El desafío que estamos viviendo estos días por parte de Marruecos al derecho internacional es un chantaje político y diplomático en toda regla. Felizmente, ni España ni la Unión Europea, parecen dispuestos a consentirlo. Tal vez, seguro, porque esta vez se ha ido demasiado lejos. La irrupción de ocho mil inmigrantes que por tierra o mar han entrado en territorio español y europeo a través de la ciudad de Ceuta es un nuevo pulso del peculiar monarca alauita, Mohamed VI, a cuyo padre, Hassan II, don Juan Carlos llamaba ‘hermano’, que ha colmado definitivamente el vaso de la paciencia de Madrid y de Bruselas.

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