Cataluña abre este 12 de mayo la "nueva etapa" que quería Salvador Illa. De manera concluyente y diáfana. Otorga un resultado histórico al PSC y hace naufragar al independentismo. Corona a los socialistas como primera fuerza en votos y escaños, lo que jamás había pasado, a distancia de Carles Puigdemont. Deja al exministro de Sanidad a un paso de convertirse en nuevo president y, a la vez, respalda la política seguida por el Gobierno de Pedro Sánchez. Convalida su estrategia de alianzas, sus medidas de distensión, su apuesta inequívoca por el "diálogo" y la "convivencia", la propia ley de amnistía, que la derecha ha utilizado como permanente herramienta de desgaste contra el presidente en los últimos meses. Cataluña deja atrás, ahora sí, el procés, salvo que se produjera una repetición electoral para la que la tercera fuerza, una ERC hundida pero que será la llave del nuevo Govern, no tiene, en principio, ningún incentivo.
Porque la única mayoría posible y factible es la que formarían socialistas, republicanos y comunes. Solo ellos llegan a los 68 escaños, porque los soberanistas se quedan lejos. Muy lejos. Otra alternativa, mucho más improbable, es la sociovergencia, que suma una absoluta holgada. El 12-M deja únicamente, de hecho, dos escenarios: o Illa es president o los catalanes vuelven a las urnas. No hay más. Ahora bien, el escenario de pactos será muy complicado y todo puede pasar en las próximas semanas. "Los catalanes han decidido que le toca al PSC liderar esta nueva etapa y les anuncio que asumo esta responsabilidad: en cuanto se constituya la Mesa del Parlament, manifestaré al presidente o presidenta mi voluntad de concurrir a la Presidencia de la Generalitat de Cataluña", sostuvo Illa en su comparecencia en Barcelona, pasadas las 23 horas, en las que reconoció la contribución vital de Sánchez y de sus políticas.
Los socialistas suman 68 escaños, mayoría absoluta, con ERC y los comunes, mientras que los independentistas, incluso agregando a los ultras xenófobos de Aliança, llegan solo a 61
Los socialistas se mantenían optimistas en la recta final de la campaña del 12-M, pero prudentes. Todo podía pasar, aunque ellos fueran en cabeza en todas las encuestas. Necesitaban un resultado rotundo, y lo tuvieron. Arrasaron. Obtuvieron 42 escaños, los mismos que cosechó Pasqual Maragall en 2003. Nueve más que en las elecciones anteriores, las de 2021. Con el 99,48% escrutado, el Partit dels Socialistes de Catalunya llega al 27,96% de los sufragios, 4,94 puntos más que hace tres años. El PSC recibió 872.959 papeletas, más de 218.000 más que en los últimos comicios.
Illa aventaja a Puigdemont en algo más de seis puntos, casi 200.000 sufragios y siete diputados. Una victoria, por tanto, inapelable. En 2021, el PSC venció en votos, pero empató en 33 parlamentarios con ERC. Y en sus mejores tiempos, los de Maragall, nunca llegó a superar en representantes a la extinta CiU. Junts ganó tres asientos en el Parlament —salta de 32 a 35— y venció también de manera rotunda su fratricida contienda con ERC, que pierde de una tacada 13 sillones en el Parlament (de 33 a 20) y que no tiene ninguna posibilidad de repetir en la Presidencia de la Generalitat. La participación fue finalmente del 57,97%, casi siete puntos más que hace tres años, en los comicios marcados por la pandemia.
Elecciones Cataluña 12M
Las difíciles negociaciones para formar un nuevo Ejecutivo catalán comenzarán a partir de ahora, pero las urnas solo dejan espacio real para un pacto: la suma de las izquierdas. PSC (42 escaños), ERC (20) y comunes (6) reúnen 68 diputados, justo la absoluta. Puigdemont no tiene ninguna opción de volver a la Generalitat: sus 35 parlamentarios, más los 20 de ERC y los cuatro de la CUP solo suman 59 asientos en el Parlament, y ni sumando a los ultras y xenófobos de Aliança Catalana (2) alcanzan la absoluta. En el tramo final del escrutinio, estuvo bailando el último escaño de Lleida, que el PSC arrebató a Junts por algo más de 761 votos, por lo que Illa, a falta del recuento del voto exterior, lo tiene ya bastante protegido.
