"Los ataques dirigidos contra infraestructuras civiles con el claro objetivo de aislar a hombres, mujeres y niños de agua, electricidad y calefacción son actos de puro terror, y tenemos que llamarlos por su nombre". Estas eran las palabras con las que Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, se dirigía a una Europa conmocionada por los bombardeos de Rusia sobre Ucrania. 

Hoy, muchos ciudadanos nos preguntamos dónde quedan ese liderazgo y el compromiso con los valores europeos que exhibía la Unión hace poco más de un año. La doble vara de medir de Europa frente al conflicto de Gaza, en lo que es ya "uno de los capítulos más sombríos de la historia del pueblo palestino", según palabras del secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, ha puesto en jaque su credibilidad frente al convulso escenario geopolítico que sacude nuestras democracias. 

La condena más enérgica y contundente del acto terrorista de Hamás del pasado 7 de Octubre y la exigencia de la liberación sin condiciones de todos los secuestrados no nos debe impedir exigir a Israel un alto el fuego inmediato y duradero de la respuesta armada en Gaza y la condena del castigo colectivo que está sufriendo la población civil indefensa en la Franja.

El cumplimiento del derecho internacional humanitario, y con ello el respeto a la vida de los civiles, del personal humanitario y de los periodistas, es un requisito aplicable y exigible a todos los Estados del mundo sin excepción. Es lo que distingue a las democracias de los regímenes autocráticos. Y la UE todavía no ha sido capaz de definir una posición común y coherente que condene las violaciones de derecho internacional cometidas por Israel y abogue por un alto al fuego estable y duradero. 

El alivio momentáneo de una semana de tregua humanitaria entre Israel y Hamás para intercambiar rehenes por presos, alterada con frecuencia por ataques y atentados y rota en la madrugada de ayer --no está claro si se podrá reanudar y cuándo— nos recuerda que seguimos en una escalada de violencia en Oriente Medio. Y que se mantienen las consecuencias de la ocupación. En el último mes, las incursiones militares y la violencia de Israel en Cisjordania, donde no está Hamás, han aumentado notablemente. La Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas no sólo ha reportado la intensificación de las restricciones de acceso por parte de las autoridades israelíes, sino también numerosos ataques de colonos de asentamientos ilegales, contra palestinos y sus propiedades. 

Europa está jugando un papel decisivo para responder a los desafíos humanitarios inmediatos en Gaza; no en vano es el mayor donante de soporte humanitario en el territorio, con una aportación total de hasta 100 millones de euros para atender a la población civil asediada. Siguen, también, enviándose vuelos con cientos de toneladas de carga humanitaria al paso fronterizo de Rafah, única frontera terrestre con la Franja de Gaza actualmente abierta, para hacer frente a la tremenda escasez en todo el territorio respecto a las necesidades más básicas: agua potable, alimentos, instrumentos médicos. 

Pero, como el propio Janez Lenarcic, comisario europeo de Gestión de Crisis, remarcó en el último pleno del Parlamento Europeo, aparte de brindar ayuda humanitaria, la UE debe ofrecer también un cambio radical en sus esfuerzos para volver a encarrilar la solución política del conflicto. Y eso implica, necesariamente, revitalizar y avanzar hacia la solución de dos Estados. 

El conflicto de Israel y Palestina está condenado a rebrotar mientras las partes no se comprometan a una convivencia pacífica

El conflicto de Israel y Palestina está condenado a rebrotar mientras las partes no se comprometan a una convivencia pacífica, que pasa necesariamente por poner fin a la anexión ilegal de territorios palestinos por parte de Israel y volver y respetar las fronteras de 1967. Y aquí entra en juego toda la comunidad internacional --y sobre todo la Unión Europea, si quiere reforzar su papel como actor político decisivo en el tablero global-- para activar todos los mecanismos diplomáticos disponibles que respondan a este objetivo.  

El fin del conflicto y la solución de dos estados requieren un cambio de paradigma que compromete a la UE, pero también a sus Estados miembros. Mientras en países como España se siga instrumentalizando el conflicto de Israel y Palestina para sacar rédito político, le estaremos haciendo un flaco favor a la perspectiva de paz en Oriente Medio. Utilizar el comunicado de una organización terrorista como es Hamás para desacreditar a un contrincante político, como hizo el nuevo portavoz del Grupo Popular en el Congreso al referirse a las declaraciones de Sánchez en Israel, es usar de forma vil la política doméstica. El cese de la violencia en Gaza y hacer realidad la solución de dos Estados es una cuestión de derechos humanos y de respeto a la legalidad internacional, que va más allá de derechas e izquierdas. Y frente a los innumerables reproches que se pueden hacer al gobierno socialista en muchos otros temas, convertir este asunto en una pugna partidista es un absurdo irresponsable.  

Hamás es una organización terrorista y un verdugo de su pueblo. Todo lo que pueda decir o hacer carece de legitimidad. No hay nada que la comunidad internacional le deba a Hamás. Pero sí tenemos una deuda con una Gaza asolada por los misiles, y con el pueblo palestino que, después de 75 años, sigue aspirando a una solución justa y duradera que ponga fin a la ocupación y restablezca sus derechos.  

Tal y como se refirió a su audiencia el poeta Mahmoud Darwish ya en 2004, las personas solo podemos nacer en un lugar. Sin embargo, podemos morir varias veces en otros lugares: en el exilio, en las prisiones, y en una patria transformada en pesadilla por la ocupación y la opresión.


Soraya Rodríguez es eurodiputada del Parlamento Europeo en la delegación de Ciudadanos.