La crisis económica en la que va a profundizar España en los próximos meses va a provocar que la morosidad alcance niveles muy altos, que algunos expertos sitúan en torno al 7%, pero que desde el Banco de España no se atreven aún a pronosticar dada la incertidumbre. En todo caso, esta circunstancia llevará a la banca, por el momento centrada en transmitir a las empresas afectadas por el Covid-19 la liquidez que llega del Banco Central Europeo (BCE), a ser más exigente a la hora de conceder crédito con el objetivo de asegurar su solvencia futura.

El deterioro de la economía tendrá como consecuencia un alto desempleo, que el propio Gobierno estima que será este año del 19% y que no bajará mucho más en 2021 (17,2%) y, por ende, conllevará una oleada de impagos que los bancos tendrán que asumir, por lo que el incremento de la morosidad será una constante en los próximos años.

El paro podría alcanzar el 20% este año, lo que desatará una ola de impagos

Antes de que llegara el coronavirus, algunos bancos ya estaban siendo más exigentes a la hora de valorar las condiciones de un cliente para concederle un crédito debido a los estrechos márgenes que venían registrando y que presionaban su rentabilidad, si bien la alta mora que registrarán este año va a ser determinante para obligarles a ser más reflexivos con el análisis del riesgo.

Las entidades van a empezar a endurecer las condiciones requeridas para poder acceder a un crédito y este análisis más exigente del riesgo no vendrá solamente a través de una subida de los tipos de interés, sino que, más bien, las entidades mirarán con más detalle qué requisitos piden a sus clientes a la hora de concederles una financiación y, especialmente, una hipoteca.

Esta exigencia será especialmente dura para personas que quieran optar a un crédito con garantía hipotecaria pero trabajen en sectores relacionados con la hostelería o el turismo (particularmente propietarios de pisos turísticos) y se producirán a través de un aumento de los requisitos sobre su posición laboral, según explican fuentes financieras.

Entre ellos, los bancos podrían recurrir a ser más exigentes con la antigüedad mínima en el puesto de trabajo, el tipo de contrato del cliente o la tasa de esfuerzo, es decir, la parte del salario que un trabajador dedica al pago de su hipoteca, añaden otras fuentes.

El endurecimiento del crédito hasta el nivel de cerrar por completo la concesión de financiación para la compra de algunos productos (hipotecas, préstamos al consumo…) fue una de las consecuencias de la crisis financiera, si bien tanto el origen como el desarrollo del seísmo que llevó al rescate en 2012 poco tiene que ver con el shock económico provocado por el Covid-19. Al menos por el momento, pues los expertos confían en que esta crisis no se traducirá en financiera mientras la economía no entre en caída libre.

El BCE advierte del freno

El BCE ya lo reconocía hace unos días en su último Informe de Estabilidad. “Aunque las intervenciones del banco central y los estímulos fiscales de los gobiernos están aportando un fuerte apoyo a los bancos y la economía real, es probable que el crecimiento del crédito sea más débil en el periodo que queda por delante”, explicaba el supervisor.

La institución que preside Christine Lagarde apuntaba que “la mayor incertidumbre sobre las previsiones económicas y la caída de la confianza del consumidores y las empresas podría reducir los volúmenes de crédito”. Todo a pesar de que, como reconocía, los bancos están ahora mejor preparados para enfrentar una crisis en términos de solvencia y liquidez que hace diez años. Su resistencia dependerá de cómo de grande sea el shock.