Ante la propuesta del Ministro de Hacienda de "prohibir por ley" nuevas amnistías fiscales solo cabe decir una cosa: ¿En serio? ¿En serio, Montoro?

Dice el encargado de haber puesto en marcha la última (y fracasada) amnistía fiscal que como existe "consenso" en que "no nos gustan a nadie" pues mejor prohibirlas.

Lo que Montoro quiere prohibir es hacerse un Montoro, que es como si Luis Fonsi exigiera la prohibición de Despacito

Es decir, lo que el ministro Montoro quiere prohibir es hacerse un Montoro. Que es como si el Rey Juan Carlos propusiera acabar con las cacerías en Zimbawe o Luis Fonsi exigiera la prohibición de Despacito. Al fin y al cabo, la dichosa canción tampoco le gusta a nadie, ¿no? Sólo se baila, como diría el ministro, en una "situación excepcional".

El caso es que Montoro no compareció en el Congreso a pedir disculpas porque su amnistía de 2012  no recaudara ni la mitad de lo previsto. No. Tampoco hizo autocrítica (¿autoqué?) porque el Tribunal Constitucional haya declarado nula la medida por unanimidad. No. Ni porque uno de cada diez acogidos a la amnistía fiscal siguiera defraudando después de beneficiarse de ella.

Una vez explicadas las bondades de la amnistía, el ministro Montoro exigió su prohibición sin que le diera la risa

Lo que hizo Montoro fue defender lo buena que esta medida fue para el país “porque atrajo dinero”. Y una vez explicadas las bondades de la misma exigió su prohibición sin que le diera la risa. "¿Será mejor tener una recaudación que no tener nada, no?", inquirió el ministro a los diputados. Y si la respuesta es sí, ¿por qué prohibir esta medida entonces?

Tiene su explicación. Montoro dice que lo que él aprobó no fue una amnistía. Falta que Luis Fonsi quiera convencernos de que Despacito no es una canción del verano.