Estamos a dos meses exactos de las elecciones generales del 28 de abril. Los posibles escenarios políticos que se plantearán tras los comicios son múltiples pero, evidentemente, para conocerlos debemos esperar a que las elecciones se celebren. Por lo tanto, estamos ahora en el momento de las estimaciones, o lo que es lo mismo en términos prácticos: es el momento de las encuestas electorales.

Precisamente hoy hemos conocido los resultados de la encuesta del CIS de febrero. En los meses que nos quedan por delante, serán múltiples los estudios cuantitativos de diversas empresas de sondeos que tratarán de acercarse lo máximo posible a los resultados finales de los comicios.

¿Cómo valorar una encuesta electoral?

La encuesta es un método de investigación social que usamos para predecir la realidad y tiene siempre, inevitablemente, un margen de error. Una encuesta no es una realidad, si no una estimación. Dando por hecho que la muestra con la que se ha realizado la encuesta sea representativa y la misma esté bien hecha, hay que tener en cuenta que el porcentaje de indecisos -de esas personas que o bien no saben a quién van a votar, o bien no quieren responder- suele ser muy amplio (los sociólogos hablan de un 20% a un 50% de los encuestados; el último CIS los cifra en el 15%).

Sin embargo, el encuestador incluye a estas personas en los resultados: estima a qué partido van a votar finalmente. ¿Lo adivina? No exactamente. Lo que hace el encuestador es un cálculo. Para reducir ese margen de error y convertir a la encuesta en un instrumento más predictivo, se realizan retoques estadísticos sobre los resultados brutos de las preguntas que formulamos a la gente: el encuestador trata de anticiparse a quién votarán los indecisos a partir de otras respuestas de la encuesta como el recuerdo de voto, la valoración de los líderes, la simpatía o la cercanía por un partido… Es lo que coloquialmente se conoce como la cocina de las encuestas.

Cada empresa realiza este cálculo de forma diferente y oculta, lo que explica además que haya encuestas con resultados bastante diferentes entre sí. Por otro lado, debemos tener en cuenta también la volatilidad del voto: la gente cambia de opinión antes de votar. Tenemos dos meses por delante, en los que en política pueden pasar muchas cosas que nos hagan cambiar nuestro voto y, además, aún no hemos conocido programas electorales ni nos hemos sometido al efecto de las campañas.

En España tradicionalmente hay un gran porcentaje de voto oculto al PP. ¿Puede que suceda también esto con Vox?

El momento presente en el que se realiza la encuesta es muy importante, el periodo en el que se ha realizado el trabajo de campo, porque puede no recoger las consecuencias de determinados hechos políticos que, cuando se conocen los resultados del sondeo, ya han sucedido.

Antes, el cambio de voto solía ser más difícil, porque en España partíamos de un sistema bipartidista. La ruptura del bipartidismo ha aumentado el margen de incertidumbre, haciendo más difícil la cocina de las encuestas y exigiendo una precisión que no pueden dar. Contamos ahora con un sistema partidario más amplio, hay más partidos a derecha y a izquierda: tenemos más fácil cambiar nuestro voto sin modificar demasiado nuestra preferencia ideológica.

Por otro lado, en España tradicionalmente hay un gran porcentaje de voto oculto al PP: gente que no quiere decir que ha votado o que votará al Partido Popular, por lo que los datos brutos de las encuestas electorales tienden a infrarrepresentar el voto a este partido. ¿Puede que suceda también esto con Vox? ¿Los encuestados dirán abiertamente que votarán a la formación de Santiago Abascal?

Son cuestiones que están por ver, pero, de momento, es cierto que los únicos datos con los que contaremos serán con los que nos arrojen las encuestas. Así que, cuando leas los titulares sobre resultados de encuestas, recuerda: son una estimación y la gente puede cambiar su voto o estar ocultándolo. Ten claro que lo que estás viendo es una foto fija que te muestra una tendencia.