Las elecciones legislativas y presidenciales en Taiwán, que se han celebrado este sábado 13 de enero, despiertan el interés de la comunidad internacional, ya que en este archipiélago se escenifica la batalla por el dominio regional entre China y Estados Unidos. En su discurso de Año Nuevo, el presidente chino, Xi Jinping, subrayó que "la reunificación de la patria es un hecho de inevitabilidad histórica". Y el presidente de EEUU, Joe Biden, ha anunciado que enviará una delegación de funcionarios republicanos y demócratas de alto nivel poco después de conocerse los resultados.

Con dos guerras abiertas, una en las fronteras de la Unión Europea, y otra en el polvorín de Oriente Próximo, si se abre un tercer frente de inestabilidad con epicentro en el estrecho de Taiwán sería un escenario de pesadilla, porque implicaría a las dos principales potencias, China, que considera a Taiwán parte de su territorio, y a Estados Unidos, que defiende el derecho del archipiélago a alejarse de Pekín, incluso de independizarse. Cualquier amago de conflicto haría peligrar el comercio de microchips avanzados, que se usan en los dispositivos móviles y también en los coches eléctricos: más del 90% se produce en Taiwán.

Queda así claro que no es baladí lo que se ha vivido este fin de semana en el archipiélago de 90 islas situado en Asia Oriental, donde viven unos 25 millones de personas, la mitad que España.

Es donde se retiró el generalísimo Chiang Kai-shek, como consecuencia de la segunda fase de la Guerra Civil china (1945-1949), mientras que se proclamaba la República Popular de China en Pekín. China se dividía en dos: un régimen comunista y otro bajo el gobierno del Kuonmintang. El punto de inflexión tuvo lugar en 1971, cuando se aprobó la Resolución 2758 de la Asamblea General de las Naciones Unidas por la que se reconocía a la República Popular de China como la China legítima.

En 1971 todo cambió. El 15 de julio de 1971, 17 miembros de la ONU pidieron revisar los derechos de representación de China en Naciones Unidas. Esto implicaba que se presentaría a votación si la República Popular de China era considerada como la China legítima, en lugar de la República de China ubicada en Taiwán. Y el 25 de octubre de 1971, con 76 votos a favor, 35 votos en contra, 17 abstenciones y tres ausencias, se aprobó la Resolución 2758 de la Asamblea General de las Naciones Unidas. El gobierno de Pekín era el representante político legítimo de China en Naciones Unidas. 

Solo 13 países reconocen a Taiwán y solo uno es europeo, El Vaticano. La renta per capita de Taiwán supera los 31.000 euros, similar a la de España y el doble que la República Popular.

La actual presidenta es Tsai Ing-wen, que se ha mantenido en el poder durante dos mandatos, en total, ocho años. En 2020 Tsai fue elegida por el 57% de los votos, y más de 8,2 millones de votos. Las protestas en Hong Kong en 2019 ayudaron a su candidatura. Sin embargo, su figura ha sufrido un severo desgaste en los últimos años. En los últimos meses se ha incrementado la tensión con la República Popular de China, con momentos críticos como la respuesta a la visita de la entonces presidenta de la Camara de Representantes, Nancy Pelosi, a Taipei, en agosto de 2022. Después, China exhibió su poderío en unos ejercicios militares que se prolongaron varios días.

Verdes, azules y blancos: corrientes políticas

Las opciones políticas principales tanto para las elecciones legislativas como las presidenciales se distinguen por colores: los azules, partidarios de la unificación, cuyo representante principal es el Kuonmintang (KMT) y los verdes, que son independentistas y su abanderado principal es Partido Democrático Progresista (PDP) o Minjindang.

En los últimos años han cobrado más vigor los blancos, cuyo principal exponente es el Partido Popular de Taiwán. Hubo un serio intento de forjar una coalición blanquiazul, pero finalmente no salió adelante. El PDP trataba de mantener su mayoría legislativa (62 escaños de un total de 113), pero no lo ha logrado.

