El “Concepto estratégico 2022” aprobado en la Cumbre de Madrid de la OTAN es la adecuación de los planes político militares de las potencias occidentales capitaneadas por EE.UU. a la actual situación de la competencia capitalista internacional. En palabras recientes de Carmen Romero, una de las voceras de la OTAN, se trata de trazar en Madrid una estrategia coherente con la llamada Agenda OTAN 2030 para realizar “la adaptación de la Alianza a la creciente competencia global y en un entorno de seguridad cada vez más impredecible (…) y los desafíos de Rusia y China al orden internacional”. Dinamitado tras la pandemia el utópico modelo de globalización neoliberal planetaria, armoniosa y cooperativa, superador de las contradicciones de intereses entre las oligarquías de diferentes estados, vuelven a primer plano los elementos del enfrentamiento interimperialista por el control de mercados, capitales, territorios y recursos. Así de crudo. Así de peligroso.

La administración Biden está actuando de facto, y arrastrando a la OTAN, como si tuviera la impunidad de los viejos tiempos de la unipolaridad

La injustificable invasión de Ucrania por parte de Putin ha dado la excusa a la administración Biden para echar a la papelera la literatura edulcorante de la función y misión de la OTAN (con cínicas proclamas sobre la defensa de las mujeres y el clima) que tras el final de la guerra fría y con sonados fracasos como el de Afganistán, no encontraba un discurso que justificara su existencia. La Alianza Atlántica, tal como ha podido comprobarse en Madrid, ya no ciñe su actuación al ámbito geográfico y supuesta función defensiva que en teoría definió en el Tratado de 1949 pues extiende sus socios al Pacífico (Japón, Australia, Nueva Zelanda o Corea del Sur) y su radio de acción a todos los continentes en defensa de los intereses de económicos y geoestratégicos de sus socios y sin renunciar a cualquier medida militar ofensiva. En este momento, la administración norteamericana está actuando de facto –y arrastrando a la OTAN con ella- como si tuviera la impunidad de los viejos tiempos de la unipolaridad tras el fin de la guerra fría y el derrumbamiento de la URSS en un mundo que, sin embargo, es multipolar. Ello solo puede conducir a nuevas y mayores tensiones mundiales y la creación de nuevos bloques enfrentados, lo que quizás sea el sentido último más o menos explícito de lo que estamos viendo en Madrid.

Las palabras de Javier Solana, ex secretario general de la OTAN, son esclarecedoras. Si bien se declara oficialmente como riesgo/enemigo a Rusia -que en la década anterior era un socio preferente de la Alianza-, lo que realmente preocupa al “mundo occidental” es el ascenso de China como potencia global con aspiraciones de convertirse en el nuevo hegemón imperialista, lo que es equivalente a decir que peligra el estatus y el rol del imperialismo norteamericano. Por lo que la OTAN, al reformular su doctrina, tal como planteó Tony Blair, ya no es una necesidad defensiva sino que debe convertirse en la partera de un nuevo orden global e inclinar la balanza a favor de los intereses de las burguesías de los países que la configuran. Toda la palabrería sobre defensa de la democracia o la libertad en boca de estados como el norteamericano, vista su trayectoria de intervenciones militares en el mundo, tienen tanto valor como si lo afirma el gobierno turco miembro de la Alianza o el chino o el ruso, “objetivos” de la OTAN. Ninguno.

Y todo ello sirve de justificación para inculcar el miedo en la población, crear un “nosotros” frente a un enemigo “común” y reavivar el militarismo en la sociedad

Podríamos sacar algunas conclusiones provisionales. A través de Biden se ha impuesto la tesis de la administración Clinton tras la guerra fría que, sin mediar todavía acción agresiva alguna por parte de Putin, propugnaban rodear militarmente y acosar económicamente a Rusia frente la realpolitik de la ex canciller alemana Angela Merkel. Con ello, Estados Unidos ha revalidado su jefatura en la Alianza Atlántica y el seno del capitalismo occidental y disciplinado, una vez más, a la Unión Europea como socio subordinado.

