La jugada de Ciudadanos no es local ni regional, es una pinza nacional, envolvente como la caballería o como la cimitarra. Tantos estaban matando o dando por muerto al partido de la Tercera España, de los guapos, de los dignos, de los que dimitían lanzando un guante blanco, que seguramente Arrimadas ha decidido que podían morir matando o incluso sobrevivir matando. Piensa que Cs no se creó para entrar en esa derecha de cajonera de Aznar, que es la que busca Casado, que ahora todo lo piensa con muebles. Piensa que Cs no debe ser una rebotica del PP con consejeros invisibles que parecen portavelas, como Aguado o Marín. Que casi es preferible ser vasallo de Sánchez, empezar a rendirle plazas y quién sabe si acabar en un Gobierno sin Iglesias y sin Frankenstein. La guerra relámpago iba a empezar con Murcia, Castilla y León, Madrid... Pero Ayuso se les ha adelantado. Ahora habrá que matar en las elecciones, no a placer en una mesa de convite, como si fuera la Boda Roja, que ha dicho alguien.

Ayuso ha visto llegar la conspiración como el bosque de Birnam y ha estropeado el plan de Arrimadas, que yo creo que ella veía hermoso, sangriento, sincrónico, coreográfico, como las muertes del final de El padrino. Puede parecer humillante prestarse a ser el nuevo perchero para las hombreras de Sánchez, pero Cs ya estaba siendo humillado sin ganar nada. Ya no tenía más poder que salir tras las cortinas, como cigarreras del cine o lanceros de parador, y el PP los quería absorber por aplastamiento, dejándoles en la nueva sede el cuarto donde se apilan los ventiladores. Este error de cálculo puede ser la muerte definitiva de Cs, pero tampoco es que estuviera muy lejos de morir ya en los escoberos políticos, y además sin saber por qué. Al menos ahora podrá morir con el puñal en la mano o en la liga, con esa cosa de bandolera mortal y fina, como las cuchillas o como su boca, que siempre tuvo Arrimadas.

Empezar por Murcia era sólo como empezar el puzle por la esquina donde se ve un barquito, porque después venía Castilla y León y sobre todo la joya de Madrid, la gran pieza, Madrid y su reina entre íbera y cartaginesa, entre reina de baraja envenenada y de ajedrez con espadas y elefantes de verdad. Cuanto más han insistido en poner a Ayuso de boba y de folclórica y de ultra, más se iba haciendo con el tablero, con los titulares, con el tiempo, que en política es casi todo. Yo creo que lo que ven de peligroso en Ayuso es que ni siquiera le hace falta hacer mucha política, es decir, que puede ser como Sánchez. El PP tiene a los dos antagonistas de Sánchez, pero ninguno es Casado: Ayuso, que le puede ganar a su juego, y Almeida, que le puede ganar por ironía, haciendo de anti Sánchez.

Cuanto más han insistido en poner a Ayuso de boba y de folclórica y de ultra, más se iba haciendo con el tablero, con los titulares, con el tiempo, que en política es casi todo"

Madrid, o Ayuso, eran la gran pieza, y les va a fallar. A Ayuso la ponen de muñeca siniestra o de niña tonta con helado o de maniquí sexy de Berlanga, pero ha estado más despierta que Casado, que lleva un tiempo que no sabe si arremangarse ante el espejo o mudarse a 13 Rue del Percebe. Madrid era la siguiente pieza y Ayuso lo vio pronto, así que convocó elecciones para que no la mataran en la cama como a Viriato. A Ayuso la menosprecian, como a Sánchez, por el físico. Igual que uno se puede quedar mirando el tipito de travoltín de Sánchez, uno se puede despistar pensando que Ayuso está entre foto de D’Harcourt y cantarera de Romero de Torres. Ayuso no tiene el verbo de Cayetana ni de Arrimadas, pero le basta una sana listeza de agua clara, más el empaque, la actitud, y un pestañeo que suena como una voz de Bernarda Alba o un aleteo de Lola Flores. Tiene duende, mientras que Sánchez sólo tiene facha, de ahí el miedo. 

Madrid era la gran pieza y les va a fallar, porque yo diría que Ayuso, entre el carisma y la traición, va a arrasar, y algunos van a perder Madrid para siempre como se perdió el horno melancólico de Carmena, castañera de magdalenas. Se nota que el patinazo ha dolido, sobre todo en eso de tramitar una moción de censura a contrapié, como de cine mudo. Si se pudiera hacer eso, registrar una moción de censura en el tiempo que va desde que se firma el decreto de disolución hasta que se publica en el boletín oficial, se podrían parar todas las elecciones, siempre. No tiene ningún sentido jurídico, pero es que sin Madrid se les derrumba todo. Tras Madrid podría venir Andalucía, y a saber qué sería posible en Cataluña, con Illa que está esperando como que le presten un paraguas en la lluvia. Con eso ya habría fuerza para entrar en el Gobierno, echar a Iglesias, acabar con Frankenstein y tener una presidencia y una vicepresidencia de guapos como nunca se vio. Aun a costa de regalarle otro colchón de pavo real a Sánchez, Cs habría salvado a España y se habría salvado a sí mismo.

Éstas, creo yo, eran más o menos las cuentas de la lechera de Arrimadas. Quizá no hubiera terminado mal, pero Ayuso ha volado todos los mapas con un abanicazo de los suyos, de maja de Goya. Arrimadas, que una vez derrotó al nacionalismo catalán con desparpajo de pitusa, ahora parece una bandolera descabalgada, ya toda desesperación, puñal y crucifijo. Otra brillante política que parece que se malogrará, y sin que nadie sepa muy bien cómo, porque sigue teniendo razón en casi todo, como Rivera. Pase lo que pase, ha sido hermoso verlos en la lucha y hasta en la traición, igual de grandiosas, titánicas y seguramente inútiles.

La jugada de Ciudadanos no es local ni regional, es una pinza nacional, envolvente como la caballería o como la cimitarra. Tantos estaban matando o dando por muerto al partido de la Tercera España, de los guapos, de los dignos, de los que dimitían lanzando un guante blanco, que seguramente Arrimadas ha decidido que podían morir matando o incluso sobrevivir matando. Piensa que Cs no se creó para entrar en esa derecha de cajonera de Aznar, que es la que busca Casado, que ahora todo lo piensa con muebles. Piensa que Cs no debe ser una rebotica del PP con consejeros invisibles que parecen portavelas, como Aguado o Marín. Que casi es preferible ser vasallo de Sánchez, empezar a rendirle plazas y quién sabe si acabar en un Gobierno sin Iglesias y sin Frankenstein. La guerra relámpago iba a empezar con Murcia, Castilla y León, Madrid... Pero Ayuso se les ha adelantado. Ahora habrá que matar en las elecciones, no a placer en una mesa de convite, como si fuera la Boda Roja, que ha dicho alguien.

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