Gana el soberanista Lai

Los taiwaneses se han decantado por el soberanista William Lai, de 64 años, licenciado en Harvard, para suceder a Tsai Ing-wen. Criado por su madre, junto a sus cinco hermanos, fue alcalde de Tainan y primer ministro. Ha sido vicepresidente desde 2000. Asumirá el cargo el próximo 20 de mayo.

Es un claro defensor de la soberanía de Taiwán y su objetivo es reforzar aún más las relaciones con EEUU, Europa y otras democracias. Aboga por reforzar la defensa de la isla para proteger la seguridad del Estrecho. Como candidata a vicepresidente cuenta con Bi-khim Hsia, que fue la representante diplomático de Taiwán en Washington, y goza de muy buenos contactos en EEUU.

Su principal rival era el líder del Kuomintang, Hou Yu-ih, ex policía, que presenta un perfil peculiar en su partido ya que su familia procede de Taiwán desde generaciones. La mayoría entre los azules proceden de la China continental y se establecieron en la isla a partir de 1949.

El tercero en liza, y la gran novedad, era Ko Wen-je, ex alcalde de Taipei, que tiene entre los jóvenes a sus principales seguidores. Está más cerca del Kuonmintang, pero su perfil es ambiguo.

"Con Lai las políticas de alejamiento del continente experimentarán un nuevo impulso, quizá de forma más atrevida. Será un continuismo con brío. Las relaciones entre China y EEUU se tensarán más", explica Xulio Ríos, fundador del Observatorio de Política China. Sin embargo, una mayoría de taiwaneses desaprueba la gestión de Tsai en políticas sociales y eso puede perjudicar las pretensiones del actual vicepresidente. Ríos subraya que el Partido Democrático tendrá que lidiar con una Asamblea en minoría y con el poder local y regional del Kuonmintang y de los blancos.

División en la UE

De forma teórica, y desde el Parlamento Europeo, sobre todo, Taiwán recibe apoyo político de la Unión Europea, aunque eso tenga escaso eco en la práctica. "Algunos países europeos, como los Bálticos, o Europa Central, se acercan más a la posición de EEUU sobre Taiwán. Pero nunca darán el paso de vender armas como lo hace Washington. Italia es un país que podría mostrar más simpatía con Taiwán tras desbancarse de la Nueva Ruta de la Seda de China", apunta Xulio Ríos.

Cómo se ve desde Pekín

La República Popular China sostiene que la unificación es irreversible, pero su objetivo es conseguirla por la fuerza de los hechos, no a través de una intervención militar. Para ello, le resultaría de gran ayuda que el liderazgo en Taiwán fuera favorable a reforzar la cooperación política y económica, como es el caso del Kuonmintang. Hou era su mejor opción, aunque es un líder del Kuonmintang que defiende la identidad taiwanesa. De hecho, en Taiwán la mayoría quiere mantener el statu quo, y tanto la opción de la unificación como la independencia son minoritarias.

Según Xulio Ríos, China sufre un bloqueo sobre su política con Taiwán. "Pekín no está consiguiendo acercar a Taiwán al continente, sino al contrario. China nunca va a renunciar, pero si quiere lograr la unificación por vía pacífica ha de hacer algo distinto a lo que ha probado hasta ahora. Una victoria del Kuonmintang habría buscado la manera de limitar la influencia de Estados Unidos".

Republicanos y demócratas, con Taiwán

Fue el ex presidente republicano Donald Trump quien rompió con la ambigüedad estratégica durante su mandato, pero el demócrata Joe Biden ha seguido en esta línea. De hecho, como apunta Ríos, Biden ha autorizado más ventas de armas a Taiwán que Trump. "EEUU ha prestado ayuda militar política, económica, tecnológica. A EEUU no le interesa que Taiwán se incorpore a China de ninguna manera", señala Ríos. Gane quien gane en noviembre en EEUU, las línea principales se van a mantener con Taipei, ya que China es el gran rival de Estados Unidos. Y Taiwán es uno de los escenarios donde se libra un combate entre democracia y autoritarismo que en 2024 va a tener nuevos episodios.