El PSC sube en las cuatro provincias y avanza en casi cinco puntos en toda Cataluña. Consigue 872.000 papeletas, 218.000 más que en 2021
No se repetirá un Govern tripartito porque el ya president en funciones, Pere Aragonès, descartó participar en un Ejecutivo con el PSC. "Continuaremos trabajando en la oposición", aseguró el candidato de ERC. Era el escenario que ya preveían los socialistas, por los recelos ya visibles en los republicanos a volver a un tripartito. Pero a lo que aspira Illa es a un Govern en solitario o con los comunes en él, apoyado desde fuera por los de Oriol Junqueras. Ellos tendrán que tomar una decisión traumática, en todo caso: o respaldan a Illa o bien encaminan Cataluña a una repetición electoral que podría mermar aún más su ya menguada representación. Los socialistas temían, por eso, una ERC extraordinariamente tocada por las urnas. Aún habría otra alternativa, mucho más improbable: la alianza de PSC y Junts (77 diputados), la sociovergencia, que Puigdemont ya descartó en campaña y que el propio Illa desechó después de ofrecerla como una vía posible, presentada con la intención de subrayar la transversalidad de su candidatura.
Pero lo importante para el primer secretario del PSC, y también para el PSOE, es que ya no existe una mayoría absoluta independentista ni nacionalista, y eso no ocurría desde las elecciones de 1984. Junts, ERC, CUP y Aliança se quedan con el 43,2% de los sufragios. 61 escaños por los 74 de los constitucionalistas (PSC, PP, Vox y comunes). En 2021, posconvergentes, republicanos y anticapitalistas agrupaban 74 sillones. Ahora, solo llegan a 59, y a 61 si se añade la derecha radical secesionista.
El PSC se estiró en las cuatro provincias catalanas. En Barcelona, su fortín, saltó de 23 a 28 diputados (cinco más); en Tarragona, ganó dos (de cuatro a seis sillones), y en Girona y Lleida, las dos circunscripciones más escoradas tradicionalmente hacia las formaciones independentistas, sentó a un parlamentario más (cuatro en cada una). Illa venció en las dos provincias más pobladas, Barcelona y Tarragona, mientras que Junts se impuso en las otras dos, Girona y Lleida.
"Respeto" a las formaciones independentistas
Illa, durante su comparecencia en la sede del partido, en la barcelonesa calle de Pallars, rodeado por todo su equipo y aclamado por los suyos al grito de "¡president!", se felicitó del resultado histórico del PSC, primera fuerza en votos y en escaños por primera vez en los 45 años de la autonomía. "Los partidos independentistas, a los que respetamos —dijo, cuidando el tono sereno que mantuvo en toda la campaña—, suman 61 escaños y un 43% de los votos. Los catalanes han decidido abrir una nueva etapa". El candidato recalcó que hay muchos factores que explican su triunfo, pero uno de ellos "han sido las políticas del Gobierno de España, por su presidente, Pedro Sánchez, a quien envío mi reconocimiento y mi agradecimiento por estas políticas, por su liderazgo". Illa, por tanto, era el primero en cumplimentar a Sánchez, con el que había hablado hacía unos momentos, su estrategia de reencuentro.
Illa insiste en que la "nueva etapa" lo será "para todos los catalanes, piensen lo que piensen, vivan donde vivan y vengan de donde vengan"
Pero el centro de su intervención estaba en lo que dijo a continuación: su disponibilidad para formar un nuevo Gobierno. "Asumo esta responsabilidad", y lo hace con el ánimo de "unir a los catalanes y de servir a Cataluña". El probable futuro president recordó que su prioridad será revigorizar los servicios públicos y poner "en marcha" Cataluña, "con respeto, con educación, contando con todos". Porque si en algo insistió el primer secretario del PSC es que la "nueva etapa" lo será "para todos los catalanes, piensen lo que piensen, hablen la lengua que hablen, vivan donde vivan y vengan de donde vengan". El acento a partir de ahora estará puesto en la gestión, justo uno de los talones de Aquiles de Aragonès, al que también los catalanes han castigado por el desgobierno de estos últimos tres años.
