen Álvarez-Domínguez, considera que el estudio "es una buena noticia pero lo necesario ahora es ver cuál es la calidad de los anticuerpos y la respuesta inmune ante la infección natural y la vacunación, y después compararlas". La investigadora apunta, además, a que los datos preliminares que está arrojando la vacunación es que la capacidad de generar anticuerpos neutralizantes es mayor en los vacunados que en los infectados".

"Maduración de la afinidad" contra las variantes

Una de las mayores dudas que acechan tanto a la inmunidad natural como la efectividad de la vacunación es la aparición de variantes que puedan escapar al espectro anterior. Sin embargo, Juan subraya que el sistema inmunitario tiene una herramienta para adaptarse a ellas. "Los linfocitos B tienen un mecanismo llamado hipermutación somática por la que se producen cambios aleatorios en su secuencia genética. Así, los que interaccionan mejor con el antígeno (el patógeno) son los que persisten. Este mecanismo, llamado maduración de la afinidad, puede conseguir que, por decirlo de una manera, el sistema inmunitario se adapte por sí solo a las nuevas variantes".

Algo más escéptico se muestra Macip, quién considera que "es pronto para sacar conclusiones que apunten a la protección frente a las variantes". Por su parte, López Hoyos cree que "lo que se sabe del coronavirus indica que no muta tanto como para que haya un escape de la inmunidad".

Entonces, ¿han de vacunarse los infectados?

Tanto Juan como López Hoyos inciden en que este estudio ha corroborado lo que muchos inmunólogos habían planteado ya desde el inicio de las campañas de vacunación, que "los infectados podían no necesitar la vacuna, especialmente en un contexto de déficit de vacunas", dice Juan. "Dijimos que los infectados no se vacunaran, al menos, en los primeros meses. Y por ello seguimos defendiendo que los menores de 65 años con buena respuesta inmunitaria esperen seis meses y reciban solo una dosis", indica López Hoyos.

Pero lo cierto es que este estudio plantea esa presencia celular en personas jóvenes y sanas. "Otra cosa son las personas mayores con patologías de base, hay aún es necesario tener más datos", explica el presidente de la SEI.

Más conservadora se muestra Álvarez-Domínguez, que cree que "las evidencias son frente a la enfermedad grave o muerte, pero no sobre la reinfección y hay que prepararse lo mejor posible frente al virus y las variantes".

El inmunólogo del Clínic cree, no obstante, que más allá del debate científico, "la gestión pública de la pandemia es muy compleja y va más allá de la ciencia. Es difícil excluir a población de la vacunación y más sin déficit de vacunas. Pero la vacuna tampoco será un problema para nadie aunque ya tenga defensas y podrá mejorar su respuesta inmune".

¿Y la revacunación?

En base a esta misma inmunidad duradera, se abre el debate sobre si la revacunación anual o periódica puede no ser necesaria. "La revacunación es una cuestión muy compleja, creo que después de una pandemia que ha colapsado el sistema es difícil decidir no revacunar, aunque la ciencia pueda decir lo contrario. Pero las evidencias se producirán de forma natural. Habrá gente que opte por revacunarse y otra que no nos revacunemos y se irá viendo a través de los datos en vida real dirán si es necesario o no".

El presidente de la Sociedad Española de Inmunología cree, sin embargo, que "aún es pronto para saber si habrá que revacunarse. La respuesta duradera y potente en población que ha tenido la enfermedad leve se ha estudiado en población adulta joven. Faltan datos de gente mayor o con patología de base para poder decidir sobre esto".

Sarobe apunta igualmente a que faltan evidencias puesto que "no se sabe de todos los mecanismos que despiertan las vacunas cuál o cuáles son los más importantes, y qué niveles van a determinar la protección o si una persona va a requerir una nueva dosis de vacuna", pese a que tanto él como los demás inmunólogos consultados coinciden en que estos hallazgos constituyen una buena noticia.