Y todo ello sirve de justificación para inculcar el miedo en la población, crear un “nosotros” frente a un enemigo “común”, reavivar el militarismo en la sociedad y justificar la exigencia de cumplimiento, según los documentos de la Alianza, del “Compromiso de Inversión en Defensa de 2014 con el objetivo de cumplir con la directriz acordada de invertir el 2 % del PIB en defensa y el 20 % del gasto anual de defensa en nuevos equipos importantes para 2024, así como de contribución a las misiones y actividades de la organización”. O sea carrera de armamentos en todos los órdenes, pues la Alianza no descarta la investigación e implementación de las tecnologías en cualquiera del tipo de armas, incluyendo las de destrucción masiva como la nuclear.

Ello tiene un correlato inmediato en la actual situación: más armas equivale a menor inversión pública productiva y menos gasto social precisamente en un contexto de crisis energética, económica y alimentaria -anterior a la guerra de Ucrania y agravado por esta-, lo que equivale a nuevos sacrificios de las clases trabajadoras en los cinco continentes. Especialmente grave en los países empobrecidos y más expuestos a los efectos devastadores del cambio climático que, lejos de combatirse como la principal amenaza para los seres vivos, se abordan en relación con la seguridad de los países industrializados. Es por eso que las migraciones mundiales son percibidas desde la Cumbre de Lisboa hasta la actual de Madrid como un riesgo para la estabilidad y seguridad de las potencias capitalistas y no como un problema humano a resolver.

Nos acercamos a un conflicto bélico de gran escala tanto por la extensión geográfica como por la letalidad de las armas empleadas

A su vez, hay que subrayar que la dinámica actual que incluye las diversas guerras en curso, muy en concreto la de Ucrania, los discursos y balandronadas del nacionalismo gran ruso de Putin y muy particularmente el curso y deriva que está tomando la OTAN, nos acercan de manera dramática, si no lo evitamos, a un conflicto bélico de gran escala tanto por la extensión geográfica como por la letalidad de las armas empleadas y el impacto en la biosfera con efectos devastadores para la humanidad y las distintas formas de vida.

Por ello resulta insultante el entusiasmo autocomplaciente del presidente español Pedro Sánchez por el éxito de la Cumbre. Éxito del militarismo y éxito de la puesta en escena a costa del erario público. Nubarrones para las condiciones de vida y derechos sociales de la población. Quizás la cena de mandatarios en el Prado no debería haberse celebrado ante el cuadro de Velázquez de Las Meninas sino ante otro del mismo pintor, el de La rendición de Breda en el que Nassau/Sánchez entrega de nuevo las llaves de Breda/Rota a Spinola/Biden a cambio de una hipotética inclusión en el paraguas atlantista (habrá que ver la letra pequeña) de las plazas militares coloniales que mantiene España en África, lo que ha costado ya la traición al pueblo saharaui y el blanqueo de la dictadura marroquí, apoyada por los EEUU desde hace meses por el reconocimiento de su soberanía sobre los territorios ocupados.

Es necesario exigir una solución justa e inmediata para poner fin a la guerra de Ucrania antes de que el incendio se extienda

Por ello, por todo ello, adquiere sentido y actualidad decir OTAN NO, Bases fuera. No es una cuestión del pasado por más que la opinión pública, indignada por Putin y debidamente asustada y adoctrinada desde el consenso mayoritario de los medios de comunicación más influyentes, haya cambiado de postura frente a la Alianza Atlántica o los desmanes norteamericanos.

Por ello, por todo ello, es necesario exigir una solución justa e inmediata para poner fin a la guerra de Ucrania antes de que el incendio se extienda. Y precisamente por todo ello es el momento de iniciar y lanzar un nuevo movimiento pacifista internacionalista en exigencia del desarme mundial, contrario a los gastos militares, y opuesto a los bloques militares existentes o en ciernes. Un movimiento que haga emerger de nuevo el valor de la solidaridad entre los pueblos y las clases trabajadoras del mundo en defensa de sus intereses frente a los de la minoría peligrosa capitalista del este y el oeste, actúe en el norte o en el sur.


Lorena Cabrerizo es portavoz confederal de Anticapitalistas