La fontanera con botas de agua hasta el sobaco y zurullos hasta la clavícula nos ha querido convencer de que sólo es una periodista investigando, quizá porque aquí el disfraz de periodista es como el de espía / lagarterana que decía Gila. Pero los periodistas no se enfocan en coordinar silencios, ni pactan en nombre de la Fiscalía, ni buscan un solo muerto, y con uniforme, como un bisabuelo húsar, en el armario de los muertos. Ni tampoco harían un libro sobre hidrocarburos, lleno de absurdos y aburridos bencenos aromáticos, pudiendo hacerlo sobre un Gobierno que usa fontaneros, fiscales, funcionarios y hasta monosabios como si fueran ninjas asesinos. Nada de lo que hemos visto se parece a una investigación periodística, ni cuadra que el señor Aldama diera, hace meses, el nombre de esta periodista sin medio, sólo de esquelas o sólo de campanarios; una desconocida que está en su buhardilla apaisada escribiendo con letra de tarta de cumpleaños su librito de verdades o relatos o sonetos todos malos y anacrónicos, como un poetastro del azahar. Pero no se trata de la fontanera, sino de qué va a hacer Sánchez cuando no pueda negar la verdad. O qué está haciendo ya.
La fontanera nos parece novedosa y hasta marchosa, con su casco de espeleóloga o de fraggle por las cloacas, con su lanzallamas de fundir la calavera de plomo lorquiana de los guardias civiles, con sus fiscales que van y vienen con vuelo y barquichuela de fantasma de la ópera. La fontanera, además, ya nos daría un papel más definido para Santos Cerdán, que hasta ahora teníamos en la banda del Peugeot sólo mirando el mapa o sólo mirando los tendederos, de lejos, soñando como un joven maletilla que sólo ve capotear, de momento, los tendederos de su pueblo (o al revés, que quizá Santos Cerdán, y Ábalos, y toda la banda, miraban a Sánchez como el apoderado barrigón miraba a la promesa del toreo o de la copla en esas películas franquistas con promesas del toreo o de la copla). Sí, la fontanera nos dejaría a Santos Cerdán como pocero jefe, dinamitero de alcantarilla, enterrador o desenterrador de huesos o empresario teatral de entresuelo, orondo y sórdido, con sucio sudor en el labio y sucio caramelo de café con leche. Pero no, no hay tanta novedad ni tanta marcha.
Nos escandalizamos porque los fontaneros salen sin escafandra, porque el partido actúa como una mafia, porque el Estado entero es una hacienda de criadas, braceros y esbirros políticos, porque la verdad no importa y porque ni la mentira ni la sinvergonzonería parecen tener consecuencias. Pero mientras nos escandalizamos, el sanchismo ya no intenta ganar el relato, sino alcanzar la impunidad. Mientras creemos haber pescado a la banda echando a la gente a los raíles o a los peces, el Gobierno ya se prepara para ejercer la única acusación posible a través de la Fiscalía, que depende de quien depende. Y para que lleguen a jueces los enchufados y promocionados que les interesen. Y para que la judicatura y la policía sean tan obedientes como esos señores con collares de condestable que García Ortiz maneja feudalmente y una escritora sin oficio ofrece como si fueran pilinguis de ministro, ésas de viaje pagado, raso negro y ligueros bajo el plisadito. Y si ahora no llegan a tiempo, ya servirán en la siguiente contienda.
Como esto siga así, pronto no vamos a tener más ley que Sánchez ni más justicia que su cetro con manita dorada
No hay tanta novedad ni tanta marcha con la fontanera, ni siquiera con el jefe de fontanería, con antigüedad de oficios romanos. Primero, porque todo se lo va a tragar otra vez la fachosfera, con sus grandes fauces de anaconda de fango. Hace tiempo que el sanchismo sólo tiene como excusa la conspiración, que cada vez abarca a más gente, más funcionarios, más profesionales, más organismos, más administraciones, más derechas y hasta más países (una Eurovisión de la derecha y la ultraderecha, le falta por inventar al sotanillo de la Moncloa). Pero ya digo que no se trata de volver a tener excusa o distracción, que siempre las encontrarán incluso ante lo más evidente y vergonzoso, sino de tener impunidad. No hay tanta novedad ni tanta marcha con la fontanera, ni con Santos Cerdán, porque, sobre todo, como esto siga así, pronto no vamos a tener más ley que Sánchez ni más justicia que su cetro con manita dorada (mano de la justicia, que se llama precisamente).
Mientras los ministros y arrimados siguen hablando de bulos como si masticaran una albóndiga (es una palabra que llena la boca como una albóndiga), y de la cacería contra Sánchez y su familia, que son como una familia de bellos corzos, la conspiración y la cacería verdaderas son las que van haciendo ellos con todo el Estado, con todos sus entremetidos, con sus fontaneros contrachapados y sus poceros repulsivillos, maestros de ninjas como ese maestro rata de las tortugas ninja. Sánchez está acorralado, pero eso no es lo mismo que estar indefenso. Yo ya no tengo esperanza en que el PSOE se rebele, que no se rebelará hasta que haya más hambre que convicción. Y mi esperanza en el Estado de derecho va disminuyendo a medida que el Estado y el derecho parecen estar cada vez más en unas solas manos enguantadas y enmierdadas. Negro lo veo, pues.
Antes, Sánchez quería controlar el relato, pero ahora se da cuenta de que eso no sirve cuando sus fontaneros salen de la poza y sus múltiples manos derechas salen de las tumbas, las mordidas y las tabernas, todos sin pudor ni disculpa. Así que ya sólo queda controlar todo lo demás. Ya lo hemos visto en otros sitios, con las mismas fases y la misma retórica, y no vamos a decir más esa tontería de que aquí no puede ocurrir. Ya no importa la fontanera, si escribía versos con vaho o si mataba saliendo del váter como una bicha, ni importa que vengan otros audios u otros escándalos, que se manejarán igual, con encogimientos de hombros, ultraderecha ultrasónica y a lo mejor gafas para ciegos, que así son las de Sánchez. Sólo importa que la verdad, la ley y la democracia sigan teniendo significado, y eso cada vez lo ve uno más negro. No es la fontanera, son las cloacas.
1 Comentarios
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hace 1 semana
excelente LM, gracias!
yo también empiezo a ver negro, que una parte de la sociedad asuma (o mire a otro lado) esta descomposición diarreica del sanchismo…