Todo se perdona, todo se olvida, y Pablo Iglesias se abrazaba a Pedro Sánchez con los ojos cerrados, como amantes de andén a la vuelta de la vida, de la guerra y del amor. A Iglesias se le ha rendido por fin el aventurero guapo, que vuelve como para casarse con la novia fea del pueblo o la prima tercera, esas rendiciones que tiene a veces el amor, o la necesidad. Todo se perdona, todo se olvida, las correrías y la traición, porque el presidente pródigo ha regresado al pajar de la izquierda con su primera novia de pajar y es hora de construir las utopías granjeras, los cielos conejeros poscomunistas que ha estado preparando y reservando Iglesias toda su vida como un ajuar de hilo o una virginidad de hilo.

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