Madrid, 28 de enero de 2022. Vox acaba de arrancar la campaña electoral en Castilla y León de madrugada, y percibe que logrará un gran resultado focalizando su discurso y el lema 'Siembra' en el entorno y las demandas rurales. Ese mismo viernes, al Hotel VP Plaza España Design, comienzan a llegar por la tarde los principales representantes de la derecha radical y nacionalpopulista europea para celebrar ese fin de semana una cumbre en la capital. De 'conservadores y patriotas', apuntan Santiago Abascal y los suyos, que deciden tomar la iniciativa organizándolo en España tras varias visitas a Budapest y Varsovia. El encuentro reúne, entre otros, a autoridades como el eurodiputado italiano legista -coordinador internacional de la Liga de Matteo Salvini- Paolo Borchia; la líder estatal del Partido de la Libertad (FPÖ) de Austria en el Salzburgo Marlene Svazek, o el exministro de Defensa de Bulgaria y dirigente del Movimiento Nacional Búlgaro (IMRO) Krasimir Karakachanov.

Son personajes anónimos para la mayoría de simpatizantes y afiliados de Vox. Pero da igual, porque se trata de mostrar músculo. Los verdaderos protagonistas, junto al primer ministro Polaco Mateusz Morawiecki, son su homólogo húngaro y líder de la Fidesz Viktor Orbán y la presidenta de la Reagrupación Nacional (RN) francesa Marine Le Pen. Por un lado, el firme representante del ultraconservadurismo continental en cuanto a valores tradicionales, de creencias, raciales o familiares. Por otro lado, la abanderada del proteccionismo económico que da cobijo a la izquierda y al obrerismo huérfano de representación y harto de las políticas tradicionales y las consecuencias de la globalización. Los dos con un mismo eje central que impregna su discurso: el chovinista.

Esta triada de representantes "soberanistas", incluido Abascal, sellaron en Madrid el compromiso de cooperar "unidos" ante distintas coyunturas como la baja natalidad o la protección de las fronteras, que entienden "amenazadas" en plena invasión de Ucrania, pero sobre todo en el Mediterráneo o con la frontera greco-turca. Y, lejos de disiparse su proyección de influencia futura en el tablero europeo, esta se ha visto reforzada a penas dos meses después.

De elecciones generales a presidenciales

El mes de abril ha venido a engrosar el protagonismo que el fenómeno ultra tiene en el continente. A diferencia de las elecciones castellano y leonesas, -por haber tenido lugar previamente a la invasión rusa y ser de carácter autonómico, pese a estar enfocadas en clave nacional-, la guerra ha copado las campañas en Francia y Hungría.

El miedo al cambio político, además de otros factores como las maniobras desarrolladas -cambio del reglamento electoral o cierre de medios críticos- por Fidesz durante las últimas tres legislaturas en el poder, ha afianzado la supermayoría de Orbán, uno de los mentores ideológicos más relevantes para Abascal desde su cambio de posicionamiento en 2015.

Le Pen, de quien Vox intenta extrapolar su carácter transversal para ampliar su nicho electoral hacia la izquierda y tener verdaderas opciones de gobierno, comenzando por Andalucía, no sólo ha revalidado la presencia de 2017 en la segunda vuelta de las presidenciales francesas ante el centrista y actual jefe de Estado Emmanuel Macron. Lo ha hecho ampliando del 21,3% al 23,1% su respaldo por casi medio millón de votos más que los 7.678.491 cosechados en la anterior convocatoria. Difícilmente sacará a Macron del Elíseo, pero Le Pen ya mira hacia junio, cuando se celebrarán las legislativas francesas, en vista de mejorar resultados.

Un salto cualitativo

Precisamente, a falta de confirmación y de convocatoria de Juanma Moreno, en junio Vox se enfrentará a otro importante reto electoral: Andalucía. Intentará emular y volver a ser crucial para la investidura del actual presidente andaluz, como lo ha sido en Castilla y León y Alfonso Fernández Mañueco.

Abril ha engrosado el protagonismo que el fenómeno ultra tiene en Europa

La formación de Abascal ha certificado un salto cualitativo en su desarrollo. Tras ocho años de vida, la escisión del PP ha tocado poder por primera vez al alcanzar un acuerdo de coalición con los populares. Si ya influenciaba en las políticas desde fuera en multitud de ayuntamientos y en regiones como Murcia, Madrid o la propia Andalucía, ahora tendrá un trampolín y el perfecto escaparate para erigirse como 'buen gestor' de cara a los comicios generales que vienen. Esa es la principal pretensión del presidente de Vox, que mide cada movimiento territorial como una partida de ajedrez, en un intento de dar jaque mate al PSOE.

Dado el significado de este hecho, la de asumir funciones públicas más allá de un consistorio -Vox tiene cinco alcaldías con mayoría absoluta, en poblaciones con menos de 150 habitantes-, ha encomendado la tarea a perfiles técnicos. Exceptuando al coordinador de Vox Valladolid Mariano Veganzones, los otros dos representantes en el consejo de Gobierno serán independientes, aunque con vinculación ideológica. Vox asumirá Agricultura y Ganadería, Empleo e Industria, y Cultura

La excepción ibérica

Chega! en Portugal es uno de los pocos partidos que aún queda por alcanzar responsabilidades políticas en el ámbito regional o estatal europeo. Hasta la irrupción de Vox en 2019 en el Congreso de los Diputados y de su homólogo portugués en la Asamblea de la República tras las últimas legislativas, la península ibérica era la excepción a la escalada, más allá de grupúsculos, de la derecha radical. El ascenso de los de Abascal mermaba esa excepción al ámbito exclusivo de la gestión, que, ahora, ha dinamitado.

También se equiparan a sus socios europeos en términos de porcentaje electoral. Vox mantiene una excelente relación con su semejante en Italia: Fratelli d'Italia (Hermanos de Italia) y Giorgia Meloni. La heredera de los postulados del extinto neofascista Movimiento Social Italiano, tras varias refundaciones, ha intensificado las relaciones con Abascal en detrimento de Salvini. Y, al igual que las encuestas dan a Meloni entre el 21 y el 22% de los votos y primer partido de Italia, algunos sondeos en España sitúan a Vox entre el 19 y el 22%.

Vox equipara o supera a algunos de sus socios continentales en porcentaje electoral

Los 23,1 puntos logrados por Le Pen en sufragio directo -salvando las diferencias entre sistemas electorales-, se aproximan a las cifras que, excepto el CIS, conceden un importante número de demoscópicas a Vox.

Oficialmente, los de Abascal tienen un 15,21% de representación, pero, en base a esas encuestas, superaría ya a referentes nórdicos -con similitudes en cuanto a planteamientos económicos neoliberales y en su rechazo a la inmigración- como el Partido de la Libertad (PVV) de Países Bajos (16,2%); el Partido de los Finlandeses (17,5%), Demócratas de Suecia (SD) (17,53%) o el Partido Popular Conservador de Estonia (EESTI) (17,8%). Vox ya ha dejado atrás al Partido Popular Danés (DF) (8,7%) o Alternativa para Alemania (AfD) (10,3%), uno de las agrupaciones precursoras del movimiento reaccionario a la actuación de Bruselas con la crisis del euro y a las oleadas de refugiados en 2014.