Feijóo nos estropea los domingos, es como un aguacero o como la suegra, o como un aguacero con suegra, añadiéndole melancolía al fastidio. Feijóo, a falta de mejor cosa, nos va a montar una manifestación contra el Sánchez de cara cortada y rosa de ojal, una manifa dominguera, juvenal, ecuménica, como una visita a la plaza de San Pedro (la plaza de Colón es su San Pedro con abrazo de nublados y banderas como el famoso abrazo de la columnata de Bernini). A Sánchez, por supuesto, no le importan las calles que hace tiempo que no puede pisar, ni la gente haciendo ruido o barbacoas. Por su parte, a Feijóo no le sienta bien el barullo, que enseguida parece un jubilado perdido por Benidorm. Pero es que a la derecha tampoco le sientan bien las manifas, lo tengo muy dicho por aquí, porque le quedan como la entrada a los toros o como misas en el mirador de la Almudena. En un domingo de junio como un domingo de novia, el personal se irá de boda falsa y hasta de suegra falsa antes que ver a Feijóo perdido por los parques, buscando apoyos que no le sirven como el que busca palomas, y dándole a Sánchez el respiro de otra manifa de monjas confiteras y señoras envueltas en nutria.

Quizá lo único más inútil que una moción de censura sea este salir a la calle por salir, por tomar el fresco popular o populachero, que cuando no se suele tomar parece aún más aristocrático, como un paseo en barca. El PP no ceja con esto de la calle, aunque ya sea muy tarde para tomarla y hasta para saber manejarse en ella, que los peperos se siguen moviendo por las manifas como en un concurso de enganches. La izquierda tiene gente cuyo único oficio es la calle, la multitud, el jaleo, el cencerro, la excursión ideológica del progre como la excursión mística de los peregrinos. La izquierda sabe llamar y mover a la gente coral o granjeramente, con sus megáfonos alpinos y sus rimas marineras; estudian la coreografía de las pancartas, como una coreografía de banderas chinas, y yo creo que hasta calculan el hambre de porro para que el bocata de chóped parezca el paraíso del proletariado. Pero la derecha sólo parece que está en una regata sequiza, en un pádel apaisado, animando al niño con flequillito o a la novieta del niño, que va con faldita de tenis. Y si corren o gritan, parece que buscan a un guardia. Un desastre, en fin, a ver qué le hacemos.

La moción de censura sigue siendo el instrumento parlamentario, democrático, jurídico, político, filosófico y hasta pedagógico, mientras que la manifestación sólo parece el instrumento falaz y pasivoagresivo de la suegra

Yo creo que Feijóo ha optado por la manifestación porque le resulta más cómodo montar una romería que montar una moción de censura, o que montar una ruptura total y salpicante con este PSOE que ya no es un partido político sino que parece el Sindicato del Crimen (el Sindicato del Crimen, por cierto, irónica o especularmente, era como llamaba El País felipista a los periodistas que intentaban destapar la corrupción de aquel otro PSOE —la historia se repite, y cada vez con más cinismo—). A uno, la moción de censura le parece la mejor opción inútil dentro de todas las opciones seguramente inútiles, aunque no tan inútiles, creo yo, como juntar a los señores de sombrero panamá y a las señoras con leopardo o tortuga muertos y decir que son un millón, o toda España, que es lo que dicen siempre. Las manifestaciones no demuestran nada, salvo que uno tiene autobuses, bocatas, mandados y mandones. Eso sí, tampoco debería quedar la impresión de que la calle tiene dueño, como si la izquierda fuera Fraga. Pero la moción de censura sigue siendo el instrumento parlamentario, democrático, jurídico, político, filosófico y hasta pedagógico, mientras que la manifestación sólo parece el instrumento falaz y pasivoagresivo de la suegra.

La manifestación no sólo es más cómoda de organizar y justificar, sino que yo creo que Feijóo, en realidad, se ha cerrado él mismo la posibilidad de presentar una moción de censura, así que sólo le queda montar la feria torera o ganadera. La moción de censura inútil no fue tan inútil, por ejemplo, para Felipe González, que se presentó ante Suárez como un joven león, hambriento, alegórico o profético. Pero, claro, no es sólo que un Sánchez y un Estado más débiles sean también más útiles para sus socios, o sea que la moción sea todavía más imposible ahora. Es que, además, resulta que a Feijóo, un día, sus gloriosos amanuenses, con inspiración de botijo con anís, le hicieron decir eso de que él no es presidente del Gobierno porque no quiere. Y alguien que no es presidente porque no quiere no puede presentar una moción de censura y perderla, salvo que no quiera ser presidente ni cuando quiere. O algo así, que Feijóo ha convertido ya la torpeza en galimatías. En cualquier caso, esto le daría aún más respiro y más munición al sanchismo finisecular que esas monjitas como de Eurovisión y esas señoras con orzuelo de perla que le saldrán de manifestación dominguera como de procesión.

La democracia o la mafia, ha dicho Feijóo poniéndole al domingo su lema, su divisa taurina, su filacteria saliendo de las trompetas de los ángeles de Génova, un tanto cansados ya, creo, de notificar manifas, apocalipsis y anunciaciones. Pero la manifestación no es democracia, es sólo deporte o pícnic, salvo que uno sepa manejarla como ariete más que como caricatura, que no es el caso. Feijóo nos estropea los domingos, aunque yo creo que es sin querer, o sea no como los metepatas sino como los tristes. Yo creo que Feijóo no quiere fastidiarnos el domingo, ni la merienda, ni la vuelta ciclista, sino que se ha limitado a proponer lo único que puede hacer ahora. Lo malo de Feijóo es que ha dejado de hacer tanto que podría haber hecho, y ha hecho tanto que no tenía que hacer, que sus opciones actuales o futuras están limitadas por sus decisiones pasadas más que por otra cosa, más incluso que por Sánchez, su resistencia o su aritmética. A Feijóo apenas le queda la manifa, apenas le queda la suegra con nublado. Le ha llegado ese momento en la vida, como a tantos, en que los domingos de fiesta ya son sólo domingos de resignación.