Históricamente, las transiciones no ocurren en la política porque los bandos en pugna se ponen de acuerdo en una mesa de negociaciones. En todo caso, esto último es un mero trámite, la parte final de un proceso que comienza mucho antes.

Las transiciones ocurren primordialmente, porque el poder de quien lo ostenta se acaba. Bien por la muerte de la persona que encarnaba los intereses de los grupos dictatoriales (la dictadura no es solo de un hombre), o comúnmente porque sobreviene primero la crisis, el aparato comienza a descomponerse hasta agotarse, pierden la noción de la realidad política, social e internacional y llega a su fin, porque el régimen sea el que sea, ya no tiene futuro que ofrecer.

Sean las mesas redondas tras la caída del comunismo europeo, los viejos dictadores de antaño o los gobiernos árabes previos a su primavera, la realidad poco tiene que ver con protestas populares, ni jóvenes luchando por un futuro, ni por oposiciones cohesionadas, en palabras sencillas, solo terminan cuando han perdido todo el poder de ejercer gobierno.

La clave en esta frase no es otra que gobernar, entendido esto como llevar o darle continuidad al bienestar de los pueblos. Los regímenes de fuerza pueden tratar de sostenerse en el poder con la ayuda de las bayonetas, pueden imponerse a la fuerza, repartiéndose un botín cada vez mas exiguo hasta extinguirlo, pero no pueden sostener acción de gobierno. Tienen “voz de mando” pero han perdido la voz de gobierno, perdieron el favor popular, ya no representan a nadie y terminan arrasando todo a su paso.

Por eso la discusión sobre quién tiene por ahora el titulo de propiedad del gobierno venezolano o quién usurpa qué cosa es en todo caso lo que menos importa. La suerte del régimen anterior está echada, no es que usurpa el gobierno, es que ya no tiene cómo gobernar.

Maduro es la imagen de un gobierno zombi, camina, se alimenta de la sangre de los vivos, pero no está vivo

Nicolás Maduro es inviable. Es la imagen de un gobierno zombi. Camina, se alimenta de la sangre de los vivos, pero no está vivo. No representa a nadie, carece de credibilidad nacional, económica, social y ahora internacional. Su poder económico es del tamaño de las páginas de internet que fijan el precio de la moneda venezolana.

Hasta el más humilde trabajador sabe que sus aumentos de sueldo, sin correspondencia con la producción de bienes y servicios, traen el colapso de su poder de compra. No hay instituciones. sobrevive autoengañándose y engañando a su entorno, con préstamos que nadie otorga, inversiones que nadie hace y promesas de un futuro absurdo.

Nadie puede gobernar contra el mundo. Uno que cambió de opinión drásticamente. La revolución bolivariana lo perdió todo. Hasta sus más conspicuos seguidores se explican tímidamente la necesidad de diálogo, acompañan el sepelio pero no se entierran con el régimen, o sencillamente borran en su Twitter toda alusión pasada, en señal de quien no se sume será arrasado.

Por otra parte, de nada sirve que salga el Alto Mando militar públicamente apoyando hasta morir por el rey, porque la Historia ha demostrado hasta el cansancio que los mártires han sido muy pocos y los reyes caídos muchos.

Basta recordar la imagen de la Junta de Gobierno de Pinochet, hasta que los mismos que juraron mantenerlo se le voltearon rapidito (Armada, Aviación y Carabineros) haciendo que el ejército votara por sumarse a los primeros.

Basta recordar al Consejo Supremo en televisión apoyando a Mubarak en los cuarteles generales y los discursos del general Tantawi, apodado como el más fiel de los fieles o el poodle de Mubarak para entender que cuando el poder cambia, hay poco que hacer, pues los que más gritaron, los que dijeron que se inmolarían, fueron los primeros en saltar del barco y terminaron encarcelando a Mubarak.

