Pedro Sánchez no va a tener responsabilidad en nada que pase en el país que gobierna hasta que invada algo, siquiera el Palacio de Cristal o la Puerta del Sol, ese Versalles relojero y jamonero de Ayuso. “Los precios de la energía son responsabilidad de la guerra de Putin”, dijo en la sesión de control a una Cuca Gamarra que está hecha una huerfanita desde lo de Casado. Sánchez dijo “responsabilidad”, que no culpa. Es como si Sánchez hubiera nombrado a Putin ministro, uno de esos ministros membranosos, dracúleos y acojonantes que ponen de vez en cuando en Hacienda o en Economía o por ahí, ya con traje y maletín de cobrador del frac o de mago con serrucho. Todo es por la guerra de Putin, aunque hace mucho que los precios subían y que había que poner la lavadora en noches de desvelo, planeándolo como el polvo matrimonial. Es que Putin “llevaba preparando la guerra desde hace un año”. Nadie sabía de la guerra, salvo nuestra lavadora, encendida y crujiente por la noche como una radio de espías.
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