Estos días, en numerosas universidades de España y del mundo, renace el espíritu estudiantil revolucionario que tantas veces en la Historia marcó un cambio de rumbo en la vida política y social, desde el mayo del 68, las manifestaciones contraculturales norteamericanas, hasta los movimientos del 15-M, o los “paraguas amarillos” de Hong Kong. Los estudiantes universitarios en Madrid, País Vasco, Valencia, Granada y tantas otras ciudades se han sentado, como Mahatma Ghandi en su legendario movimiento, para pedir el alto el fuego en la masacre de Palestina, en la que cerca ya de 15.000 niños han sido aplastados, destrozados, y 600.000 pequeños no tienen actualmente casa en la que vivir, y huyen de las bombas, desarmados, mientras otros reciben tiros en la nuca de francotiradores o son amputados sin anestesia en lo que queda de hospitales en Gaza.

El grito de alto el fuego permanente e incondicional de nuestras estudiantes es el grito de la piel social en España: es el grito de todos los que vemos, día a día, esas escenas dantescas. Lo que piden los y las estudiantes es que cese ese crimen contra la Humanidad que vemos a cada instante en los medios y redes. Es la primera vez en la historia que un genocidio es presenciado directamente, pero también es la primera vez en la historia que la presión para omitirlo, para sofocar su verdad, es tan enorme a escala mundial. La desorientación mundial es absoluta, confundiendo con debates a la sensibilidad y la justicia humanas, perdiendo entre falsas disyuntivas la capacidad de las personas para rechazar el mal.

Esta generación que ahora se levanta contra un genocidio de esta dimensión moral, es la del covid, la generación asediada por un horizonte económico y ecológico apocalíptico

Quienes intentan tapar esta tragedia también demonizan a los estudiantes acampados: se les presenta como politizadas, radicales, marginales. Esta generación que ahora se levanta contra un genocidio de esta dimensión moral, es la generación del covid, la generación asediada por un horizonte económico y ecológico apocalíptico, y por los problemas mentales y sociales que les está causando todo esto. Y sin embargo, es la generación que ha decidido encontrar un sentido a su vida, y lo han encontrado en la lucha por la paz, en la defensa activa de la paz positiva que rompe no solo con la guerra, sino con la economía de la guerra, su negocio, sus intereses. Y como jóvenes, su objetivo es puro, incondicional, firme.

A estos jóvenes los profesores los apoyamos también incondicionalmente. Porque se quiere demonizar a los estudiantes, como se quiere intoxicar un impulso ético de estas dimensiones, tachándolo de extremista o de desnortado. Y no hay ahora mismo en nuestro país nadie más consciente y mejor posicionado que estos estudiantes universitarios. Desde las instancias educativas, incluso, se quiere acallar su sentido de la justicia, como se acalla el de toda la población con falsas polarizaciones y con la sospecha y el odio. Se pretende, y se publica, el “ojo por ojo” y el derecho a la venganza, como si fueran razonables e inevitables. Para quien lucha por la paz, como dijo Gandhi, la paz es el único camino: el cese de la violencia, la condena de la masacre. No es posible tapar la boca de quien pide paz señalando a un bando u a otro. Parece mentira que nuestras estudiantes tengan que enseñar, a los dirigentes políticos, esta lección de integridad moral. Y es indignante que esas dirigentes políticas quieran ensuciar con tóxicas estrategias electoralistas el sentido profundo, social , ético, de los estudiantes acampados.

No hay ahora mismo en nuestro país nadie más consciente y mejor posicionado que estos estudiantes universitarios

Esta generación de jóvenes estudiantes, tras haber vivido una pandemia, tras ver su futuro teñido por la catástrofe clímatica y por la crisis social, tras sufrir ya a su edad la presión de la desigualdad social y las durísimas lecciones de una economía que los ignora, se ha rebelado. Se ha levantado en armas, las viejas armas del pacifismo: la acampada no violenta, el boicot, el señalamiento de causas e intereses, la condena y la acción comunicativa.

Creemos los profesores que lo que los jóvenes están haciendo hoy, es darle un sentido a nuestra sociedad. Y en medio de esta debacle social y moral que es este momento de la Humanidad, el brotar de estas acampadas es un rayo de esperanza en la lucha evolutiva del ser humano hacia una sociedad no violenta. Con ellos, solicitamos el Alto el Fuego incondicional y permanente en Gaza. La denuncia inmediata ante el Tribunal Penal Internacional, por parte de nuestro país, de cuanto está sucediendo en Gaza- Pedimos el inmediato boicot a los intereses y tramas de poder asociadas al negocio e industria armamentísiticos que alimentan este genocidio.

Pedimos que nuestra sociedad recupere su conciencia, porque sin ella no tenemos futuro. Nuestros estudiantes nos piden que avancemos hacia él.


Eva Aladro Vico es catedrática de la Universidad Complutense de Madrid y profesora de la Red Universitaria de la Comunidad de Madrid por Palestina.