"La gente está descontando ya el 'efecto vacuna' y que pronto no va a ser necesaria en espacios abiertos. De esta forma, las ventas están cayendo y la bajada de precios está siendo bestial". Así describe la situación actual el directivo de una importadora de mascarillas que ha suministrado varias remesas a distintas administraciones públicas durante la pandemia y que ha comprobado en primera línea las fluctuaciones del mercado. Su pronóstico es elocuente: "Las empresas que yo llamo 'sputnik', las que han nacido para y por, desaparecerán de aquí a final de año porque con esto no se vive salvo que vendas millones de unidades".

En noviembre pasado, el Instituto Nacional de Gestión Sanitaria (INGESA) -dependiente del Ministerio de Sanidad- seleccionó a la empresa para la que él trabaja como suministrador de mascarillas faciales filtrantes FFP3 dentro del acuerdo marco con el que trató de garantizar a las comunidades autónomas y a otros departamentos ministeriales material de protección contra la covid-19 a un precio competitivo tras los abusos de los fabricantes asiáticos en la primera oleada. Entonces pujó a 0,78 euros por un producto por el que se llegó a pagar varios euros durante la fase aguda de la pandemia.

Desde marzo, la compañía se ha dirigido en cinco ocasiones al INGESA para reducir el precio del producto ofertado por la tendencia a la baja que se está constatando en el mercado debido al exceso de oferta existente y a la reducción de la demanda. Primero a 0,59, luego a 0,49, posteriormente a 0,484 y 0,479... El pasado 9 de junio propuso servir la mercancía a 0,448 euros, lo que representa una bajada del 43 % en menos de siete meses. La incógnita es si la curva seguirá describiendo una tendencia descendente o ha tocado ya suelo.

El caso de esta compañía no es ninguna excepción. Todos los proveedores que fueron seleccionados para esa compra centralizada de diferentes productos sanitarios (mascarillas, guantes de nitrilo, batas, gafas protectoras, test, kits de extracción...), por un montante inicial de 2.131 millones de euros, han ido variando sus tarifas a la vista del comportamiento del mercado, sensible al avance de la vacunación y a la relajación de las medidas. En España, 22 millones de personas han recibido al menos una dosis y a 13,3 millones se les ha administrado la pauta completa, según los últimos datos de Sanidad. El objetivo del Ejecutivo es que la inmunidad de grupo (más del 70 %) se alcance no más tarde de mediados de agosto.

Existe un segundo factor: el fin de la obligatoriedad de utilizar la mascarilla en espacios abiertos en muchos países (casos de Israel y Estados Unidos), un debate ya abierto en España. La Comisión de Salud Pública no abordó esta cuestión en su reunión del pasado martes, por lo que no hay fecha aún. Con todo, Pedro Sánchez ha pronosticado este miércoles que "pronto" dejará de ser necesario su uso en la calle.

España decidirá en breve que la mascarilla ya no sea necesaria en espacios abiertos, como sucede en EEUU

"El precio de la mascarilla está ya regulado a precios precovid-19", destaca el director de Effimed, Xabier Bastarrica. En su opinión, a corto plazo se va a producir una "normalización de la demanda" a los niveles anteriores a la pandemia, si bien intuye que habrá "una oferta de mayores niveles de calidad y confianza" en la que el precio no será el único criterio decisorio.

"La mascarilla ha venido a Europa para quedarse. Vamos a acostumbrarnos a tenerla en casa, en el coche, cuando montemos en el tren o cuando vayamos al cine... Y estamos expectantes de ver el comportamiento de las nuevas cepas en el Hemisferio Sur, donde ahora es invierno, para ver cómo se desarrolla la actual pandemia en el mundo", razona este ejecutivo.

La planta que el grupo tiene en Lucena (Córdoba) para la fabricación de mascarillas quirúrgicas IIR y FFP2 ha dejado ya de producir en tres turnos durante los siete días a la semana por la reducción de la demanda. Con todo, confían en seguir llegando al cliente internacional con un producto "de calidad y certificado" gracias a la cadena de distribución con que cuentan en Europa. "Hay empresas que se preocupan por el bienestar de sus trabajadores y a las que no les importa pagar un poquito más de lo que podrían encontrar en el mercado por contar con un producto de confianza", enfatiza.

