Se le estaba estropeando el feminismo a Pedro Sánchez entre los harenes de camionero de Tito Berni, los violadores con estampita de Irene Montero en el salpicadero, como una Virgen de aquellos taxistas de Perlita de Huelva, y la Ley Trans que ha dejado sin significado el feminismo y hasta la propia mujer, según dicen muchas feministas o lo que sean ahora, que lo mismo ahora son franquistas.

El 8-M va a llegar sin que la ley del ‘sólo sí es sí’ se corrija (Podemos sigue convencido de que no hay nada que corregir), con el feminismo dividido y hasta con la iconografía destrozada. Sí, porque supongo que las mujeres ya no van a poder protestar sacando poderosos coños insumisos en procesión, o pancartas con un potorro lila como un ave mitológica, ni tampoco guillotinas luisinas de penes, porque ahora el genitalismo es tránsfobo o algo así. Sin embargo, Sánchez tenía que estar en ese día como algo más que como un tentetieso o un guardia de tráfico, así que ha propuesto una ley que asegure la paridad lo mismo en los partidos que el Ibex. Yo creo que no se ha dado cuenta de que mucho de esto se le vendría abajo si Rafael del Pino se cambiara de sexo.

Aún no sabemos cómo será este 8-M en el que ni el feminismo sabe ya qué es el feminismo, pero sí sabemos que Sánchez quiere seguir estando ahí, seguir siendo el más feminista de los ligones y el más guay de los cisheteros comprometidos, aunque a mí me parece que quiere que las mujeres lo lleven en carroza como una especie de zángano en carroza.

Sánchez todo lo arregla con el talonario, al currante o al menesteroso no le da un país próspero sino que le da un gran cheque de cartón con su firma bien visible, como si más que combatir la pobreza la patrocinara, como si más que un presidente fuera una aerolínea.

Pero esta ley o idea de ley de Sánchez va más allá del cheque que ya se lleva el feminismo como cualquiera de los otros ismos que Sánchez patrocina. Va más allá porque ya no se trata de dar dinero u oportunidades, sino que directamente da el poder, asegura un mínimo del 40% del poder, así al peso, como si fuera la composición de un mineral. En los partidos, en los jurados de juegos florales o en los consejos de administración de las grandes empresas, ahí tendrá que estar ese 40% femenino como para ser oro de ley u oro de Sánchez.

El presidente ya ha pasado de regalar dinero a regalar poder, quizá porque no tiene mucho más dinero pero aún le sobran muchas palabras. Regalar palabras no es lo mismo que regalar realidad, pero es lo que lleva haciendo Sánchez incluso antes de llegar a usar no ya el dinero, sino las ideas. Lo del “Gobierno de progreso” nos ponía ya a progresar antes incluso de que el Gobierno se pusiera de acuerdo (aún no se han puesto de acuerdo), con el “escudo social” se salvaba a la gente antes que se supiera cómo, con la “nueva normalidad” se mataba al bicho a pesar de estar más vivo que nunca, y todo en ese plan. Eso de la paridad en los centros de decisión suena a lo mismo, a realidad performativa, o sea que se cumple en cuanto se nombra, o que consiste sólo en nombrarla. Pero el poder aún es más diabólico y esquivo que el dinero.

El dinero se puede dar, regalar, tirar, malgastar, se puede hasta fingir, pero esto no ocurre con el poder, que sólo es poder si se ejerce"

El dinero se puede dar, regalar, tirar, malgastar, se puede hasta fingir, pero esto no ocurre con el poder, que sólo es poder si se ejerce. Sánchez cree que se le da poder a la mujer asegurándole una silla en el salón de fumadores de los hombres, que a veces lo que parece es una maja vestida que han puesto allí. Lo que le da poder a la mujer es llegar a ese salón de fumadores y fumar más y mejor que ellos. Quiero decir que hay ámbitos puramente salvajes, sobre todo la empresa, el dinero, en que la supervivencia genera sus propias cuotas.

Sin duda en la política funcionan bien las cuotas, cualquier cuota, sea por sexos, por regiones, por familias o por cenáculos, porque es un desempeño fundamentalmente ineficaz. Pero el dinero sólo quiere dinero, el poder sólo quiere poder, y la única cuota que vale ahí es la de quien los consigue o no, y a eso se llega con talento, no con pachas.

El 8-M irá por barrios, o por gónadas, o por cromosomas, o por colores, o por sentimientos, o por querencias, o por partidos, o a ver al final cómo va la cosa. Hasta ahora, sólo las mujeres de Cs o PP podían ser acusadas de no ser feministas o incluso de no ser mujeres (no se les aplicaba la sororidad ni el ‘yo sí te creo hermana’, y eran tratadas, en realidad, como si fueran Bertín Osborne).

Ahora, los carnés de feminismo o de mujeridad se blandirán, se exigirán, se pondrán en duda, se ridiculizarán o se negarán en el mismo bloque que se llama de progreso. Yo creo que el único feminista auténtico que nos va a quedar va a ser Pedro Sánchez, que a lo mejor sale él solo el 8-M, en una carroza tirada por una estricta lista cremallera de porteadores y porteadoras. Sánchez aún tiene feminismo para dar y regalar, porque es sólo una palabra en un mundo en que las palabras ya no tienen significado sino utilidad.
La política de cuotas, en realidad, nunca resuelve la causa de la desigualdad, sólo va al parcheo y al cartelón, que es justo lo que ha hecho siempre Sánchez. Sánchez es tan pura cuota que debería cambiarse de sexo, y antes de que se lo cambie Rafael del Pino o todo el Ibex machirulo, siquiera para dejar al presidente en evidencia.

El empeño de los poderes públicos tiene que estar antes, en la formación, en la capacitación, en la conciliación y hasta en la motivación, no en regalar sillas en el último piso, que hasta la que llegue por indudables méritos dudará si sólo es otra maja vestida de Sánchez.

Las sillas de las empresas, además, no son suyas, aunque Sánchez, la verdad, no ha hecho otra cosa desde que llegó que regalar, prometer o desvalijar cosas que no son suyas. Lo mismo nuestro presidente cree que una gran empresa se maneja como la corte de Tito Berni, la de Pablo Iglesias o la suya propia.