Puede que Ángel Garrido no sea del gusto de Pablo Casado, no en vano lo ha sustituido por su candidato para la Comunidad de Madrid sin mucho miramiento, pero hay que reconocerle una virtud que hasta ahora parecía oculta: la premonición.

El pasado 24 de enero, jueves, Garrido sentenció el conflicto del taxi él solito, desde el sillón que le ponía frente a Carlos Alsina en Onda Cero. "Por apostar al todo o nada los taxistas pueden quedarse con nada", dijo sin levantar siquiera la ceja.

Por poner en contexto, apenas unas horas antes los taxistas de Madrid levantaban barricadas y quemaban neumáticos y contenedores a las puertas de Ifema, donde se estaba celebrando Fitur, una de las mayores ferias de turismo del mundo. Para Garrido aquello debía estar ya descontado, vaticinando que los animados taxistas, como aquellos soldados que viajaron a la Primer Guerra Mundial pensando que volverían en unas semanas, no sabían la que se les venía encima.

Los taxistas han perdido y Garrido ha ganado, y no caben más lecturas

Garrido, que ya se sabe amortizado, desplegó desde entonces un ejercicio de resistencia que debería avergonzar a Damiá Calvet, el precoz conseller de Transportes al que le temblaron las canillas en cuanto vio que Tito Álvarez y compañía aparecían en la Gran Vía barcelonesa. Sea porque sabe que tiene fecha de caducidad, sea porque quiere demostrar a Casado que tiene madera para quedarse en la Puerta del Sol, lo cierto es que el todavía presidente regional se ha apuntado un tanto por la escuadra.

Porque los taxis han perdido y Garrido ha ganado, y aquí no caben más lecturas. La derrota, además, ha sido de las que duelen, porque los taxistas han quemado mucha tierra en pos de una victoria que creían segura. La situación les ha estallado en las manos y la vuelta a la normalidad, ese don tan español, no va a ser sencilla en la capital.

Sin el favor público

Los taxistas no han calibrado demasiado bien lo que suponía llevar a cabo una estrategia de bloqueo total. Sus principales líderes consideran que desde las instituciones se está lanzando un mensaje contra ellos equivocado a sabiendas, pero ese no ha sido el principal problema. El gran error es que no han sido capaces de hacer que la opinión pública empatice -ni simpatice- con ellos.

Según un estudio de Smartme Analytics, las descargas de Uber y Cabify se han disparado un 50% desde que comenzara el conflicto en la capital, gracias a una campaña de publicidad que jamás hubieran podido pagar ni entre Uber y Cabify. Un importante porcentaje de la población madrileña que no conocía o no había probado estas aplicaciones lo ha hecho estos días, con lo que eso supone para el taxi. El que se tenía que mover por Madrid no tenía otro remedio que utilizarlas si el transporte público no le cuadraba para su trayecto.

Las descargas de Uber y Cabify se han disparado un 50% desde que se inició el conflicto

Los propios taxistas sabían de sobra que esta circunstancia se estaba produciendo. "Las VTC están haciendo más viajes que nunca", decían muchos miembros del sector, sabiendo que habían perdido el favor de los usuarios, seguramente por culpa de un pequeño núcleo radical que está al frente de las agrupaciones y que ha liderado las movilizaciones.

Ya no están invictos

Hasta ahora el taxi contaba sus batallas por victorias. ¿Cómo si no iba a tener un sector la osadía de cortar las principales calles de Madrid o Barcelona? Se sabían -creían- impunes, no en vano venían de juguetear con el Ministerio de Fomento y con un José Luis Ábalos todavía tierno y recién aterrizado en su despacho en pleno Paseo de la Castellana.

Ahí, con Ábalos de perfil y dejándole el enorme marrón a Pedro Saura, un más que aseado secretario de Estado de Transportes, los taxistas se pasearon, chocaron las manos, se sonrieron y salieron de la sede del departamento con sus representantes levitando. En su afán de imponer, a falta de una lambretta estilo Neymar, decidieron decretar a Ábalos que había que corregir una nota de prensa que no contenía un par de términos que consideraban necesarios. Bien entrada la noche, aparecieron esa palabras, aquí y allá, con el normal jolgorio de los por entonces acampados en la vía madrileña.

Con estos antecedentes, y con el rápido triunfo en Barcelona, debieron pensar que con Garrido también iba a ser cuestión de tiempo. La situación empezó a enquistarse tanto que el propio Tito Álvarez se montó en el AVE con la cúpula de Élite Taxi, agrupación mayoritaria en Barcelona, y, recibido como un mesías por los taxistas, sacó la pizarra para cambiar el rumbo de las protestas y dejar las afueras -Ifema- para trasladarse al puro centro de Madrid -calle Génova y Puerta del Sol-. No salió bien.

Falta de cohesión... y de ingresos

Cuando uno va ganando es muy fácil mantener la cohesión de la tropa, la ilusión y las ganas de seguir conquistando. Ahora, cuando vienen mal dadas, empiezan a salir voces discordantes y corrientes propias, habitualmente una por cabeza, que eso también es muy español.

El pasado verano en su huelga, el taxi era un grupo prieto, no había fisuras. Pero claro, no es sencillo mantener esa unidad cuando los días pasan y uno tira de la app del banco para ver como las cifras se acercan al rojo de manera irremediable.

Según las estimaciones de los taxistas, cada uno de los huelguistas ha dejado de ingresar 170 euros por día no trabajado, 190 por cada festivo. Contando las más de dos semanas con los motores fríos son alrededor de 2.700 euros que no llegarán nunca a la cuenta bancaria.

Cada taxi ha perdido de media 2.700 euros durante los 16 días de huelga en la capital

Eso, teniendo en cuanto que el seguro del coche hay que seguir pagándolo, así como todos los impuestos que rodean a la actividad normal de un taxista, convierte la situación en insostenible para un sector en el que la mayoría de sus miembros son autónomos y no cobran si no trabajan. Así es imposible mantener nada.

Esta división se ha puesto de manifiesto con la votación para desconvocar la huelga. De los 7.483 votos que los taxistas depositaron en las ocho urnas colocadas este martes en la terminal 4 del aeropuerto de Madrid-Barajas, 4.223 estaban a favor de volver al trabajo este mismo miércoles. Por contra, 3.522 sufragios pedían mantener la presión. Igualado.

Los taxistas se la han jugado y han prometido más movilizaciones -"Hemos perdido la batalla, pero no la guerra", decían sus representantes- que seguramente empiecen en el inminente Mobile World Congress de Barcelona, pero esta derrota va a doler, y mucho, en un sector que hasta ahora parecía imbatible.