Dedicada a la fabricación de productos higiénicos íntimos (pañales y compresas), la filial española de la multinacional belga Drylock Technologies compró maquinaria el pasado año para producir mascarillas quirúrgicas IIR y FFP2 en su planta de Hontoria (Segovia), de la que salió una parte de las necesidades de la Junta de Castilla y León. Parte de esa inversión la recuperó meses después con la ayuda de 373.525 euros -el 69,4 % del presupuesto financiable- que le concedió el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo en el marco de una convocatoria que repartió 11 millones y de la que se benefició medio centenar de empresas.

Proceso de deslocalización

A finales de marzo de 2020 tenían firmada la compra en China de una línea de producción por 280.000 euros, casi el triple del precio existente antes de la pandemia. Un día recibieron la llamada del fabricante asiático indicándoles que, si querían el equipo que habían reservado, tenían que pagar un millón de dólares estadounidenses, precio que le había ofrecido "un ciudadano de la Embajada francesa". Renunciaron, por supuesto, a la compra.

"Si analizamos con cierta perspectiva cómo estaba el mercado antes de la aparición del maldito virus tenemos que llegar a la conclusión de que hacía muchos años que la producción de este tipo de productos en Europa se había deslocalizado, lo que quizá explica esa locura de precios", comenta a este diario el director general de Drylock Technologies SL, Miguel Ángel González Rodríguez. Y añade: "Paulatinamente habrá una desescalada en relación a la demanda y en los últimos meses se vuelve a la situación prepandemia".

Los fabricantes nacionales critican que se les exija más controles a sus productos que a los que vienen de Asia

Como otros fabricantes, González Rodríguez no tiene dudas de la imposibilidad de competir en precio con el mercado asiático debido a su potencial de producción y a sus menores costes, entre otros salariales. "Al principio de la pandemia hicimos una especie de simulación teniendo en cuenta la capacidad instalada en China y llegamos a la conclusión de que Europa tendría que instalar líneas de fabricación de mascarillas desde Tarifa [Cádiz] a Hamburgo [Alemania] con una separación de un metro y medio para poder competir con ese mercado", indica gráficamente.

Drylock Technologies no fabrica en este momento mascarillas, línea de negocio que aportó menos del 4 % a su cifra de facturación en 2020 (unos 72 millones de euros). Ahora está a la espera de poder mantener una reunión con altos cargos de la Junta de Castilla y León a fin de conocer si piensan aprovisionarse con una "reserva estratégica" a fin de afrontar en mejores condiciones una situación similar en caso de que se presentara en el futuro.

Más que una "reserva", lo que se necesitaría para encarar con más garantías una nueva pandemia es "capacidad estratégica". Así lo defiende Francisco Sánchez, presidente de la Asociación Española de Fabricantes de Mascarillas, Batas y EPI (OESP). Constituida en enero pasado, la organización agrupa ya a 16 socios, casi la mitad de los industriales que -según calculan- hay en España. "¿Cuál es nuestro plan de contingencia ante la siguiente crisis sanitaria? Eso hay que pensarlo. No podemos dejarlo en manos de otros países; tenemos que estar preparados. Mal vamos si no hemos aprendido esta lección", declara.

"Reglas" distintas para el producto de importación

Sánchez no se muestra tan sorprendido por la bajada del consumo -"ya sabíamos que en algún momento se normalizaría el uso de la mascarilla", puntualiza- como por la "presión tan fuerte" que dicen tener del producto de importación y los menores controles que se exigen a éstos. "Lo que más nos duele y nos preocupa es que no se haga nada ante la desigualdad de las reglas y que éstas no se reequilibren para que el trato sea el mismo. Nos acabarán echando del mercado con estas prácticas. Esto es lo que más nos quema", critica. La diferencia de controles con los artículos asiáticos es una queja compartida por todos los fabricantes con los que ha hablado este diario.

El presidente de la OESP reconoce que, debido al hundimiento de los precios y a la agresiva competencia de China, pueden verse amenazadas algunas fábricas españolas "más pequeñas" y con menos recursos para desenvolverse. Ello podría afectar al empleo en un sector que da trabajo a unos 600 empleados.

"Se están vendiendo mascarillas quirúrgicas a tres céntimos cuando el coste mínimo de fabricación en Europa es de 16 céntimos, diferencial con el que es imposible competir. Ha habido muchas empresas que se han reconvertido y estarán en una situación absolutamente delicada", concluye Miguel Ángel González.