El poder político está cambiando frente a nuestros ojos y en breve la historia de los militares venezolanos cambiará

El poder político está cambiando frente a nuestros ojos y en breve, la historia de los militares venezolanos cambiará también, como lo hizo el apoyo internacional. El mayor cambio ha sido el social.

Las fuerzas de represión, que no son otras que los antiguos colectivos vestidos de policías, ya no se abalanzan sobre la clase media, disparan y asesinan a jóvenes pobres.  Las masas depauperadas que cruzan caminando las fronteras, tras una agotadora marcha de cientos de kilómetros, son el resultado de 20 años de traiciones. La imagen fiel de una mentira sostenida en la propaganda más cara del mundo.

Venezuela ha perdido el 60% de su PIB, el doble de lo que perdió España en su guerra civil

Por eso Venezuela está a punto de dar el vuelco. Las elecciones propuestas por la Unión Europea no pueden ser, porque en elecciones libres y con condiciones la paliza sería monumental. No solo se demostraría la intención de los 15 millones de votantes que se abstuvieron, sino que esos seis millones de votos fueron mentira.

Pero la nueva apuesta es compleja. Venezuela habrá perdido para este año un 60% de su economía (FMI). Se dice fácil pero es el doble de lo que perdió España durante su guerra civil, bastante más de lo que perdió Irak en sus guerras del Golfo, junto a la pérdida de dos tercios de su producción de petróleo, el 90% de minerales y el 70% de capacidad industrial privada. Algo peor aún: la mayoría de su mano de obra calificada.

Por eso el país no necesita un préstamo del Fondo Monetario, como si se tratase de un plan de ajustes, (Argentina pidió 60.000 millones de dólares y aun no se ajusta). Venezuela tampoco necesita un Plan Marshall. Necesita mucho más, un rescate multilateral como el griego y una intervención mayor de la economía, como sucedió en Europa del Este. Necesita ingentes inversiones para restablecer la producción perdida y más aún mercados para los productos venezolanos.

Necesita acordar con sus vecinos cuotas de ayuda productiva,. Necesita acordar con Trump una ayuda como la de Bush a Gorbachov. Necesita acordar con la OPEP una dispensa como el caso de Irak Necesita que sus socios de Medio Oriente metan el hombro, necesita mucho a los chinos.

Pero más aún necesita que los apoyos múltiples de las instituciones que quedan en pie, y eso incluye a los militares y a sectores radicales de izquierda, junto a un sector importante de la oposición, entiendan lo que necesita Venezuela y soporten semejantes tensiones. Tensiones que se verán sin duda alguna reflejadas en las calles. Porque se trata de años de “esfuerzo, sudor y lágrimas”, porque la sangre ya la derramaron.

El olfato de Guaidó para asaltar las Bastillas en el momento adecuado no tiene parangón en la historia venezolana

Juan Guaidó es un líder óptimo. Su fuerte es la negociación política. Su olfato para asaltar las Bastillas en el momento adecuado no tiene parangón con nadie en la Historia venezolana. Pero la oposición no tiene fuerza por si sola para un plan como el que requiere Venezuela.

El partido de Guaidó no es Syriza, ni la Mesa de la Unidad es la coalición griega. Se precisa negociar un plan para desmontar el pesado aparato socialista que requiere además del conocimiento sobre lo que hay que hacer, una explicación (que implica años de austeridad y sacrificios) hasta que se recupere la economía y la producción.

Y más aún, convencer al mundo que son los llamados, no a llevar la transición, sino a sostenerse en el poder. De lo contrario, el mundo y el pueblo venezolano optarán por lo que hicieron en el pasado, por buscar una figura de poder que sostenga una acción mínima de gobierno.

Venezuela está cambiando y hay una nueva apuesta. Solo queda rezar por que quienes ostentan las armas, negocien una salida honrosa. Ya muchos están contando sus fuerzas y posibilidades de sobrevivir. La mano está extendida, las próximas horas serán cruciales.


Thays Peñalver es abogada, periodista y escritora. Es autora de La conspiración de los 12 golpes.