La Navidad suele ser un mal momento para telefonear a los amantes. La cercanía y la lejanía son conceptos relativos, salvo en los días señalados, cuando caen a plomo y aclaran con quién quiere estar cada cual. Lo de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias recuerda a la llamada que Shirley McLane hace en El Apartamento a su querido, su jefe, quien ha reservado el 25 de diciembre para su esposa y sus hijos para desesperación de la mujer que representa una parte de su presente, pero no del futuro. Sánchez observa las encuestas, mira al horizonte y se imagina gobernando en solitario, con una cómoda mayoría. Luego ve a Iglesias y se siente atrapado en un matrimonio de conveniencia, de los que suelen conducir a la infelicidad. En esas condiciones, apuesta por el largo plazo; y no por el amante pasajero, el que el CIS le hace creer -no la encuesta de este periódico- que es perfectamente evitable.
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