El general israelí Gadi Eizenkot anunció que impulsaba una nueva doctrina militar en 2006, en el marco de la guerra del Líbano, para acabar con la infraestructura existente en un lugar y así no se pueda utilizar. Esta nueva doctrina fue la Doctrina Dahiya, llamada así por el barrio de Dahiya, de Beirut. Esta acción buscaba acabar con Hizbulá y su cuartel general, y arrasó por completo el barrio chií de la capital libanesa. Este viernes Hasán Nasralá, líder de Hizbulá, anunció que su organización de momento no se implicaba en la guerra de Gaza, a pesar de que enviaba todo el apoyo moral a Hamás a la par que condenaba enérgicamente a los agresores israelíes.

A pesar de su derrota militar en el sur del Líbano en 2006, y de sufrir gran multitud de bajas, el relato y la propaganda hicieron que hoy muchos hablen de un conflicto sin vencedor claro. Aunque Israel arrasó toda la estructura de Hizbulá en el Líbano en 2006, hoy la organización tiene 100.000 efectivos, según Nasralá, y 25.000 efectivos, según algunos analistas, y cuenta con 25.000 reservistas. Forma parte del gobierno libanés y de la coalición parlamentaria del gobierno, y al mismo tiempo tiene grupos afines y subgrupos en Siria e Irak, así como aliados en Yemen y Palestina. La incursión israelí en el Líbano fue tal que Hizbulá hoy en día todavía evita un conflicto directo con Israel, aunque no haya cesado su actividad y haya vuelto al sur del Latani.

Israel repite lo mismo que hizo en 2006 en el Líbano y se arriesga a lograr los mismos resultados; es muy difícil que Hamás salga derrotado, como Hizbulá no lo fue en su momento. Siguió existiendo e incluso afianzó su poder"

Esto nos enseña una lección desde el pasado. Actualmente el gobierno israelí está siguiendo la misma Doctrina Dahya en la Franja de Gaza para combatir a Hamás. Es decir, repite lo mismo y se arriesga a cosechar los mismos resultados; es muy difícil que Hamás salga derrotado en la guerra declarada por Israel, si Hizbulá no lo fue en su momento. En 2006 los israelíes vencieron militarmente, pero la organización chií siguió existiendo, e incluso afianzó su poder. De esta manera, nos podemos encontrar que más allá de las declaraciones del ministro de Defensa, Yoav Gallant, o del primer ministro, Benjamin Netanyahu, sobre el objetivo de aniquilar a Hamás, siga existiendo aunque reduzcan la ciudad de Gaza a escombros, y destruyan toda su infraestructura. 

La guerra civil libanesa en 2006 quedó reducida a una parte del Líbano, cuando podía haber escalado a un nivel regional mucho más amplio por el papel de Siria, Irán, Israel, incluso Somalia por el papel de la Unión de Tribunales Islámicos (ICU). De igual forma, ahora ninguno de los actores involucrados quiere que el conflicto vaya más allá de la Franja de Gaza. Y a poder ser, del norte de la Franja de Gaza para no crear más problemas de los necesarios. Puede parecer cruel, pero no lo parece, lo es. La obsesión que todo quede controlado a la ciudad de Gaza, y la Franja de Gaza como mucho, es la misma que en 2006 nadie quería que la cosa fuera más allá del río Latani, a pesar de los bombardeos israelíes por todo el país. La incursión terrestre se limitó entonces, y se limita ahora. 

Las contradicciones constantes del gobierno israelí sobre cuál es la tarea principal de la incursión también evocan a 2006, cuando el gobierno de Ehud Olmert daba bandazos a la hora de explicar la finalidad de la operación. En momentos de crisis nacional como una guerra la incertidumbre genera tensión, y la tensión puede desembocar en tomar malas decisiones, o mal calculadas. Nadie sabe lo que durará la incursión israelí en Gaza, ni qué pasará con el territorio conquistado, como nadie sabía qué haría Israel con el territorio al sur del río Latani. La crisis política que vive Netanyahu ahora no la tenía Olmert entonces. Las calles israelíes no están convencidas sobre el papel del primer ministro.

Nos encontramos en un momento de incertidumbre donde hay diferentes preguntas sobre el tablero. Y no todas son sobre Israel y Palestina. Por ejemplo, nos tenemos que plantear si la delicada de Ali Jamenei, Líder Supremo de Irán, condiciona el papel de la república islámica en el estallido entre Israel y las facciones palestinas. También si esto explica que Hizbulá tome distancia. De igual forma, los ataques que podría haber sobre las bases de EEUU en Irak se han limitado al uso de drones de forma puntual.

También hay cuestiones sobre la mesa en relación a la política del Golfo Pérsico: cómo es que Qatar, a pesar de no reconocer Israel, propone una solución de los Dos Estados, de la misma manera que hace Arabia Saudí. Y si ampliamos al Magreb, si se retirarán a los diplomáticos israelíes de Marruecos, y qué papel se reserva Túnez, que salió de un gobierno islamista.

Y si volvemos a la zona en conflicto, debemos preguntarnos qué hay más allá de la propaganda de la insurgencia palestina. Igual que debemos reflexionar por qué Netanyahu es tan ambivalente en sus declaraciones, aunque pretendan transmitir rotundidad.  

La última pregunta por hacernos es si lo sucedido en el Líbano en 2006 es lo suficientemente reciente para que haya sido olvidado, a pesar de que quien impulsó la operación militar contra Beirut entonces es el mismo actor, Israel, que lo hace ahora contra Gaza. Aquella operación militar no solucionó ningún problema libanés a medio plazo, ni resolvió el problema de inseguridad israelí en el norte, pues hoy tienen desplegadas cada vez más unidades por un posible ataque. Tampoco acabó con Hizbulá, ni con la influencia de Siria e Irán en el país.

Así pues, debemos ser cautos y plantearnos serias dudas sobre las afirmaciones del gobierno israelí sobre la eliminación de Hamás, o de la influencia islamista en la Franja de Gaza, o sobre la expectativa de que se resuelvan los problemas de seguridad a medio plazo en el sur de Israel. 


Guillem Pursals es doctorando en Derecho, máster en Seguridad, especialista en conflictos, seguridad pública y Teoría del Estado.