En Madrid, quien compareció fue la portavoz del PSOE, Esther Peña, que se detuvo en el espaldarazo de los catalanes a las políticas de Sánchez. "Políticas que han demostrado que los socialistas estábamos en el buen camino, que recorrer una senda para recuperar la convivencia en Cataluña merecía la pena. Durante todo este tiempo hemos sufrido insultos, amenazas y ataques de todo tipo. Más de 150 sedes de nuestro partido han sido vandalizadas. Unos compañeros han sufrido agresiones ultras y otros han tenido que volver a llevar escolta. Hoy les decimos a todos ellos, pero también a todos los socialistas de toda España y a nuestro presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que claro que merecía la pena", sostuvo Peña, en una última clara alusión al parón de cinco días del líder socialista.
La dirigente también destacó el medio millón de votos que el PSC sacó al PP —que quintuplicó sus números, al pasar de tres misérrimos escaños a 15— y cómo la derecha es la "gran fábrica de independentistas", y no los socialistas, que les han dejado en mínimos. El PP se ha probado "inútil para los ciudadanos una vez más en un territorio más", concluyó.
El histórico dato que se anotó el PSC es un empujón indudable para Sánchez. Para sus políticas y, en concreto, para la ley de amnistía, tan contestada por PP y Vox. Él mismo lo dijo en X. De entrada, el PSOE recibe un insuperable aliento de cara a la siguiente competición electoral, las europeas del 9 de junio. El plan salió incluso mejor de lo previsto por Ferraz: dos contiendas consecutivas favorables —en Euskadi el 21 de abril y este 12-M en Cataluña— que servirán, creen, para insuflar ánimos en los últimos comicios de este trimestre. Sánchez se implicó a tope en la campaña catalana tras su pausa de cinco días.
La portavoz del PSOE subraya que los catalanes han avalado las políticas de Sánchez. Y es que las urnas han supuesto la liquidación definitiva del 'procés', lo que pretendían los socialistas también con la contestada ley de amnistía
Está por ver cómo influyen estas elecciones en la gobernabilidad de España. En la Moncloa y en Ferraz, y también en el PSC, siempre sostuvieron que un Illa como president reforzaría a Sánchez, porque Junts y ERC no podrían dejarle caer, ya que eso supondría abrir la puerta a PP y Vox. Una apuesta peligrosa para los independentistas: la amnistía se aprobará definitivamente en apenas 15 días en el Congreso y su aplicación, que se prevé tortuosa, estará en manos de los jueces.
Por el momento, creen en el equipo del presidente, los soberanistas seguirán necesitando a Sánchez en la Moncloa. Además, el resultado tan contundente del PSC y la lejanía de Junts, ERC y la CUP de los 68 escaños supone finiquitar el procés. Justo a lo que los socialistas apelaban. Justo lo que pretende, han venido argumentando, la ley de amnistía.
Además, si finalmente Illa consigue ser president, los socialistas lograrán equilibrar algo la balanza del poder territorial. Ahora mismo gobiernan en tres comunidades autónomas —Castilla-La Mancha (con mayoría absoluta), Asturias y Navarra—, de modo que podrían ser ahora cuatro, con el peso económico, demográfico y simbólico que tiene Cataluña. Y con el valor de haber desalojado a los independentistas de la Generalitat y de volver a ocuparla desde que José Montilla fue batido en 2010.
Sánchez no siguió la noche electoral en la sede de Ferraz. Nunca lo hace en las competiciones autonómicas. En el cuartel general, la delegación socialista estuvo liderada por la número dos del Gobierno y del partido, María Jesús Montero, acompañada por el secretario de Organización, Santos Cerdán; el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños y otros miembros de la ejecutiva como Juanfran Serrano y la propia Esther Peña. La alegría de todo el equipo era evidente, igual que en Pallars, pese a que Illa intentó contener la euforia. Por delante tiene un camino difícil, en el que nada es seguro por la decisión tan traumática que deberá tomar una ERC extremadamente debilitada. Pero ahora mismo cuesta ver otro escenario distinto al de un Govern capitaneado por el PSC. La noche del 12-M apuntaba a eso. Porque Cataluña decidió pasar página tras 12 años de procés.
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